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LA CRÓNICA
Columna
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Eterno 'Thalassa'

Pedro Secorún tendría derecho a recitar el famoso monólogo del replicante en la secuencia final de la película Blade Runner: 'He visto cosas que no creeríais, he visto naves ardiendo más allá de las puertas de Tanhauser...'. Por ejemplo, Secorún ha pasado días enteros en Las Piedras Negras, una ciudad petrolera erigida sobre pilones de cemento que se hunden en las profundidades del mar frente a Bakú, 50 kilómetros mar Caspio adentro: 100 kilómetros de raíles carcomidos, carreteras desplomadas, almacenes oxidados, ruinas industriales y pozos burbujeantes de oro negro. Ha visto a la población en masa de las Feroe -unas islas perdidas en el Atlántico Norte, a mitad de camino entre Dinamarca e Islandia- salir alegremente en sus embarcaciones festoneadas de guirnaldas y resonantes de orquestas, risas y canciones, al encuentro de las ballenas piloto cuando emigran hacia América, cercar una manada de unos doscientos animales, conducirla hasta la playa, hacerlas embarrancar en la arena y lanzarse a degüello sobre ellas tiñendo de sangre las olas grises...

Once años es mucho tiempo para un programa de televisión, pero se diría que 'Thalassa', como el mar, es eterno
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Eterno 'Thalassa'

Pero a diferencia del melancólico replicante que teme que sus visiones se perderán 'como lágrimas bajo la lluvia', este otro señor que, como Rutger Hauer, también tiene el rostro tallado a hachazos, no sólo ha visto esas cosas y muchas otras, cruentas o delicadas, deportivas o profesionales, que suceden en alta mar o en las orillas, sino que las ha filmado y las va proyectando cada semana en nuestros televisores.

Hace 11 años que se emite más o menos regularmente por la televisión de Cataluña, en el Canal 33, el programa Thalassa. Y su audiencia no sólo no se cansa de él, sino que resulta cada vez más popular. En una parrilla cada vez más ensimismada, vulgar y neurótica, este programa parece una ventana abierta al mundo; a cualquier mundo, siempre que disponga de una ribera.

Thalassa compite, los jueves a las 22.15 o 22.30, con las películas de las televisiones públicas y los culebrones de las cadenas privadas. Y aún así mantiene el tipo, el share. Tiene legión de adictos incondicionales. Quizá su singularidad estriba en que, a diferencia de otros programas documentales sobre la naturaleza, no se centra exactamente en las curiosidades de la vida de los animales o de las plantas, sino en las formas de vida de las comunidades humanas que han sido moldeadas por su relación estrecha con el mar.

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El programa es el producto estrella de la empresa Rumbo Sur, donde trabajan media docena de personas, con muchos colaboradores dispuestos a embarcarse regularmente y pasar días en alta mar para volver con un rollo de película. Once años es mucho tiempo para un programa de televisión, pero se diría que Thalassa, como el mar, es eterno: en la televisión francesa lleva muchos más años emitiéndose un programa a imagen y semejanza del cual nació el Thalassa que conocemos.

Secorún, aficionado desde siempre a la navegación y a las letras, en su primera juventud fue deportista de élite en varios deportes, luego se licenció en historia y periodismo y pasó unos años colaborando con distintos medios escritos y audiovisuales hasta encontrar un campo de trabajo en el que se sintiera 'cómodo y coherente' consigo mismo. Y afirma: 'A diferencia de otros programas ligados a fenómenos de moda, el nuestro no tiene caducidad. Porque en realidad lo que hacemos es explicar historias con el pretexto del mar, que es un imaginario que siempre existirá y que está íntimamente relacionado con el comercio, con la aventura, con el viaje y con muchos aspectos misteriosos de la aventura humana'.

Pero 'contar historias' es algo que hoy día hace cualquier espabilado con un lápiz o un ordenador; de hecho, casi todos los programas de televisión se dedican a eso. Y él responde: 'Tienes razón; tengo que pensarlo mejor. ¿Cómo lo explicaría?'. Esta es la segunda vez en muchos años de periodismo en que la persona a la que entrevisto declara que antes de responder tiene que pensar. Secorún reflexiona un momento y añade: 'Evidentemente, hay un factor de tratamiento profesional; luego está nuestra enorme curiosidad real, sin la cual no podríamos aguantar el ritmo, bastante intenso, de viajes y periplos y dificultades que llevamos afrontando; e incluso está el cariño que sentimos por las cosas y por la gente. Porque cuanto más te acercas a la realidad y más contacto estableces con ella, más difícil te resulta no compartirla. De ahí también otra marca de la casa: no machacamos mensajes ni teorías, sino que tratamos de aportar elementos para que el espectador pueda extraer sus propias conclusiones'.

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