Impuestos y matemáticas
Hace unos años, con asombro, oíamos decir a José Luis Rodríguez Zapatero que bajar impuestos era de izquierdas. Hace pocos meses, con gran incredulidad, oíamos decir a Mariano Rajoy y otros miembros de la derecha que no pensaban subir los impuestos. Y ahora, con Rajoy presidente, hemos vivido una de las más fuertes subidas de los últimos tiempos. Al margen de comentarios sobre la credibilidad de los políticos en tiempo electoral y los repartos de culpas entre Gobiernos, se me ocurren cuatro reflexiones sobre impuestos e ideologías.
1. Hay que distinguir la ideología y las matemáticas. Subir o bajar impuestos no es un tema de derechas o de izquierdas, es un tema de contabilidad. Los Estados, al igual que las familias, no pueden vivir instalados en el déficit más que en periodos cortos y con déficits moderados. Los niveles de impuestos vienen determinados casi matemáticamente por los niveles de gastos. Una sociedad que decide que, para aumentar su bienestar y su equidad, desea contar con unos servicios públicos de más calidad y gratuitos, sólo puede asegurarlo con un adecuado nivel de ingresos, es decir, con más impuestos. Éste ha sido el gran error de muchos países, entre ellos España, que durante los últimos 15 años han ido mejorando el nivel de servicios e infraestructuras, y al mismo tiempo rebajando impuestos, con aplausos de todos, izquierda y derecha. Incrementar sistemáticamente el endeudamiento es avanzar hacia el precipicio. Y hay que reconocer que durante este periodo los Gobiernos, todos, no han sabido cuadrar las cuentas. Lo han hecho con ingresos no sostenibles (procedentes del inmobiliario) o con déficit. Nos podríamos haber evitado el aumento actual si no se hubieran hecho (en algunos casos las mismas personas y partidos) las imprudentes supresiones o disminuciones de años atrás.
Los recortes llegan con un Estado de bienestar a medio construir y el aumento de la pobreza de los dos últimos años
2. Las matemáticas dan paso a la ideología a la hora de tomar dos decisiones clave. La primera es el nivel de bienestar que se desea. La izquierda es partidaria de más bienestar y menos desigualdad, y la derecha de menos servicios públicos gratuitos y de menos impuestos. En estos últimos años se ha ido invirtiendo en toda Europa la tendencia de la década de 1960 hacia una sociedad más cohesionada y con un Estado de bienestar más importante (en algún caso hasta excesivo). Los recortes que se hicieron han llegado a España cuando aún estaba el nuestro a medio construir y por tanto es más difícil aceptar pasos hacia atrás. La lucha contra los recortes será dura, sobre todo por el gran incremento de pobreza que se ha creado estos dos últimos años, pobreza que además hunde el consumo y la recuperación.
3. La segunda decisión es tal vez más importante ideológicamente. Si hay que subir o bajar impuestos para financiar un cierto nivel de bienestar, ¿cuáles se suben y cuáles se bajan? La izquierda desea aumentar la contribución de las rentas más altas y especialmente las provenientes del capital y de las plusvalías especulativas, que actualmente tienen una carga impositiva mucho menor que las del trabajo, y también quiere recuperar un impuesto para las grandes fortunas y eliminar todos los mecanismos que les permiten eludir la tributación. Los Gobiernos, por comodidad y también por eficacia recaudatoria, son partidarios de aumentar la carga sobre las rentas del trabajo (IRPF) y sobre el consumo (IVA), pero ello es socialmente regresivo.
4. La renta disponible, o el nivel de vida de un ciudadano medio, es la suma del "salario neto" (salario bruto menos impuestos) más el "salario en especies" (servicios gratuitos que no debe pagar). Si se congelan los salarios y al mismo tiempo se aumentan sus impuestos y se reducen las prestaciones de los servicios públicos, se produce un triple ajuste a la baja. Es algo inevitable, pero todos debemos ser conscientes de que es una forma indirecta de reducir los salarios. El camino para evitarlo pasaría por poder aumentar los salarios brutos, exigiendo aumentos paralelos de productividad que dependen de un mayor esfuerzo y una mayor capacitación en el factor trabajo, y de nuevas inversiones en las empresas.
En resumen, durante 20 años hemos construido una sociedad más rica (no tanto como hemos creído), pero mucho más desigual. Hemos de estar atentos y ser prudentes, para evitar que ahora dibujemos una sociedad más pobre y además todavía más injusta.
Joan Majó es ingeniero y exministro.
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