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Reportaje:

No apta para niños

Una exposición en el Palau de la Virreina de Barcelona reflexiona sobre la noción de infancia en la sociedad contemporánea

Objeto de los cuidados más exquisitos y de la violencia más cruel, los niños son cada vez más protagonistas del paisaje social y mediático. Pero, ¿cómo ha cambiado la percepción de la infancia a lo largo de la historia? Y ¿cuáles son los roles arquetípicos infantiles vigentes? A estas y más preguntas trata de responder El rey de la casa, una exposición en forma de ensayo visual, concebida por Andrés Hispano y Marc Roig, abierta en el Palau de la Virreina de Barcelona, hasta el 24 de septiembre. La exhibición -sobre los niños, pero dirigida a los adultos- reúne obras de 12 artistas contemporáneos, junto a unas piezas cedidas por el Museo Marès de Barcelona y el Museo del Juguete de Figueres.

El montaje, que tiene un desarrollo temático, empieza y termina en una sala de documentación, con un gran mural en el que se visualiza cronológicamente la evolución de la apreciación de los niños, que resulta directamente ligada a su representación artística. Desde la iconografía medieval que les representa como adultos pequeños, demostrando todo su desinterés hacia su especificidad como individuos, pasando por los rubios niños victorianos y la glorificación de la edad la inocencia del siglo XIX, utilizada como recurso compensatorio a la explotación infantil de la Revolución Industrial, hemos llegado a una época en que la imagen de los niños se ha convertido en "material de alto riesgo".

Inquietante incomprensión

"La nueva percepción y el aumento de valor de la infancia están relacionados con el duelo por los niños perdidos, que pasan de no merecer ni tumba propia hasta protagonizar catarsis mediáticas de dolor insondable", afirman los comisarios, que introducen el tema con una impactante cámara mortuoria, donde una escultura funeraria de 1842 se encuentra rodeada de una selección de noticias luctuosas y violentas, extraídas de la crónica reciente. El inicio anuncia un recorrido que, lejos de proporcionar respuestas tranquilizadoras, deja un regusto de inquietante incomprensión por unos sujetos que se escapan a categorías biológicas y sociales. Todo contribuye a alimentar el desasosiego: la cuna de hierro parecida a una jaula del Atelier van Lieshout, las pintura de James Reilly y las fotografías de Begoña Egurbide que, gracias a las técnicas digitales, modifican su contenido con relación a la posición del visitante, enseñando lo que antes ocultaban y explicitando así la pérdida de la inocencia, la construcción de las emociones y la iniciación sexual. En este panorama resulta concretamente confortante la instalación documental de David Carabén, realizada especialmente para la exhibición, que recoge la historia de cinco tipos de familia contemporáneas.

Los grabados de Paula Rego, las pinturas de Kiki Smith y los universos entre surrealista e hiperrrealista de Mark Ryden, junto con un vídeo del joven Nao Albet (Barcelona, 1990), ponen de manifiesto la crisis de los cuentos clásicos, agudizada por la eclosión de las nuevas tecnologías, que facilitando el acceso del niño al conocimiento, precipitan el final de la infancia. Al parecer, los nuevos bosques, temidos por los padres, son el espacio público, los centros comerciales e Internet, representados por instalaciones, entre las que destaca un pinball de Javier Candeira y Mauro Entrialgo, que funciona como un videojuego. A la salida las preguntas siguen agolpándose en la cabeza y la brecha entre la noción de niñez y la realidad de los niños parece aún mayor.

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