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Miliciano Stafford MIQUEL BERGA

Este artículo da noticia de las dos únicas visitas que el miliciano Stafford realizó a Barcelona. La primera, en el invierno de 1936, sin haber cumplido aún los 18 años y con el pecho henchido de ardor revolucionario y antifascista. Se alistó el bueno de Stafford a las milicias del POUM y se fue a la guerra en el frente de Aragón. Pasó sus meses de soldado con la ilusión de tomar Huesca un día. Pero ese día no llegó. Desde su posición en la Granja de Monflorite divisaba, resplandeciente como una casa de muñecas, la diminuta ciudad que se había convertido en la concreción de su idealismo adolescente y generoso. A su lado estaba otro inglés bastante mayor que él. Pronto aquel flemático y espigado conciudadano se convirtió para Stafford en un hermano mayor y con él, meses más tarde, después de los infames sucesos de mayo de 1937, anduvo escondido por las calles de Barcelona huyendo de la persecución de un tipo de hermano mayor distinto. Sin aún saberlo nombrar así, escapaban de un Big Brother que dictaba lecciones de liquidación a distancia desde Moscú. Estas circunstancias convirtieron a aquellos idealistas ingleses, algo ingenuos, que habían cruzado la frontera con la ilusión de acabar con Franco y el fascismo, en antiestalinistas precoces. Como resultado, el miliciano Stafford obtuvo su pequeño lugar en la historia. Como habrán adivinado, su compañero de fugas y fatigas era el célebre autor de 1984, George Orwell. En su Homage to Catalonia, Orwell menciona a menudo al chaval Stafford Cottman y sus peripecias para escapar de Barcelona y de aquellos que ya habían hecho vaporizar al líder del POUM, Andreu Nin, y se ejercitaban en el arte de administrar purgas al disidente en nombre de la bondad de la causa. La segunda y última visita del miliciano Stafford a Barcelona se produjo al cabo de 45 años. El novelista Nigel Williams preparaba en 1983 unos documentales sobre George Orwell para la BBC y se trajo a aquel chico que ya tenía 63 años para rodar in situ los recuerdos de la Barcelona revolucionaria y del frente de Aragón según el testimonio del "joven compañero de Orwell en España". La primera noche de Stafford en Barcelona después de tantos años, fue muy emotiva. Aquel convencido irreductible del potencial solidario del ser humano estaba radiante y feliz de pisar la nueva España democrática. Se respiraba aún el júbilo socialista tras la victoria espectacular del joven Felipe González el año anterior. Después de una cena "para ingleses" en los Caracoles de la calle de Escudellers, nos dirigimos al hotel Colón, donde se hospedaba el equipo de la BBC, para una última copa. Fue entonces cuando Stafford nos rogó que le dejáramos dar un paseo a su aire por la parte baja de La Rambla. Quería "recapturar", dijo, algo de la atmósfera de aquel lugar que había guardado en la memoria como escenario de sus más profundas experiencias iniciáticas. Volvió al cabo de poco al bar del hotel. Con semblante desconcertado y algo balbuceante nos confesó, medio avergonzado, que acababan de robarle la cartera. Estábamos, en efecto, en aquella Barcelona de los primeros ochenta en la que la inseguridad ciudadana era tema diario. Por segunda vez, Barcelona negaba la hospitalidad más elemental a un hombre que había glorificado la memoria del pueblo catalán. Eso era, justamente, lo que intentaba explicarle al taxista que nos conducía a presentar la denuncia a comisaría.

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