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Columna
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Política y morritos

Lo nuestro es también un problema de urbanidad. Una cuestión de formas. Del nivel de embrutecimiento que colectivamente estamos dispuestos a soportar. La polémica mediática de los últimos días no supera el nivel del rebuzno cuando se califica de ser "un mierda" a un hombre que "no tiene huevos" porque se emociona en público y cuando se centran los comentarios sobre el nombramiento de una ministra en el deseo de sus labios, con un tonillo de rancia españolada. Las palabras del alcalde de Valladolid son propias del Sazatornil persigue-suecas en Torremolinos que lleva dentro.

A parte de la horterada, de la forma, la cuestión de fondo es si ese sustrato machista es compartido por muchos en la sociedad española. Si, por ejemplo, resulta aceptable que el líder del Partido Popular no solo no se crea obligado a lamentar el nivelón de su correligionario en público, sino que le apoye en privado con la complicidad de un SMS.

La cuestión de fondo es saber si el sustrato machista es compartido por muchos en la sociedad española

La minoritaria presencia de mujeres en los puestos de representación y poder parece confirmar que el machismo también se expresa en otros ámbitos. Los datos dicen que las mujeres son el 26,6% en el Gobierno de la Generalitat, que son el 12,6% de los alcaldes, que son entre el 60% y el 80% del total de los estudiantes de algunas carreras, pero el 16,6% de los catedráticos. Mujeres son el 53% del total de los funcionarios de carrera en la Administración del Estado, pero solo el 22,3% de los altos cargos.

¿La sociedad civil también es un club de caballeros? Las pymes cuentan solo entre sus directivos con el 6,5% de mujeres y la representación en Fomento del Trabajo (siete mujeres de 76 miembros de la nueva junta directiva) y el Círculo de Economía (cuatro mujeres de 25 miembros) así lo indican. Tampoco mejora la ratio de rectoras o directoras de medios de comunicación, por no hablar solamente de periódicos.

A la baja representación de las mujeres se suma una actitud machista viscosa más difícil de cuantificar, pero que los convierte a ellos en hombres de carácter mientras que ellas son unas histéricas, y valora las conquistas de los Casanova mientras que ellas se quedan en meretrices.

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Cuando en pleno escándalo fue nombrada alcaldesa de Santa Coloma Núria Parlon, se le preguntó en una entrevista cómo iba a conciliar el cargo con su hijo. Sin molestarse por la pregunta, que cuesta creer que se le hubiera formulado a un hombre, Parlon contestó: "Eso va a ser lo más difícil". La conciliación continúa siendo misión imposible y mayoritariamente cosa de mujeres. El resultado es un uso del tiempo desigual en la dedicación a la casa (4 horas y 37 minutos las mujeres que trabajan fuera de casa, y 2 horas y 14 minutos los hombres).

Los horarios poco flexibles e irracionalmente largos hacen que los españoles duerman 50 minutos diarios menos que sus vecinos europeos, sin ser por ello más productivos.

Vamos al fondo del caso de la ministra de Sanidad. María Teresa Fernández de la Vega ha sido el fusible del presidente y ha demostrado que una mujer en España puede estar en el epicentro del poder y ser tomada en serio.

Pero está claro que si la feminidad no es una incompetencia, tampoco es una competencia, por lo que algunos nombramientos que reproducen el criterio de la obediencia política y no de la meritocracia acaban perjudicando la imagen de las mujeres. En el caso de Leyre Pajín, la cuestión no son sus características físicas, sino sus capacidades y méritos para dirigir el Ministerio de Sanidad. Ni por currículo académico ni laboral se justifica su nombramiento.

¿Significa esto que una ministra competente, por ejemplo Marina Geli, se habría ahorrado los comentarios machistas? Como recordarán, Geli ya fue insultada convenientemente por la caverna.

Decía Françoise Giroud que "la mujer sería verdaderamente igual al hombre el día que, para un puesto verdaderamente importante, se nombrara a una mujer incompetente". Si fuera cierto, el Gobierno de Zapatero habría conseguido la igualdad. No parece.

Esther Vera es periodista.

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