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Reportaje:Piqué Vidal cumple un mes en Brians

'Don Giovanni', finalmente entre rejas

El que fuera abogado penalista más célebre pasa sus días en la cárcel dedicado a la limpieza y sin generar problemasEl caso podría finalizar con su expulsión

"Qué vol aquest pelat?", solía decir Juan Piqué Vidal cuando algún juez, abogado o cliente le llevaba la contraria, fuera en un escrito o por teléfono. De eso ya hace más de 15 años, cuando estaba en el cenit de su carrera y no había caso penal de enjundia en Barcelona que no pasara por su despacho del número 612 de la avenida Diagonal. Para entonces Piqué Vidal ya había olvidado que era el hijo de un tendero de ultramarinos de Poblenou y se había convertido en El Abogado que muñía turbias relaciones entre los poderes poder político, empresarial y judicial. Don Giovanni, como le llama un colega para referirse a aquellos vínculos, jamás pudo imaginar que acabaría traspasando el umbral de la cárcel de la que libró a decenas de clientes.

Aspira a pasar la Navidad en casa, de permiso o tercer grado Comparte celda y buen trato con un delincuente de medio pelo
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Pero ya han pasado 34 días desde su ingreso en Brians para cumplir una condena de siete años por extorsionar a empresarios. Es el mismo caso que también ha dado con los huesos del ex juez Luis Pascual Estevill en el penal de Quatre Camins.

El abogado comparte celda con un delincuente común de medio pelo y la convivencia entre ambos está resultando apacible. La celda está situada en un módulo reducido en el que apenas hay 50 presos, conocido coloquialmente por los funcionarios como el departamento del morro. Y es que allí van a parar los reclusos con sanciones menos graves y los que tienen asignado algún destino en la cárcel. Como Piqué Vidal, que se encarga de las tareas de limpieza y del office, el vocablo con el que se designa a los presos que reparten la comida en el resto del módulo.

Todas las fuentes penitenciarias consultadas coinciden en que el abogado no sólo no ha dado ningún problema, sino que tiene un comportamiento muy correcto con los funcionarios. También coinciden en que no disfruta de privilegios y en que el tópico de que se le trata como a un preso más responde por completo a la realidad.

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"No como ocurrió con Javier de la Rosa", explican las mismas fuentes, "que trataba muy mal, e incluso amenazaba a los funcionarios y gozó de un trato de favor, como permitirle el uso permanente de un teléfono móvil, por parte de la Generalitat", gobernada entonces por los nacionalistas. Cumplidas sus tareas diarias en la cárcel, Piqué Vidal pasa el resto del día hojeando documentos y recibiendo visitas de abogados.

Su familia acude semanalmente a verle, la misma periodicidad con la que él asiste a la misa católica de la cárcel. Es una actividad que debería resultar plácida, pero que siempre ha generado problemas. "Unos pocos van allí a escuchar la palabra de Dios y muchos acuden a realizar trapicheos y cerrar negocios", explican los funcionarios. Y es que a la iglesia, como al polideportivo o al teatro, pueden acceder los 1.500 reclusos de Brians.

Seguramente porque es un hombre de profundas convicciones religiosas, Piqué confía en pasar la Navidad en casa, sea de permiso o con el tercer grado. Al menos así lo ha confiado a las personas de su círculo más íntimo. Y el calendario cuadra si se repasan las normas procesales.

La junta de tratamiento de la prisión dispone de dos meses de plazo, desde la entrada en prisión, para realizar una propuesta de grado y destino que elevará al Departamento de Justicia de la Generalitat. Después habrán de pasar 10 días para que Piqué Vidal sepa cómo se le ha clasificado. Fuentes penitenciarias explican que lo normal es que fuera en segundo grado y que, por tanto, siguiera cumpliendo la pena en la cárcel.

De ser así es muy probable que recurra ante el juzgado de vigilancia penitenciaria solicitando el régimen abierto, aunque sus más íntimos declinan comentar lo que hará. Entre otras cosas porque el 1 de noviembre se celebran elecciones y la clasificación de ese preso también puede depender de quién acabe gobernando en la Generalitat.

Piqué Vidal llegó a la cárcel con discreción, sólo cuatro días después de confirmarse la condena y sin esperar a ser requerido por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), a diferencia de lo que hizo Pascual Estevill. Fue también una forma hábil de sortear a los mismos fotógrafos que habían inmortalizado sus días de gloria.

Distintos juristas consideran que Piqué no acumula una densa formación jurídica, pero sí le reconocen agudeza procesal e instinto para tratar con el poder político, especialmente con quienes le resultan más cercanos y a los que logró exculpar de tantos cargos. Como Jordi Pujol en el caso Banca Catalana o Lluís Prenafeta, ex secretario general de la Presidencia, en el caso de los avales de la CARIC (Comisión de Ayuda a la Reconversión Industrial de Cataluña), un organismo dependiente de la Generalitat. Un caso que acabó en nada, aunque destilase "aromas de corrupción", expresión acuñada por el entonces fiscal general del Estado, Eligio Hernández.Piqué Vidal cuenta ahora 73 años. Ejerce desde 1959, pero no es seguro que pueda volver a colocarse la toga. El TSJC comunicó recientemente al Colegio de Abogados de Barcelona que la ejecución de la sentencia comporta también la suspensión del ejercicio de la profesión durante dos años. Además, ese colegio, que jamás se atrevió a actuar contra él por mala práctica deontológica pese a las numerosas quejas y procesos penales que le vinculaban, le ha abierto ahora un expediente por cuestiones de ética profesional. El resultado podría ser hasta la expulsión de la profesión.

Atrás quedan los tiempos en los que Piqué reclutaba y presidía, genuflexas, a las togas de oro de la ciudad con motivo del caso Banca Catalana. Eso sí, trabajaron para el poder político con tarifa gratis total. Así lo relata uno de los letrados de aquel grupo selecto. "Nunca se nos pidió la minuta y no vimos ni un duro. Yo sólo tuve una llamada de Jordi Pujol para darme las gracias, y punto", explica el defensor. En aquella élite estuvieron, además de Piqué, los ex decanos del Colegio de Abogados Miquel Casals Colldecarra y José Juan Pintó, así como Manuel Serra Domínguez, Rafael Jiménez de Parga y Juan Córdoba Roda.

Nadie habría imaginado entonces, tras la campaña patriótica, la exculpación de Jordi Pujol y el linchamiento social y mediático que sufrieron los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena por ejercer sus funciones, que podrían variar algún día ciertos símbolos del guión habitual de la historia. Y es que horas antes de que el abogado entrase en prisión, Jiménez Villarejo recibió de un presidente socialista la máxima distinción judicial que concede la Generalitat. "Alguna vez ganan los buenos y pierden los malos", silabeó aquel 26 de septiembre con su habitual socarronería José María Mena, el fiscal jefe de Cataluña.

El tono de la frase resume las ácidas batallas que en este tiempo han librado en los juzgados la fiscalía y Piqué Vidal. A los casos ya citados hay que sumar la descapitalización de Grand Tibidabo a cargo de Javier de la Rosa, las facturas falsas del caso Planasdemunt, por el que acabó condenado un ex consejero de la Generalitat; el caso Casinos sobre la supuesta financiación irregular de Convergència Democràtica y la venta fraudulenta de terrenos por el Consorcio de la Zona Franca que se saldó con la huida de España de Antonio de la Rosa, padre del citado financiero.

Jueces corruptos

A estos casos hay que agregar el de Carlos Lorenzo-Penalva y Joaquín García Lavernia, los dos primeros magistrados condenados en democracia por cohecho y que probaron la cárcel. Tras ser expulsado de la carrera judicial, el corrupto Penalva acabó trabajando para el despacho de... Piqué Vidal. O el megafraude de la Seguridad Social en el que el abogado pactó una minuta computada por días y tardó más de una década en juzgarse.

Esa época dudosa y esa pegajosa melaza judicial anidan ya, para respiro general, en el baúl de los recuerdos. "La ciudad y la justicia empezaron a cambiar hace 20 años y surgieron penalistas que hablaban sólo de derecho, que no eran oscurantistas ni conseguidores", resume un conspicuo letrado barcelonés. También surgieron jueces que no se dejaban corromper ni sucumbir a los cantos de sirena de los poderosos. Pero ésa es buena harina de otro costal.

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