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Columna
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Un análisis político, con perdón

Ya que los de Iniciativa per Catalunya (IC) quieren pagar un estudio para saber las causas de la abstención, he decidido servir al país una vez más. Por la mitad del presupuesto, en un plis se lo hago. Y, para que vean mi buena voluntad, a continuación les adelanto las razones por las que, contra todo pronóstico, El Artista Antes Llamado Tripartito ha sumado votos y, en cambio, los de Convergència no han recolectado los suficientes para gobernar en solitario como pregonaban. Lean, lean.

Los sábados, antes de comer, Burrull, jefe de política de El Imparcial, y Muñoz, fotógrafo de Catalunya Endins, suelen ir al Whisky Sour. Resulta que los sábados a esa hora la barra no está llena y el camarero que tiene turno prepara los cócteles con gran corrección. Pero este sábado, Burrull y Muñoz ven que alguien ha ocupado el rincón donde suelen sentarse los grupos de amigas que piden "una copita de cava". Con pavor, comprueban que se trata de Serafí Ullera, el desaliñado presentador del programa de Tele Montbau Soy políticamente incorrecto. (Se trata de un monólogo satírico sobre temas de actualidad, patrocinado por Parket Ullera, la empresa de su padre).

En el rincón, Serafí Ullera intenta seducir a una chica que viste pantalón a rayas, usa gafas de pasta rojas y entrecierra los ojos como si se estuviese poniendo rímel. Burrull y Muñoz terminan sus bebidas, cogen sus abrigos, sus sombreros y se largan sigilosamente. Saliendo, ven como Ullera dibuja unas comillas en el aire con los dedos para explicarle algo a ella. Como cuando hace el monólogo.

Días después, Serafí Ullera cuelga en su weblog un artículo sobre la coctelería. "Tomo un gintónic en copa grande en el Sour", escribe, "y alcanzo la luna mientras me dejo envolver por la conversación tenue de Ariadna...". Él nunca dirá Whisky Sour, sino Sour, porque él no es de esos tontos que llaman a las cosas por su nombre completo. ¡Decir Whisky Sour sería equivalente a decir Gabriel García Márquez en lugar de Gabo!

En el artículo, Ullera demuestra una vez más que es un privilegiado observador de la realidad. "Es que yo, en un bar, estoy en todas las mesas menos en la mía", escribe. "Me gusta ser objeto de las insinuaciones de las putas viejas... bebiendo a sorbos su derrota", escribe también. (Es un genio).

Cuando Burrull y Muñoz comprueban que Ullera le ha pillado el gusto a la mesa del rincón, deciden cambiarse al Pisco Sour, la coctelería de al lado. Y, eso sí, para que Ullera no venga, escribirán unos cuantos artículos de glosa sobre el Pisco Sour. De este modo, el chico -que adora creerse el descubridor de los lugares que pisa por primera vez- no se acercará, y ellos podrán quedar allí con sus amantes, amigos, camellos o confidentes.

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Pero, y aquí vamos, Ullera también ha redactado artículos y monólogos en los que succionaba a CiU y escupía al tripartito. Y esto ha provocado que los votantes recelen de CiU y empiecen a pensar en las bondades de José Montilla, Josep Lluís Carod Rovira y Joan Saura. Es el mismo efecto que causaba Michael Moore pontificando contra George W. Bush. Daban ganas de votarle, aunque fuera para ver la cara de panoli que se le quedaba al otro. Sin las succiones de Ullera, tal vez Artur Mas sería presidente. Muchos maragallistas y muchos votantes de Esquerra descontentos le habrían votado. Pero, claro, no lo hicieron porque Ullera se hubiese puesto más chulo que Capello. Y lo que es peor: habría exigido que sus monólogos se hiciesen en TV-3.

Los jefes de campaña no deberían preocuparse por los desafectos que les vilipendian, sino, sobre todo, por los afectos. Éstos actúan como agentes del enemigo. Es como cuando Belén Esteban lleva camisetas de la marca Dolce & Gabanna en el programa de Ana Rosa. Lo normal sería que le pagaran por llevarlas. Pero, seguramente, los de Dolce & Gabanna acabarán por pagarle para que por lo que más quiera no las lleve.

moliner.empar@gmail.com

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