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Columna
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Cumbre en un marco incomparable

Francesc Valls

Las bondades de un escenario como el Palau de Pedralbes y del catering del Miracle de Mataró bien podrían ser las dos grandes unanimidades de la cumbre anticrisis del pasado viernes. Porque acuerdos, lo que se dice acuerdos, más bien pocos. Gobierno, partidos, agentes sociales y expertos coexistieron durante siete horas con el objetivo fallido de lograr un pacto para salir de la crisis.

Los aires colonial-caribeños del palacio dieron postín a la puesta en escena de Artur Mas ante los medios de comunicación. El telón de fondo bien valía siete horas de reunión, aunque fuesen escasamente productivas. Marco incomparable y noche de perfume primaveral en los jardines de Rubió i Tudurí, un broche de oro para esta sesión que solo vivieron como un éxito el Gobierno y la patronal.

Casi un año antes, el 13 de marzo de 2010, EL PAÍS subrayaba: "A falta de acuerdos que celebrar, todos salieron felicitándose de que, al menos, pudieran sentarse y hablar civilizadamente". Esta era la principal conclusión de la fallida cumbre anticrisis convocada por el presidente Montilla. La oposición, en aquella ocasión, se negó a suscribir las líneas generales acordadas la noche anterior entre Gobierno, sindicatos y patronal. El entonces líder de la oposición, Artur Mas, ponía el dedo en la llaga: "No tenemos ánimo de boicoteo, pero es el momento de tomar decisiones concretas". En aquella ocasión no hubo ambiente de Casa Blanca en la rueda de prensa del president. A lo máximo que se llegó fue a una fotografía que recordaba vagamente El cuarto Estado, de Giuseppe Pellizza, con los asistentes -sin la oposición- avanzando desordenadamente (eran tiempos del tripartito) por el Pati del Tarongers.

Las hemerotecas son crueles con algunos políticos. Para la ciudadanía, sin embargo, son una fuente inagotable de argumentos con los que forjarse una conciencia crítica. Con este flash-back, cualquiera podría concluir gracias a la comparación y sin riesgo a condenación eterna que la reunión del pasado viernes en Pedralbes fue un fracaso, básicamente en su preparación.

La organización de la cumbre fue una catástrofe. En 48 horas los asistentes se dieron varias duchas escocesas. Pasaron del documento de los expertos del consejo asesor -de corte liberal- a otro texto muy genérico que de haber tenido cocina negociadora era suscribible por todo el arco parlamentario. Pero nadie quiso firmar. Los participantes solo pudieron hablar 10 minutos. El debate real sobre este segundo documento comenzó poco antes de las 18 horas del viernes y la reunión terminó una hora después. No se votó nada y los acuerdos que anunció Mas fueron fruto de su personal capacidad de síntesis e interpretación como moderador de esta gran asamblea. Su papel se asemejaba, así, al de los grandes relatores de los sínodos de obispos. Por si todo esto fuera poco, algunos de los asistentes aseguraron que hasta poco antes de la reunión no habían tenido acceso al texto del Gobierno, que enmendaba al de los expertos.

La improvisación liquidó la posibilidad de acuerdo. El presidente Mas haría bien en comenzar a reducir las cargas administrativas (primer punto de la propuesta del Gobierno) con el despido del organizador del evento.

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Lo más grave es que 50.000 familias desahuciadas por impago de hipoteca, 600.000 parados y miles de empresarios que no logran conseguir créditos se merecían algo más de esta cumbre anticrisis. El Ejecutivo catalán debe buscar pactos y definir su política. A casi 100 días de su toma de posesión, los gestos y la escenografía deben ir acompañados de hechos, ya que a este Gobierno se le suponía un plus de eficacia del que adolecía el tripartito.

El documento de los expertos asesores del Ejecutivo (la CAREC) es un punto de partida si el Gobierno tiene las ideas claras sobre hacia dónde ir. Sabe que ahí contará con el apoyo de patronales y Partido Popular. Esa es una mayoría que CiU deberá valorar si le conviene. Si quiere ampliar base, deberá edulcorar el jarabe liberal de sus asesores. Pero, en cualquier caso, el Gobierno debe decidir. Como aseguraba Mas hace apenas un año, es el momento de tomar medidas concretas. Ahora que está en el Gobierno debe hacerlo. Y con urgencia.

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