_
_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

"¡Soy tu hijo! ¡Abre, por favor!"

"¡Estoy harto de pasar hambre y calamidades!", exclama Raimon mientras camina desde Ciutat Vella hacia el barrio de Sant Gervasi para solicitar un desayuno. ¡Quién hubiera pensado que después de probar los mejores restaurantes de la ciudad un día se encontraría sin un céntimo para comer!

Sube por La Rambla y, una vez que cruza la Diagonal, llega a la otra Barcelona, la opulenta, la que conoce bien y donde reside parte de su familia. No visitará a sus parientes. Dobla en la calle de Elisa y entra por una discreta puerta: es el Centro San Francisco de Asís, donde reparten chocolate caliente y bollería a quienes se encuentran en total precariedad.

-Cafè o xocolata?

-Xocolata, si us plau.

En el Centro San Francisco de Asís reparten chocolate y bollería a quienes están en situación precaria

Raimon toma dos cruasanes e intercambia algunas palabras en catalán con las voluntarias de los Franciscanos Conventuales, mujeres mayores que atienden a más de cien personas que llegan diariamente. Raimon sólo come una ración, cinco años en la indigencia le han achicado el estómago, pero no le han curtido del todo el paladar: "¡Me dan asco los comedores sociales! ¡Dan pura mierda! ¡Están atascados de gente! Aquí es limpio, ordenado, es como regresar a casa. Vengo a recibir sensaciones. Estas señoras son más buenas que el pan. Me hablan en mi lengua y cuando me sirven parece que veo a mi tía o a mi madre", confiesa Raimon, quien recuerda que tiene madre, pero ella no quiere saber nada de él.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En ese pequeño salón convergen la clase media y alta catalana con las clases proletarias de inmigrantes. No se mezclan, pero ambas prolongan el momento con interminables mordiscos antes de volver al mundo del desamparo. "Renuncié porque con el pretexto de la crisis me exigieron hacer doble jornada por el mismo precio. Collons!", dice un hombre. "¿Sabes qué es Cataluña? Un país de vividores. Nuestros políticos sólo se preocupan por tener su culo bien asentado en el poder. No pueden siquiera gestionar una nación tan pequeña como ésta" , reclama Raimon con la rabia de quien se sabe olvidado por los suyos.

En la mesa contigua, las mujeres marroquíes y latinoamericanas arriban después de visitar las agencias de colocación con la esperanza de encontrar un trabajo en el servicio doméstico. Muchas llevan a sus bebés y comentan: "Si las cosas empeoran, regresamos a nuestros países. Aunque sean pobres siempre te ayudan". Junto a ellas, jóvenes barceloneses, algunos universitarios, se apresuran a comer y marchan diciendo: "Con esto tengo para el resto del día".

Raimon sorbe los últimos tragos de chocolate antes de regresar a las calles de Ciutat Vella. Años atrás, hacía ese mismo trayecto para ir a su oficina en la quinta planta del Word Trade Center cuando era un exitoso ejecutivo, y aunque superó muchos obstáculos, los fantasmas del pasado terminaron venciéndole. Cómo olvidar que a sus ocho años de edad le abandonaron en un internado y no regresó a casa hasta cumplidos los 13. Durante toda su infancia recibió golpes de curas que a varazos y patadas trataron de corregir al niño rebelde; entonces aprendió a odiar la religión y a sus clérigos hipócritas. Creció bajo la educación represiva del franquismo, sin haber sentido afecto alguna vez. "¿Verdad, madre, que así fue, verdad que me dejaste y te fuiste a tu casa del Pirineo?".

Cuando escucho a Raimon, miro aquellos hijos de familias solventes, hombres en edad madura, que devoran un cruasán y me pregunto: ¿que no tienen un familiar que les apoye, un pariente que les regale dos panes y un café? ¿Acaso esta crisis terminó por detonar la desintegración familiar y la falta de solidaridad que ya existía? Quizá muchos son también críos inadaptados de la dictadura, que al igual que Raimon no se atreven a tocar la puerta de su madre y decirle: "Soy tu hijo. Estoy derrotado. ¡Abre, por favor!".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_