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Reportaje:

Vetado por la cara

Un juez investiga la denuncia de un español de rasgos orientales al que se le prohibió la entrada en el Maremágnum por sus rasgos

La denuncia relata que fue la noche del pasado 1 de julio cuando Z. X. L. acudió con unos amigos al complejo de ocio del Maremágnum y le desviaron al grupo de los clientes con rasgos orientales. Es decir, los que habían de abonar doce euros por traspasar el acceso general, un peaje del que estaban exentos los otros clientes. Es decir, los españoles o de rasgos occidentales.

Z. preguntó al vigilante de seguridad el porqué de la discriminación, sigue relatando la denuncia y la respuesta fue que era "una orden del jefe". Entonces mostró su DNI, pero no le hicieron caso y abonó los 12 euros. Dos semanas después regresó al lugar y el resultado fue todavía peor. "Los chinos no entran", cuenta que le dijeron.

La denuncia relata que los españoles entraron gratis y que Z. hubo de pagar 12 euros

Buscó un abogado y ahora el Juzgado de Instrucción número 24 de Barcelona está investigando si se cometió un presunto delito de denegación discriminatoria por razón de raza. El artículo 512 del Código Penal castiga esa conducta con penas de uno a cuatro años de inhabilitación profesional.

Lo de menos es que Z. tiene nacionalidad española desde hace dos años, que reside aquí desde hace 20 y que regenta un restaurante japonés con una selecta clientela entre la que se incluye buena parte del cuerpo consular de Barcelona. "¿Cuál es el problema, que tengo cara de chino? ¿O que me voy a emborrachar?", se pregunta Z. con locuacidad. "Los vigilantes de seguridad, auspiciados por los responsables de la sociedad propietaria del complejo Maremágnum prohibieron la entrada a un usuario, simple y llanamente por presentar rasgos orientales", dice la denuncia.

Los implicados niegan esa acusación. Hace tres semanas declaró como imputado el director financiero de Odisea 2000, la empresa que gestiona el recinto y relató que el personal de seguridad lo contratan los propietarios de las tres discotecas y los dos bares musicales de la zona. No sólo rechazó el comportamiento denunciado por Z., sino que mostró una orden escrita del mes de mayo dirigida a los dueños de dos locales en la que se les instaba a no discriminar a los clientes.

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En la tramitación del pleito, el abogado de Z pidió al juez que una dotación policial acudiese camuflada al recinto para verificar la denuncia, pero fue desestimado. Z. decidió entonces contratar a un detective privado, camuflar una cámara y filmar los hechos. La transcripción de lo ocurrido y la cinta entregada al juzgado reitera el veto, con un diálogo que roza el absurdo entre los vigilantes y los clientes.

En un momento de la conversación se dice que las chicas orientales sí pueden entrar pero los hombres no porque "hubo un problema arriba". En otro instante del diálogo y a la vista de que el detective iba a entrar, pero Z no, éste se estiró los ojos con los dedos. "¿Tengo cara de esto?", le espetó al vigilante, antes de recordar a gritos que él no era chino, sino español.

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