_
_
_
_
_
LA CALLE / Restaurantes
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Casa Trampa

En Casa Trampa, durante los fines de semana se pueden comer unas croquetas que son la envidia de las abuelas cocineras y de los futuros abuelos cocineros. Acostumbrados como estamos a buscar la perfección estética en todo, la croqueta de Casa Trampa puede parecer amorfa, necesitada de un cirujano gastrónomo, pero si uno la prueba y la deja bailar por la boca, se dará cuenta de que dentro de esa fritura se esconden los 80 mundos de Cortázar. Y es que encontrar una croqueta con distinción en tiempos del cólera de la bechamel, dice mucho de este restaurante de manteles de papel dedicado a la comida casera, situado en una plaza sin plaza, la de Vallvidrera.

Durante la semana, Casa Trampa es un lugar de parada de trabajadores autónomos o dependientes. Durante el fin de semana, es un lugar de descanso de jóvenes, menos jóvenes y viejos sentimentalmente autónomos o dependientes y de algún que otro ciclista amateur -los hay muy melancólicos-, que buscan recuperar el ritmo del pedal y de la vida con una buena jarra de cerveza y un bocadillo de tortilla de patatas.

Las dos etnias, la de los días laborables y la del fin de semana, encuentran en Casa Trampa una carta veterana y con la salud muy firme. A los niños les encantan los macarrones, niños traumatizados por el acecho insaciable de los tenedores de los adultos. Y los adultos suelen fidelizar su apetito a los espárragos con jamón de jabugo, el osobuco, los pies de cerdo guisados, las albóndigas con sanfaina, los guisantes o el flan casero, seis ejemplos de una carta a la que le va que ni pintado el vino de la casa, o uno de marca, o un cava, o, si lo pide el cuerpo, una gaseosa. Debo advertir, sin embargo, que el Trampa es un restaurante de antes de muchas guerras -fue fundado en 1882- y las raciones son tan imponentes que un hombre necesitaría un estómago de rumiante para comérselo todo. Ganas no le faltarán.

- Lo más: el equilibrio entre la oferta, el precio, el trato y la felicidad cotidiana.

- Lo menos: los siete semáforos en un perímetro urbano minúsculo.

- Dirección: Restaurante Casa Trampa. Plaza de Vallvidrera, 3. Teléfono: 93 406 80 51

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

danielvazquezsalles@hotmail.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_