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Columna
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Hay Gobierno, ¿habrá alternativa?

Enric Company

La triunfal entrada en el Palau de la Generalitat de Lluís Prenafeta, el poderoso secretario general de la Presidencia en la etapa de Jordi Pujol, para asistir a la toma de posesión de Artur Mas como presidente ha sido hasta ahora el momento que mejor resume el retorno de CiU al poder en Cataluña. Prenafeta se convirtió en símbolo insuperable.

Sí, ha sido un retorno: de la derecha al Gobierno y de la izquierda a la oposición. Y ambas partes lo han vivido como una reincorporación a su lugar, aunque disimulen. Mas, declarando que vive su nueva responsabilidad como una llegada y no como un regreso. El socialista Joaquim Nadal, recién nombrado jefe de la oposición parlamentaria, reiterando ayer su voluntad de que el PSC se comporte como un partido de gobierno.

Artur Mas pone los mimbres para un largo dominio; mientras tanto, la izquierda está en fase de dispersión

El que parece llevar peor su situación es el PP, que vivió las elecciones catalanas como un triunfo de la derecha pero tuvo que comprobar que le toca seguir calentando los bancos de la oposición en el Parlament. En cambio, a juzgar por lo visto y oído en los primeros momentos, a los dirigentes de Iniciativa-Verds no les costó prácticamente nada asumir casi con alegría su parte en el retorno de la izquierda a su papel de oposición. Misterios de la política. La tardanza del todavía presidente de ERC, Joan Puigcercós, en darse cuenta de que tenía una indelegable, inocultable y no precisamente pequeña parte de responsabilidad en la derrota de la izquierda remite también a la idea de que los republicanos se veían a sí mismos con más naturalidad en la oposición que en el Gobierno. Era como si dijera: "Aquí no ha pasado nada".

Pero ha pasado. Y ahora lo razonable es esperar que esta resituación de cada cual en un sitio dure por lo menos dos legislaturas, a poco que CiU le ponga un mínimo de sentido común y eficacia a su dominio institucional y mediático.

Sin embargo, la eventualidad de un periodo más largo no es desdeñable si la izquierda repite ahora lo que hizo en la década de 1980, en la etapa que consagró al pujolismo como fuerza de gobierno. Aquella etapa coincidió con el auge del neoliberalismo en Estados Unidos y el Reino Unido, el hundimiento del comunismo soviético y la desorientación de la socialdemocracia en los países del entorno occidental en que está España. Aquel proceso a escala planetaria se tradujo en Cataluña en un ensimismamiento de las fuerzas de la izquierda, en el que cada una andaba a su aire. Los socialistas, autoproclamándose en solitario alternativa de gobierno a CiU. Esquerra, satelizada por el pujolismo hasta el extremo de que sus secretarios generales de esos años terminaron todos en CiU. Los comunistas, soltando lastre y dedicados a convertirse en ecosocialistas.

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Hasta que el PSC se decidió a llamar a Pasqual Maragall no se inició la elaboración de una alternativa real al dominio de CiU, y eso no sucedió hasta nada menos que 1997. Pujol y CiU llevaban ya cuatro legislaturas formando Gobiernos en Cataluña uno detrás de otro cuando Maragall comenzó la elaboración de un proyecto de cambio político. Y la consiguiente acumulación de fuerzas no se traduciría hasta 2003 en una mayoría parlamentaria del conjunto de los tres partidos de la izquierda.

Las primeras semanas de la legislatura actual nos muestran a un Mas poniendo los mimbres para una etapa con mayoría electoral y política de larga duración, como indica la integración de Ferran Mascarell en el Gobierno de CiU. Frente a este empeño, parece apuntarse la tendencia de los partidos de la izquierda a buscarse la vida cada uno por su lado: los socialistas, proclamándose fuerza de gobierno; Esquerra, compitiendo con los partidos surgidos de sus escisiones recientes; Iniciativa-Verds, autoproclamándose otra vez como izquierda verdadera. Quizá sea una etapa inevitable para reagrupar fuerzas, pero los datos y la experiencia indican que ni el PSC, ni ERC, ni ICV podrán ser alternativa por separado y que, por tanto, si quieren retornar al Gobierno, deben elaborar un proyecto conjunto para dirigir Cataluña. Esta vez, más conjunto. Cuanto más tarden en empezar, más tarde llegarán. La otra vez fueron 23 años.

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