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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Exámenes de junio

Cada año, cuando llega este mes, muchos de mis amigos y conocidos desaparecen de circulación. Cual expiación anual se recluyen en sus casas hasta San Juan, en un enigmático retiro. Son los temidos exámenes de junio. En muchos sentidos, verdadero fin de año para una parte importante de la población, que tienen su enero particular en el mes de septiembre. Quizá, en un futuro más o menos próximo, cuando la sociedad laica deje de regirse por un calendario católico, el final del año sea justo antes de las vacaciones veraniegas. Hasta ese día, los únicos que verán el mundo de esa guisa seguirán siendo estudiantes y profesores. De hecho, la idea de las vacaciones bien pudo nacer en aquellas primitivas aulas medievales, cuando los calores interrumpían la docencia. A aquellos primeros turistas van dedicadas estas líneas.

La Universidad barcelonesa tiene una larga historia, iniciada en 1450 a partir de los estudios de medicina y de arte creados a principios del siglo XV. Cien años más tarde ya funcionaba como un activo centro de investigación y aprendizaje. Y tras la clausura impuesta por el repelente Felipe V, vino a convertirse en uno de los focos más dinámicos y creativos de la ciudad. No obstante, aunque aquellas carreras eran muy distintas de las actuales, la vanidad de los titulados era la misma. Y como no podían colgarse un diploma enmarcado en la pared, utilizaban una forma -no menos ostentosa- de hacer público su brillante currículo. Para ello, los licenciados en varias materias o los doctores veían la fachada de su casa adornada por un Víctor pintado con almagre -un compuesto de sangre de vaca y barniz- de un rojo chillón.

El Víctor es un emblema romano de la victoria, adoptado por los universitarios en el Renacimiento, que el vidente de Franco -Corintio Haza- incorporó a los símbolos del franquismo; y cuya traducción literal sería: '¡Viva!'. Para ello, combina las letras de la palabra en un anagrama, acompañado del nombre a quien está dedicado. Barcelona, siendo una vieja sede universitaria, vio sus calles decoradas, durante siglos, con estos dibujos -auténticos precursores de los grafitos-, que nos hablan de una época en que la publicidad todavía era cosa rudimentaria y pedestre.

Así, a principios del siglo XX aún era posible ver auténticas colecciones de estos símbolos, pintados en muchas casonas de la calle de Arcs, en el palacio Centelles de la Baixada de Sant Miquel, o a lo largo de la calle de Gegants. Desaparecidos éstos, hoy tenemos que conformarnos con los pocos supervivientes que aún no han sido borrados. Quizá el mejor conservado es el que ostenta la entrada a la casa de Convalecencia, en la calle del Carme, dedicado a un médico de apellido Huguet. O los dos que hay en el Archivo de la Corona de Aragón, uno dedicado a un tal Viñals y otro -muy deteriorado- que podría recordar a un tal Mateu. Más difícil resulta adivinar la especialidad del señor Texidor, a quien distinguieron con un Víctor situado en la placita de Marcús, junto a otro con las iniciales EVA. O los que siguen visibles, en la pared de Santa Maria del Mar que da al Fossar de les Moreres, los cuatro que decoran la fachada del Ayuntamiento que da a la calle de Ciutat, o los restos ilegibles de la calle de la Pietat y del número 25 de la calle de Montcada, actualmente galería de arte Maeght.

Por la misma razón que nuestros abuelos se cuelgan en el balcón un azulejo tipo: "Aquí vive uno del Barça" (o del Español), el Víctor pone: "Aquí vive un doctor". Imaginen cómo ha cambiado esto de ponerse de codos a estudiar. Suerte, pues, para todo aquel que tenga un examen, aunque sepa que ya no le van a vitorear.

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