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Cataluña, S. A.

Recientemente han aparecido encuestas que indican que ninguno de los consejeros del "Gobierno de los mejores" de Artur Mas obtiene un aprobado por parte de la sociedad catalana. Es probable que las consecuencias cotidianas de la crisis económica y las decisiones sobre recortes presupuestarios que ha ido tomando el Gobierno de la Generalitat sean los principales motivos del suspenso general a los consejeros. Pero el problema del Gobierno catalán no radica únicamente en las políticas impopulares que impulsa, sino que lo más preocupante es la filosofía gubernamental que hay detrás de ellas: considerar Cataluña una gran empresa deficitaria y no un país que requiere un nuevo modelo social que permita progresar y regenerarse políticamente.

Los consejeros del Gobierno de Artur Mas confunden la dinámica política gubernamental con un modelo de negocio

Esta visión empresarial también estuvo presente en los Gobiernos de Jordi Pujol, pero con notables diferencias. En el estudio que elaboré sobre todos los consejeros de Pujol, comprobé que el 75% consideraba que había que aplicar en la Administración las técnicas de gestión y organización de las empresas privadas, y la cuarta parte restante estaba en contra. Sin embargo, los consejeros de Pujol anhelaban de la empresa privada el dinamismo operativo y la agilidad de los procesos, y reconocían la enorme dificultad de aplicar estas técnicas en las Administraciones públicas y que los valores de la gestión pública diferían notablemente de los de la privada. En cambio, la mayoría de los consejeros de Mas no solo tratan de manera incesante de implantar sin disimulos los criterios de gestión empresarial en su actividad cotidiana, sino que confunden la dinámica política gubernamental con un modelo de negocio. No es casualidad que los consejeros de Mas que obtienen peores notas son los que, en su día, se presentaron como sello de calidad del nuevo Gobierno de CiU: los formados en escuelas de negocios, en la empresa privada y sin ningún perfil político. Probablemente, estos mismos consejeros serán los primeros en ser sacrificados, en tiempo y forma, para que CiU pueda recuperar apoyo social.

Si bien es cierto que la actividad económica condiciona la acción política, también lo es que la política es la única salida para contrarrestar las múltiples crisis que nos afectan. Como constantemente dice Jordi Pujol en sus escritos, hay que reivindicar la acción política en tiempos de crisis y hay que exigir que nuestro Gobierno sea competente, responsable y tenga autoridad moral. Pero para Pujol eso se consigue simplemente con un Gobierno que no engañe, que explique sin tapujos la realidad económica de Cataluña y que tome decisiones difíciles, y afirma que el actual Gobierno de Mas cumple estos tres requisitos. ¿Pero dónde está la competencia de un Gobierno que ya acumula el récord de protestas sociales en menos tiempo? ¿Dónde está la responsabilidad de un Ejecutivo que, día tras día, está desmantelando las prestaciones que mejor garantizan la igualdad social y un Estado de bienestar que se ha ido construyendo tras muchos años de lucha por la justicia social? ¿Dónde está la autoridad moral de nuestro Gobierno si una quinta parte de los catalanes vive por debajo del umbral de la pobreza, si uno de cada cuatro menores y una de cada tres mujeres mayores de 65 años son pobres de solemnidad, si una quinta parte de los hogares tiene unos ingresos anuales inferiores a 14.000 euros, si la tasa de paro juvenil es del 40%, si cada día se ejecutan más de una veintena de desahucios y si casi 40.000 catalanes no tienen hogar o viven en hogares inhumanos? ¿Y dónde está la acción política (las ideas, los valores y las actitudes que reclama Pujol desde su fundación) de un Ejecutivo dominado por consejeros que persisten en considerar Cataluña una sociedad anónima, el Parlamento como su junta general de accionistas, el Gobierno como los administradores de la sociedad y la actividad gubernamental como un plan de negocio? Todos sabemos que hay que subsanar las dificultades financieras de Cataluña, pero si olvidamos la dimensión social de la política y la ética pública, desaparecerá del diccionario la acepción más noble y más útil de la política.

Jordi Matas es catedrático de Ciencia Política de la UB.

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