_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sudando catalanismo

Hace años Joan Reventós, en la creación del PSC-Congrés, dijo con acierto: "Estamos sudando socialismo". No estuve en aquel acto porque creí que las propuestas que se hacían eran intelectualmente atractivas, pero políticamente equivocadas para lo que necesitábamos en Cataluña. Un socialismo de corte marxista no era lo adecuado para un país que aspiraba a la modernidad y a integrarse en Europa. Lo que necesitábamos era socialdemocracia. Felipe González, con clarividencia, lo impuso en el PSOE en un gesto de liderazgo indiscutible.

Recordé esta historia antigua el pasado sábado mientras estaba, junto a una multitud, "sudando catalanismo". Ya sé, y me gusta, que algunos además sudaran independentismo, otros soberanismo, otros federalismo, otros autonomismo, y todos indignación contra la agresión que el Tribunal Constitucional (TC), bajo la instigación del PP y la pasividad del PSOE, nos ha infligido. Esta sentencia, que nunca debía haber existido, ha dañado a la justicia y ha abierto una fractura política que cierra una etapa y nos obliga a establecer las bases de un nuevo pacto evitando que se pueda transformar en fractura social.

Si la España futura es lo que ha teorizado el Constitucional, la Cataluña de la que yo formo parte no cabe en este Estado

La sentencia y la respuesta del sábado deben hacer mover las cosas, tanto aquí como en Madrid. El millón de personas que superaron las incomodidades evidentes para poder decir "¡ya basta, por aquí no pasamos!" demuestra claramente que el TC ha conseguido convertir la desafección en rechazo, irritación y hartazgo. Hay que reflexionar, porque a esto hay que darle una salida.

La salida independentista es seguramente la más atractiva emocional e intelectualmente, pero creo que (como ocurría hace 40 años con el marxismo) plantearla ahora como solución no es lo más adecuado desde un punto de vista político, ni por las condiciones externas ni por las internas. Un proceso de segregación, hoy, en Europa necesita una voluntad mayoritaria interna y una disposición externa al pacto. Hace falta que una mayoría de los ciudadanos de Cataluña lo quiera y que el Estado esté dispuesto a discutirlo. No ocurre ni una cosa ni la otra.

Lo primero, por la creciente complejidad de la sociedad catalana. Los sondeos indican que una gran mayoría de los ciudadanos se sienten "catalanes y españoles". Algunos, como es mi caso, incomparablemente más catalanes que españoles, pero no anti-españoles. Otros, por nacimiento, raíces y afectos, "tan catalanes como españoles". Tengo la impresión de que hacen falta todavía muchas más decepciones y agresiones gratuitas para crear un bloque mayoritario independentista. Tal vez la imbecilidad de algunos agresores de fuera lo puede acelerar, pero no creo que el independentismo nos resuelva nada a corto plazo, y sin mayoría, podría conducir a la fractura social.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Entiendo perfectamente que se me haga la pregunta, que yo también me hago: ¿todavía crees que es posible un pacto? Esta es mi respuesta: soy catalán por naturaleza y lo seguiría siendo aunque no quisiera. Soy español porque necesito un Estado (mientras estos existan) y, aunque con algunas incomodidades, el Estado democrático que se configuró en la Constitución me amparaba y me permitió, hasta mediados de los noventa, pensar que avanzaríamos en su desarrollo. Estoy dispuesto a ser español siempre que no se me obligue a ser menos catalán de lo que soy y mientras el Estado me defienda a mí, mi nación, mi lengua, el futuro de mis nietos y todo aquello con lo que me identifico. Ahora no veo que sea así.

Si la España futura es lo que deja entrever la ideología del PP, lo que ha destilado una gran parte de los medios de comunicación de Madrid y lo que ha teorizado, sin que nadie se lo haya pedido, el TC, la Cataluña de la que yo formo parte no cabe en este Estado. Si hay una España posible plural y abierta, como la que me describió en 2003, en una conversación privada en Mataró, José Luis Rodríguez Zapatero, recién elegido secretario general del PSOE, creo que sigue habiendo acomodo. Si la actuación del PSOE no responde a la visión de aquella España plural de la que hablamos y el PSC, clave del futuro, no consigue que en el PSOE se acepten sus posiciones sobre Cataluña, no hay perspectiva de un nuevo pacto. En este caso, solo quedaría la resignación o el independentismo. Ambos son caminos llenos de frustraciones y de dificultades. Tal vez el segundo es más excitante, pero me da miedo que lleve a lo mismo, es decir, por ahora a nada.

Joan Majó es ingeniero y fue ministro de Industria

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_