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Columna
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El PP y su agujero catalán

Enric Company

Cataluña ha sido hasta ahora el agujero negro electoral del PP en España. Lo ha sido porque sus rivales socialistas han obtenido siempre en ella grandes resultados, pero también porque el espacio social, político y electoral de la derecha está cruzado y dividido por el nacionalismo, y en el reparto al PP le ha correspondido siempre la parte más pequeña. Una rama de la derecha vota al nacionalismo catalanista, representado por CiU, y la otra vota al nacionalismo españolista encarnado por el PP.

La opción en alza en toda España ante la cita electoral del día 20, el PP, tiene, por tanto, dos retos en Cataluña. El primero es acortar significativamente las distancias con los socialistas en uno de sus feudos. Su sueño es repetir aquí lo que a mediados de la década de 1990 logró en Madrid y Valencia, donde hasta entonces había un fuerte predominio de la izquierda, encabezada por el PSOE. El segundo reto es acercarse o incluso imponerse al nacionalismo catalán, redistribuir el peso de ambas fuerzas y avanzar así en la homogeneización del mapa de la derecha en España, llenar su agujero negro.

Además de arañar diputados al PSC, el PP aspira el día 20 en Cataluña a reequilibrar su peso político con CiU

La dinámica política, dominada por una crisis económica que el Gobierno de Rodríguez Zapatero no ha podido controlar, le es favorable. El ciclo electoral comenzó en Cataluña con la caída de la mayoría de izquierdas en las elecciones autonómicas de noviembre de 2010, continuó luego con otra caída de la izquierda en las municipales de mayo de 2011 y lleva camino de cerrarse con una tercera caída en las legislativas de próximo día 20. Los sondeos preelectorales no ofrecen dudas sobre la victoria de la derecha, solo las hay acerca de su magnitud. Los mismos sondeos que auguran una victoria del bloque de la derecha señalan la existencia de una gran bolsa de votantes socialistas indecisos, superior al 20% de su electorado. De cómo se distribuya depende el perfil del resultado.

Si el PSC no es el partido más votado en estas elecciones, será su primera derrota en unas legislativas desde 1977 y, por esto mismo, marcará un hito histórico, una rigurosa novedad. Por vez primera, además, el bloque de derechas tendrá el poder simultáneamente en los tres niveles de gobierno: el estatal, el autonómico y el municipal, incluyendo desde hace cinco meses el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona. Un dominio inédito en la etapa democrática, superior incluso al del periodo 1996-2003, cuando PP y CiU estaban al frente de los Gobiernos español y catalán, respectivamente. Entre 2004 y 2010, los socialistas y la izquierda gobernaron España, Cataluña, Barcelona y tres de las cuatro diputaciones provinciales catalanas. Lo que se avecina es la inversión total de esta situación, la vuelta de la tortilla.

Algunos sondeos, aunque no todos, apuntan a un empate entre CiU y PP e incluso a un adelantamiento del PP a CiU. La tendencia señala que CiU se acerca al PSC y el PP se acerca a CiU. Tal redistribución dentro de la derecha tendría cierto aire de restauración de algo ya antiguo si el PP quedara el primero. Está por ver hasta dónde sube la marea conservadora, pero el auge del PP reafirmará en cualquier caso el fin de tres décadas de marginalidad política de la derecha-derecha en Cataluña, la que tan cómoda y feliz vivía durante el franquismo. La recuperación de posiciones de poder en Cataluña por esta rama de la derecha llega justamente cuando el centroderecha nacionalista agrupado en CiU por Jordi Pujol tras el franquismo se instala en una suerte de esquizofrenia política: al tiempo que da por roto el pacto constitucional, considera agotado el sistema autonómico y coquetea con el independentismo, CiU consolida su alianza política con el PP en el Parlamento catalán, el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona. Practica una política de acuerdos con el mismo PP que niega rotundamente la plurinacionalidad del Estado, el que abomina del modelo lingüístico catalán y el mismo que rechazó y combatió el Estatuto de Autonomía de 2006 con campañas anticatalanistas en Madrid y Andalucía que constituyeron el punto de arranque de su recuperación frente al PSOE. El mismo PP que acude a las elecciones con un programa de recentralización de competencias ahora en manos de las comunidades autónomas.

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