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La Fundación Alfonso Comín denuncia la explotación infantil

La entidad entrega a la ONG Global March su 25º premio

Casi tres décadas de lucha contra la explotación infantil enmarcaron ayer la celebración del 25º aniversario de la Fundación Alfonso Comín. Kailash Satyarthi, ingeniero informático indio que hace 28 años abandonó el ordenador para denunciar a las multinacionales que en su país explotan a niños de entre 5 y 12 años de edad, recibió ayer el 25º premio internacional Alfonso Comín en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona.

El galardón se entregó a la organización Global March, que bajo el impulso de Satyarthi, ha liberado de la esclavitud empresarial a unos 80.000 niños en más de 160 países. "Seguimos esforzándonos para estar a la altura de la mirada penetrante, cariñosa y exigente de Alfonso Comín", recordó ayer la presidenta de la fundación y viuda de Comín, Maria Lluïsa Oliveres.

El legado intelectual político y humano de Comín, católico y militante del PSUC, fue alabado por el periodista y escritor Ignacio Ramonet, que pronunció el discurso de entrega del premio. Ramonet se mostró amable al principio, rememoró al hombre que da nombre al galardón y a los 24 premiados en años anteriores, para después destemplar al auditorio mediante un arsenal de datos agobiantes: cifró en 400 millones los niños en el mundo a los que se obliga a trabajar como esclavos, recordó que 2,6 millones de niños lo hacen en condiciones pésimas en la misma Unión Europea, acusó a las grandes empresas tabacaleras y de cacao de enriquecerse con la explotación infantil -"con el cacao que consumimos todos nosotros", lanzó al público-, y recordó que 30 euros bastan para convertir a un niño en esclavo en muchos países de África.

Tras recibir el premio, Satyarthi explicó por qué decidió cambiar las cosas allá a mediados de la década de 1980, cuando a ningún organismo internacional se le había ocurrido ni recabar datos sobre la explotación infantil. Recordó historias de niños muertos a palos, a patadas, de agotamiento y de hambre; cómo se hartó y promovió una marcha a pie de seis meses y 80.000 kilómetros que obligó a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a actuar. Reunida la OIT en Ginebra, los marchistas forzaron la primera protesta contra la explotación infantil, hoy convertida en ley en más de 150 países. "Costó mucho convencer a los propios niños que no debían dejarse explotar", dijo Satyarhi. En ésas sigue 28 años después, sumando apoyos y reconocimientos como el de la Fundación Alfonso Comín.

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