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LA VENTANA DE GUERRERO
Columna
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Joan Guerrero: material sensible

Hace muchos años, cuando las cámaras digitales aún no copaban el mercado, se solía clasificar bajo el nombre de material sensible los carretes de negativos que impresionaban los fotógrafos. Es un buen nombre, sobre todo si lo aplicamos a Joan Guerrero, el hombre que aparece en la foto con el río Besòs al fondo. Lo de material sensible le va como anillo al dedo por dos razones: porque Joan es un romántico de la vieja escuela que se ha mantenido fiel al negativo y porque, como ha podido verse en la amplia colección de fotos publicadas en esta misma página a lo largo del mes de agosto, Joan es un fotógrafo que destila siempre grandes dosis de humanidad.

Son muy raras las fotos de Joan Guerrero en las que no aparecen personas. Y es que a él le gusta precisamente captar el factor humano de la realidad, impresionar esa foto que, como él mismo dice, "puede arañar el alma de la gente para hacerla más solidaria".

Son muy raras las fotos de Joan Guerrero en las que no aparecen personas. Y es que a él le gusta captar el factor humano de la realidad

Joan Guerrero se ha jubilado recientemente, al cumplir los 65 años, pero todos los que le conocemos sabemos que nunca dejará de hacer fotos. Lo sabemos porque Joan ha llegado a ser inseparable de su cámara y porque para él la fotografía nunca ha sido un oficio. Quizá ha sido una manera de ganarse la vida, pero es sobre todo una vocación. Joan Guerrero hace fotos porque las ha hecho desde que era un niño, cuando se fabricaba una rudimentaria cámara con una caja de cerillas, y porque ha llegado a ser lo que es a base de esfuerzo personal, de compromiso y de solidaridad. Quizá quedan muy atrás en el tiempo aquellos años en los que tuvo que emigrar de su Tarifa natal, pero en la memoria de Joan sigue viva aquella luz única, aquel mundo que iba descubriendo de niño, aquel viento, aquellas dificultades. Emigró de adolescente con su familia a Puertollano, en busca de una vida mejor, y más adelante, en la década de 1970, dio el salto a Cataluña. Para poderse pagar un billete en aquellos trenes abarrotados de emigrantes tuvo que venderse su primera cámara, una Voigtländer, pero él siempre supo que con el tiempo se compraría otra, probablemente porque ya se sabía "envenenado" por la belleza de las imágenes de dos películas que le habían hechizado: El ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, y Los 400 golpes, de François Truffaut.

No es por casualidad que en la foto de Carles Ribas aparezca Joan Guerrero junto al río Besòs. Éste es el paisaje de su vida, el paisaje que más le ha marcado, hasta el punto que no se entendería a Joan sin Santa Coloma de Gramenet, población en la que vive y a la que dedicado muchas fotos y varios libros. Antes de abrirse paso como fotógrafo, Joan desempeñó una serie de duros trabajos, entre otros el de peón para ensanchar la carretera de l'Arrabassada, pero la revista Grama, de su amada Santa Coloma, le dio la oportunidad de dedicarse a lo que más le gustaba: la fotografía. Allí se fue definiendo este estilo inconfundible: fotos en un blanco y negro contrastado y con una fuerza especial, con un encuadre sensible y con un factor humano insuperable. Son fotos que no sólo encuadran un aspecto determinado de la realidad, sino que van más allá, que consiguen darle un hálito poético que enlaza con la obra de dos escritores que Joan admira: Antonio Machado y Miguel Hernández. Se trata, en definitiva, de esa poesía pegada a la calle y a la gente, esa poesía de apariencia sencilla que logra, sin embargo, llegar al fondo del alma y captar las esencias del hombre. Joan Guerrero ha hecho miles de fotos a lo largo de su vida, en un amplio campo de intereses que abarca desde el barrio de La Mina hasta la América Latina de los desamparados. Ha hecho miles de fotos y ha pasado por distintos diarios, en los que siempre ha dejado una huella especial. En los últimos años le hemos tenido de compañero en EL PAÍS, y ha sido una gran suerte trabajar con él, y no sólo por sus fotos, que también.

La gran lección de Joan Guerrero ha sido, es y será sobre todo su manera de ser, su humanidad, su solidaridad. Las fotos, al fin y al cabo, son tan sólo una consecuencia de la sensibilidad única de un personaje que por muchos años aún irá captando fragmentos de realidad para convertirlos en material sensible.

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CARLES RIBAS

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