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Columna
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La acogida de alumnos inmigrantes

El anuncio de que se pondrán en funcionamiento el próximo curso escolar los Espais de Benvinguda Educativa (EBE) de manera experimental, abre las puertas a todo tipo de reflexiones y especulaciones. Es notorio que esta es una decisión que introduce una nueva manera de proceder en la tradición de este país en lo que se refiere a las políticas de acogida escolar de la población inmigrante. Sin embargo, no se puede sostener que sea una corrección de las políticas existentes, entre otras cosas porque las actuaciones que vertebran la acogida del alumnado inmigrante en Cataluña van a seguir, como es el caso de las Aules d'Acollida. Pero indiscutiblemente, la mirada política, social y educativa que estos nuevos espacios de acogida introducen es radicalmente nueva y, como toda novedad, está llamada a la polémica y la controversia. Sin ir más lejos, puede ser enormemente ilustrativo ver como dos enfoques informativos -el de este rotativo, EL PAÍS, y el de La Vanguardia- expresaban el pasado sábado visiones extremas sobre la medida. Una hacía pivotar la noticia sobre la afirmación de la consagración de la segregación escolar de los inmigrantes. La otra lo hacía sobre el esfuerzo y los recursos extraordinarios que se van a destinar para la acogida de la inmigración y los beneficios de estos recursos que van a obtener los inmigrantes. La polémica parece garantizada.

El diseño de los llamados Espais de Benviguda para el próximo curso se ha quedado a medias

De entrada deberíamos dilucidar si hacía falta una nueva medida de acogida, y en caso afirmativo si era oportuno que ésta respondiese a un paradigma de la acogida tan distinto al vigente. Si hiciéramos un análisis detallado de la situación a través de los principales protagonistas de la comunidad educativa, constataríamos que a pesar de todos los esfuerzos realizados con las Aules d'Acollida y de la evaluación abrumadoramente positiva que las mismas reciben por parte de profesores y profesionales socioeducativos, los problemas persisten y, lo que es más importante, algunos de ellos no pueden ser resueltos sólo con los instrumentos hoy existentes. Es decir, dadas las circunstancias no es un mal planteamiento dotar de más recursos a la acogida de alumnos inmigrantes ni hacerlo desde un nuevo paradigma, ya que desde el vigente sólo se resuelven en parte los retos planteados y los problemas existentes.

La cuestión, pues, no está en si se deben buscar nuevos instrumentos -creo que estamos obligados a ello-, sino si los denominados Espais de Benvinguda Educativa cumplen con las necesidades del sistema educativo en referencia a la inmigración. De entrada hay que advertir que las cuestiones percibidas como problemáticas en el ámbito de la inmigración y la escuela son muchas más de las que estos espacios pueden solucionar. Cuestiones como la denominada "matrícula viva", la desproporcionada presencia de los nuevos alumnos en los centros públicos en contraste con la infrapresencia de los mismos en la mayoría de las escuelas concertadas, o los datos que algunos estudios de referencia empiezan a ofrecer sobre resultados educativos que apuntan que existe un mayor porcentaje de fracaso escolar entre los inmigrantes, habiendo descontado ya el factor de nivel sociocultural de la familia, son insolubles sólo desde la nueva medida de los EBE. Es decir, se requieren más medidas y decisiones para orientar correctamente la cuestión de la inmigración en las aulas.

Analizando lo poco que sabemos de lo que serán los EBE, es necesario preguntarse si no hubiera sido mejor que más que espacios educativos éstos hubieran sido a todos los efectos centros escolares, con la particularidad de que sólo se pudiesen inscribir hijos de familias inmigrantes que aún no hubiesen tenido contacto con nuestro sistema educativo. Escuelas no de obligada matriculación, sino de libre elección, como cualquier otra escuela en este país. Centros escolares donde entre otras cuestiones se dispondría de un equipo de docentes y profesionales de la educación para garantizar las condiciones que iban a permitir al alumno recuperar seguridad en sí mismo; por ejemplo, apoyando la escolarización inicial de éstos en su lengua materna, avanzando a un progresivo dominio de la lengua catalana y castellana (sin necesidad de inmersión en catalán hasta al cabo de unos cuantos meses o al curso siguiente de su llegada) y donde en un periodo no superior a dos cursos escolares, el alumno se incorporaría a cualquier otro centro normalizado del servicio público educativo.

Es importante señalar que el uso inicial y limitado en el tiempo de su lengua materna, da gran seguridad a cualquier niño, joven o adolescente que acaba de llegar a Cataluña y que no está familiarizado con el catalán ni como lengua de contacto. Esta medida, sin embargo, no se puede garantizar más que en centros determinados. ¿Es esto segregación? Creo que no, al contrario. La libre elección del centro por parte de la familia, los recursos excepcionales destinados para optimizar las oportunidades de educación de esos jóvenes, la seguridad de que están escolarizados en todo momento y la temporalidad de las medidas excepcionales de afirmación positiva para esos niños y sus familias, impide hablar de segregación. El problema en los Espais de Benviguda diseñados para el próximo curso es que el diseño se ha quedado a medias. Que no sea una escuela es una mala noticia. Que sea obligatorio para determinados niños inmigrantes, también. Que no garantice la enseñanza durante un periodo inicial con profesores con dominio de la lengua materna de los alumnos es un error. Que no se sepa el periodo máximo de permanencia en el centro, abre la puerta innecesariamente a especulaciones. En resumen, los Espais de Benvinguda responden a una decisión valiente con una aparente mala concreción. Los EBE necesitan mejorar.

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