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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Octavio superó su enfermedad

Anoche volvió a salir. Estaba entrada ya la noche. No sé en qué cadena ni a qué hora ni cómo se llama el programa, pero es subyugante, con una fascinación teñida de pena y repulsión, parecida a la que inspiran ciertos espectáculos demasiado modestos y vulgares, ciertos cabarets provincianos con el suelo sembrado de cáscaras de pipas de girasol, con vedettes cansinas y un público brutal y despiadado, o los circos de animales escuálidos y tiñosos, de fieras desdentadas y payasos seniles que aúllan infinitamente a la luna, o los políticos con sus discursos. Es un oráculo de la tele que se llama Octavio Aceves y está sentado, de cara al espectador, barajando unas cartas de tarot mientras aguarda las llamadas telefónicas de la audiencia para leerles la buenaventura. En esa presencia de aceves con sus manoseados naipes de tahúr de los sentimientos y las inseguridades de los crédulos, naipes roñosos sobre los que de vez en cuando oscila un péndulo para "desmagnetizarlos" de la carga emocional que en ellos ha dejado la anterior predicción, y dejarlos así listos para una nueva profecía, se revelan los deseos y carencias del respetable público con desnudez perturbadora: "Sólo de lo perdido canta el hombre", como dice un poema de García Calvo, "siempre de lo mismo".

"Los años me han dado experiencia, calma. Yo te voy a dar una salida. Yo te voy a dar serenidad"

Todo es patético en este modesto, veraz y falso espectáculo televisivo donde el plano único es el plano medio del augur con pajarita, que habla y responde a la cliente que de vez en cuando con voz en off le pide una profecía. Patético es para empezar el mismo rótulo sobreimpreso al busto de aceves, que dice: "Octavio superó su enfermedad, deja que él te ayude". Él tuvo tiempos mejores; como augur de cierta "buena sociedad" incalificable disfrutó casi de la misma popularidad que un Rappel, le convidaban a fiestas de alto copete, fue confidente de unas marquesas y casi amigo de unas vizcondesas. Pero en su carrera se cruzó esa dolencia grave, casi letal, que le ha tenido apartado de los focos y ahora al regresar tiene que hacerlo con un aspecto claramente desmejorado y desde un soporte mezquino. El programa es pura catarsis, y tan bueno es Octavio dispensando falsas esperanzas pagadas a tocateja como los largos momentos en que aguarda, con los nervios a flor de piel, con una contenida impaciencia, la llamada del siguiente incauto, al que impetra con frases solícitas: "Vamos, llámame", pide con voz meliflua y convincente. "¿Has perdido a una persona a la que querías mucho y la quieres recuperar? Llámame. Te ayudaré". Y luego se abre otro océano de horroroso silencio que el hechicero corta con unas nociones filosófico-ocultistas: "Somos seres de energía; y yo te puedo devolver la energía. Así que mi consejo es que llames". Pero nadie llama. "Aquí están estas cartas", las muestra aceves en la palma de su mano, "perfectamente desmagnetizadas. Los años me han dado experiencia, calma. Yo te voy a dar una salida. Yo te voy a dar serenidad". Aquella recua de persuasivos impostores, de aventureros, tahúres, seductores y grandes embaucadores dieciochescos que viajaban de corte en corte, como Giacomo Casanova, o como el Chevalier de Balibari en Barry Lindon, o el Welldone de Casavella en Lo que sé de los vampiros, son sus antepasados, de los que él ha venido a menos, a mucho menos, encogiendo hasta quedar reducido a este liante televisivo que implora con excelente dicción:

-No me dejes... Me siento ridículo, llama.... Soy Aceves, llevo 30 años tirando las cartas del tarot... ¡Ah! ¡Aquí estás! ¿De qué signo eres? ¿Piscis? ¡Bien, Piscis, gracias por llamar! Es un placer hablar contigo. ¿Qué quieres saber?

-Tema de amor. Qué puedo esperar. Además, una persona que ha salido de mi vida y no sé si va a volver.

Aceves tira un par de cartas, las contempla meditabundo, y tras lanzar la tercera afirma, castigándola con el índice:

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-Te ha hecho sufrir muchísimo.

-Sí.

-Lo peor es que te ha hecho sufrir y ahora quiere...

Piscis, ansiosa, le interrumpe:

-¿O sea que él va a volver?

Caen más cartas sobre el tapete:

-Sí, muy compungido, por todas las putadas que te hizo...

-Sí.

-Mira, ¡oh!, te viene otro amor. Es la persona que te acompañará todo el resto de tu vida. ¿Quieres una buena noticia? Te viene otro amor.... Forma una pareja contigo, familia, dos hijos...

-¡Ah, Aceves, qué bien! ¿Y cómo es él?

-Musculoso. Y tiene una cabeza que es una maravilla.

-¡Ay!, eso espero.

Sucede en no sé qué universo cuántico, sí que lo sé, en éste.

El oráculo de la televisión, Octavio Aceves.
El oráculo de la televisión, Octavio Aceves.

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