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Desmadre a cargo del Ayuntamiento

El consistorio barcelonés diseña una juerga para atraer hinchas escoceses

Un arsenal de barriles llenos de cerveza se amontonaba a primera hora de ayer ante la entrada del pabellón 7 de la Fira de Barcelona, un recinto de más de 5.000 metros cuadrados adaptado para agasajar a los cerca de 10.000 seguidores del Celtic -que se juega el pase europeo esta noche en el Camp Nou- desplazados a la ciudad. De ellos, unos 5.000 no tienen entrada. Demasiado forofo con ganas de fiesta en una ciudad extraña. Para evitar posibles destrozos, el Ayuntamiento ha diseñado un espacio a medida de los gustos y necesidades del hincha escocés: pintas a cuatro euros, pantallas gigantes y paella.

El recinto servirá 20.000 litros de cerveza y habrá una barra exterior

El consistorio quiere evitar las escenas del pasado noviembre, cuando la parranda de 20.000 seguidores del Glasgow Rangers, rivales acérrimos de los del Celtic, se cebó durante tres días en el centro urbano. Barcelona amaneció pegajosa tras esa jornada europea: La Rambla se usó como vertedero y la plaza de Catalunya quedó transformada en un descarado aseo anejo a la fiesta. La farra fue gloriosa y la ciudad clamó contra un Ayuntamiento que estuvo demasiado tiempo en fuera de juego. Pocos se acuerdan ya del marcador, pero los tenderos de la zona rememoraban ayer el aroma acre del orín escocés. "Al pobre monumento a Macià [en la plaza de Catalunya] lo mearon de abajo arriba", comentaba el encargado de un bar próximo a la plaza. A mediodía de ayer, el centro aparecía sembrado de lavabos públicos. Y el Ayuntamiento lleva semanas publicitando en medios escoceses que esta vez la juerga será a puerta cerrada.

La fiesta está preparada para 6.000 personas, aunque su asistencia es una incógnita. "Nadie sabe qué va a pasar", dijo el gerente de una barra del pabellón mientras se esforzaba en cargar neveras. Por si acaso, habrá bebida. Él encargó 400 barriles con 50 litros de rubia cada uno. A estos 20.000 litros deben sumarse los de la barra exterior, que los trabajadores cifraron en 410, pero de distintas capacidades.

El recinto abrirá a las once de la mañana, para gozo de algún tempranero escocés que no entenderá gran cosa, pero disfrutará sin desembolsar un euro: futbolines, billares, dardos, camas elásticas, circuitos de karts a pedales y futbolines humanos. Dos toros mecánicos esperan a domadores de dudosa habilidad, mientras que los atrevidos tendrán dos porterías para demostrar cómo el alcohol los convierte en mañosos del balón. 2.400 sillas, colocadas ante cuatro pantallas gigantes los acogerán cuando se cansen. Todo sazonado con 550 kilos de arroz que darán para 5.000 raciones largas de paella, a 12 euros la unidad.

El show, que el Ayuntamiento prevé financiar con la recaudación por alcohol y comida, acabará tras el partido. No se sabe qué ocurrirá después, aunque se espera una noche tranquila: los católicos del Celtic son más próximos al saber beber irlandés que al zampar británico, a la placidez celta que al hooliganismo de los Rangers. En sus tiempos, los que llegaran a Barcelona el día del partido ya se habrían perdido lo mejor de la juerga.

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