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Zozobra política

Nuestros actuales gobernantes (la minoría mayoritaria de CiU) parecen decididos a deslizarse lentamente por la pendiente de una plácida agonía. Sestean, dormitan.

Han construido una realidad virtual a su medida y han abandonado toda capacidad de atender a los ciudadanos, de aceptar las críticas y responder a las demandas y exigencias razonables de los mismos. No se trata de anunciar en la severidad de nuestras afirmaciones ninguna crisis. Pero cuando asistimos a una creciente versión autista de la realidad, cuando percibimos el recurso fácil a las simplificaciones maniqueas, conviene señalar puntualmente los déficit de gobernación que exhiben salvo algún destello fugaz de Jordi Pujol.

No se trata, insisto, de diagnosticar la evolución general del país. Se trata de analizar las capacidades de nuestros gobernantes, su coherencia, su sensibilidad, ante las cuestiones que se plantean. No es tanto cuestión de analizar ahora las potencialidades de Cataluña como de evaluar las capacidades de aquellos que administran por cuenta de todos los recursos públicos y la imagen general del país.

A lo largo de este verano se han suscitado, al menos, tres cuestiones de gran calado que merecen nuestra atención: 1. En el mes de julio aumentó el paro registrado en Cataluña. 2. Todos los esfuerzos del Servicio Catalán de Tráfico no han podido impedir ni el colapso de las carreteras ni sobre todo el incremento de los accidentes mortales en Cataluña. 3. Los accidentes laborales se han disparado y el número de víctimas mortales no ha parado de crecer hasta alcanzar una proporción alarmante y una frecuencia gravísima.

Es evidente que se trata de tres temas que han despertado una gran preocupación y que pueden ser una buena prueba para acreditar la capacidad de atención, reacción y respuesta de nuestros gobernantes.

En democracia es exigible claridad en la respuesta y consistencia en las soluciones. Gobernar implica asumir responsabilidades y ejercerlas. Ésta es la esencia de la delegación de soberanía que asumen los gobernantes.

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Hay un factor preocupante común denominador en la respuesta a los tres temas. Veámoslo: 1. El paro podría haber subido, dice el Gobierno catalán, por la actitud poco responsable de algunos empresarios dispuestos a dar de baja estacionalmente a sus trabajadores e inscribirles en el paro. 2. Las causas principales de los accidentes de tráfico son, siempre según el Ejecutivo, imputables a los conductores (exceso de velocidad, no usar el cinturón de seguridad, embriaguez). 3. Las causas de la siniestralidad laboral hay que buscarlas, también de acuerdo con el parecer del Gobierno, en el incumplimiento por parte de trabajadores y empresarios de la normativa vigente.

No vamos a discutir, ni a desmentir, estas explicaciones. Queremos simplemente constatar hasta qué punto nos escandaliza su unilateralismo. La simpleza del desmarque sin rubor. La frivolidad de quien ante su falta de respuesta busca transferir responsabilidades y buscar culpabilidades ajenas a cualquier precio.

¿Por qué no se reconocen en las cifras de la desocupación algunos leves síntomas de desaceleración, sólo algunos, y alguna deficiencia estructural?

¿Por qué en los accidentes de tráfico no se fija también la atención en las características y las deficiencias de la red de carreteras? ¿Cómo se explica que se haya intentado incluso justificar la bondad del trazado y de la sección del Eix Transversal cuando existe una rara unanimidad de los usuarios en sentido contrario como a menudo reflejan las secciones de cartas al director de la prensa de Cataluña?

¿Cómo se explica el incumplimiento sistemático de la legislación sobre riesgos laborales y la falta de vigilancia y control ante tal contumaz desacato?

Fijémonos con más detalle en esta última cuestión. Finalmente, el consejero de Trabajo, Lluís Franco, y el propio presidente Pujol han anunciado, en Tiurana, un incremento del 100% de la plantilla de inspectores de seguridad laboral. De acuerdo. La ley es para que se cumpla y es obligación del Gobierno hacerla cumplir. ¿Cómo se explica entonces que en junio del año 2000 (¡hace más de dos años!) el consejero compareciese ante el Parlament y anunciara solemnemente que el control de los riesgos laborales y la disminución de la siniestralidad eran una prioridad absoluta del Ejecutivo catalán? ¿Por qué se anuncia ahora como novedad y reacción tardía lo que se prometió hace dos años?.

Este Gobierno tiene un déficit democrático. Ha perdido la humildad indispensable para encajar las críticas y para ejercer con serenidad una mínima y saludable autocrítica. Quiero concluir con dos ejemplos más que ilustran, en su contradicción, nuestra crítica.

1. Este verano, muy al principio, el consejero de Medio Ambiente, Ramon Espadaler, negó reiteradamente ningún tipo de problemas con el agua de consumo doméstico en ningún pueblo de la geografía catalana. Y en realidad es una evidencia clamorosa que por lo menos 70 municipios tienen problemas en sus aguas por un exceso de nitratos, y al menos dos, Queralbs i Rupià (¡ironías de la vida!) quisieron advertir a sus conciudadanos de las deficiencias de sus respectivas aguas. Es la misma actitud de lavarse las manos del mismo consejero que hemos visto en el caso del accidente de Mollet del Vallès en un intento frustrado de salir por la tangente y dejar solo al Ayuntamiento de la ciudad.

2. En el otro extremo, con diligencia máxima y recursos transferidos de otros departamentos, el consejero de Presidencia, Artur Mas, llevado por una magnanimidad mal entendida, ha ampliado por su cuenta el Carnet Jove a los catalanes y catalanas de entre 25 y 30 años. Es un alarde publicitario de política sin riesgo y sin responsabilidad, es el espejo del anuncio de la campaña institucional, ¡que no te den gato por liebre! La eficacia aún posible en las medidas sin coste, ni desgaste, brilla por su ausencia en las que comportan un riesgo. Lo dicho: sestean, dormitan.

Y, sin embargo, celebro que un ministro marroquí considere a Jordi Pujol el interlocutor en el diálogo bilateral que Marruecos no encuentra en la diplomacia aznarista. A mí no me duelen prendas. A ellos, al parecer, sí. Lo más doloroso es que ante esta actitud escapista e indolente estamos perdiendo muchas oportunidades.

Joaquim Nadal i Farreras, portavoz del grupo parlamentario PSC-CPC.

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