_
_
_
_
_
ELECCIONES 2011
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ganar y perder

Josep Ramoneda

Al decir de las encuestas, se podría afirmar que las elecciones en España están decididas, pero en Cataluña no. En realidad, es una verdad a medias porque en este caso lo que se dilucida es quién gobernará a España, y esta vez no va a depender del orden final de llegada en Cataluña. El resultado catalán puede dejar, a lo sumo, algunas consecuencias políticas y sobre todo psicológicas a medio plazo.

Si en Cataluña el resultado es indeciso y en España está casi todo decidido, es por el rechazo que sigue teniendo el PP aquí y porque los sistemas políticos son distintos. España tiene un bipartidismo imperfecto y Cataluña tiene un pluripartidismo variable, lo cual significa que los electores catalanes gozan de más opciones a la hora de ir a votar, es decir, que el sistema catalán es más representativo -o menos cerrado, si se prefiere- que el español. De las periferias emana el principal factor de corrección del bipartidismo español.

CiU, pensando quizá que la normalización del PP debilitaba al PSC, podría acabar debilitándose a sí misma

Que con la misma ley electoral en España se vote a dos y poco más y en Cataluña se vote a seis significa que hay diferencias de fondo en la composición social y política de Cataluña. Se podría decir que el demos catalán es más complejo, lo que se traduce en mayor número de vectores a la hora de conformar las opciones de voto. El voto español se mueve sobre el eje derecha-izquierda. El voto catalán incorpora también el cuadrado identitario: españolismo, catalanismo, soberanismo, independentismo.

La novedad más llamativa en el escenario catalán es que por primera vez se contempla la hipótesis, todavía improbable, de que el PP adelante a CiU en unas legislativas. El nacionalismo moderado ha estado jugando al aprendiz de brujo y puede acabar pagándolo. Desde que recuperó el Gobierno de la Generalitat, CiU no ha dejado de otorgar legitimidad al PP, convirtiéndolo en aliado preferencial. Las campañas anticatalanas y el recurso contra el Estatuto cayeron inmediatamente en el olvido. El PP arrancó pactos beneficiosos, hasta el extremo de conseguir la mitad del poder en la Diputación de Barcelona teniendo solo seis diputados frente a los 20 de CiU. Y los responsables económicos del Gobierno catalán no han disimulado nunca la sintonía en materia de política económica con el PP. El pacto fiscal convertido en bandera electoral de CiU es el escollo, pero la indefinición en que lo mantienen sus promotores invita a pensar que habrá margen para las adaptaciones si es necesario. En cualquier caso, CiU ha contribuido generosamente al blanqueo del PP ante la sociedad catalana y, si este partido es bueno para pactar, no se ve ninguna razón para que el segmento más conservador del electorado de CiU no opte esta vez por votar directamente a la derecha española. De modo que CiU, pensando quizá que la normalización del PP debilitaba al PSC, podría encontrarse al final habiéndose debilitado a sí misma.

CiU ha intentado cargar sobre el PSC la responsabilidad de los pactos con el PP. Es cierto que el PSC lleva mucho tiempo desnortado y sin criterio estratégico alguno; que ha cometido disparates incomprensibles, como negarse a facilitar la aprobación de los presupuestos, que es lo que dio coartada a CiU para pactar con el PP, y en cambio apoyar la ley ómnibus, que era un ataque directo a la herencia del tripartito, y que ha tenido un montón de oportunidades de ofrecer un pacto ambicioso, que hubiese transferido la carga del rechazo a CiU, y nunca se ha atrevido. Pero los pactos son responsabilidad de quien los firma y es CiU la que ha pactado con el PP. Y sin embargo, todo hace pensar que Cataluña seguirá siendo territorio apache para el PP. Si con la oleada generalizada a favor del PP que hay en España no se sitúa por delante ya no de CiU, sino incluso del PSC, es que sigue moviéndose por este territorio como un extraño.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

El PSC, en el mejor de los casos, perderá más del 30% de los escaños en las elecciones que tradicionalmente le son más favorables. Sigue a la deriva. Si la idea mayoritaria en Cataluña de que siempre es preferible un Gobierno del PSOE a uno del PP le permitiera mantener, a pesar de todo, el primer lugar en la línea de llegada, se equivocaría si lo interpretara como el inicio de un cambio de tendencia. Y desde luego sería catastrófico para el futuro de este partido que una lectura triunfalista del resultado reforzara la tendencia actual a afrontar el próximo congreso sin ninguna voluntad de regeneración y de cambio en profundidad. A veces ganar puede servir para acabar de perderlo todo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_