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Reportaje:Fiestas de agosto

Noche de Gràcia

Miles de personas abarrotan desde el atardecer las calles del barrio barcelonés que se llenan de música

Miles de personas invaden esta semana las calles de Gràcia con motivo de las fiestas. Música, calor y alcohol -mucho alcohol- son los ingredientes principales de unos festejos que, al margen del inevitable ruido y basura que generan, se están desarrollando sin altercados destacables. Así lo aseguraron los Mossos d'Esquadra, que se apuntaron a la fiesta organizando talleres para niños.

El miércoles por la noche, en la plaza de Rius i Taulet, una multitud esperaba -cervezas y cubatas en mano- a que comenzara uno de los muchos conciertos que amenizaría la juerga durante unas horas. "Lo mejor de las fiestas es el ambiente popular. Además, la mayoría de los grupos que actúan son del barrio", dice Arnau, un joven de 22 años dispuesto a pasar una larga noche en vela. "Siempre tengo un hueco reservado para las fiestas y este año veo que hay más gente que el anterior", se alegra Adrià Camacho, de 21 años, mientras bebe y baila con sus amigos en la calle de Verdi.

Las calles estaban a rebosar pese a ser la primera noche festiva. Atravesarlas suponía una odisea: cientos de personas saltaban al ritmo de la música o charlaban sentadas en el suelo. Los bares hacían su agosto, nunca mejor dicho. Pep Bielsa, de 27 años, abrió su local -L'Estoneta- dos días atrás, aprovechando el inicio de las fiestas. "El martes no pretendíamos abrir, pero al dejar la persiana a medio cerrar nos invadió la gente y empezó a consumir", explica.

Estas fiestas históricas son, de hecho, completamente cosmopolitas. Muchos turistas extranjeros vienen a Barcelona en busca de este derroche de juerga. Mathieu, francés de 27 años, está de vacaciones con sus amigos y se encontró con esta agradable sorpresa. "Estas fiestas son más tranquilas que las de Bayona. Allí sólo hay alcohol, y aquí también hay música y una bonita decoración", apunta. Y muy elaborada. "Hemos estado trabajando meses para adornar la plaza", explica Àlex, de 49 años, uno de los creadores de la ornamentación de Rius i Taulet.

Oficialmente la fiesta debía terminar a las 2.30. Ni de lejos. La policía desalojaba poco a poco y sin problemas a los jóvenes que se arremolinaban en las plazas. La estrategia no funcionó, porque después se realojaban en otras. La calle de Ros de Olano y la plaza del Sol acabaron convirtiéndose en el último punto de reunión. En esa plaza, arrancó un concierto improvisado de yembés. Hizo vibrar a los jóvenes, pero no así a los vecinos, que reaccionaron tirando huevos y cubos de agua.

Algo más tarde, las calles de Gràcia exhibían la resaca de la fiesta: contenedores hasta los topes, basura desperdigada por las calles y regueros de orina, porque los servicios portátiles, instalados por el Ayuntamiento, se demostraron insuficientes.

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El buen tiempo acompañó la noche del miércoles. No así la mañana de ayer. Aunque la lluvia caída no arruinó la decoración de las calles. Por la tarde, el sol volvió a brillar. Cuando se ponga, vuelta a empezar.

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