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Los autobuses de Barcelona pierden 10 millones de viajes en 9 meses

La empresa reajusta 48 líneas y no renueva 81 contratos de conductores

Cuesta abajo: ésa es la trayectoria que siguen los autobuses urbanos que gestiona Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB). En los últimos meses, han dejado de transportar unos 10 millones de pasajeros, incluyendo los que se perdieron durante los días de huelga de la pasada primavera y contando siempre idénticos periodos del año anterior. Pero la empresa es consciente de que la caída de usuarios no es sólo cosa del paro de conductores. De hecho, empezó ya en el pasado mes de septiembre y ha seguido de modo casi constante hasta el 30 de junio, última fecha de la que se dispone de datos. Total: 10 millones menos. Los seis primeros meses se cierran con 94 millones. El pasado año hubo 203 millones de usuarios en 12 meses y, si se hubiera seguido la tónica general, lo esperable era un aumento del 3%. En cambio se ha producido un notable retroceso.

Metro, tranvía y Ferrocarrils han ganado pasaje en los últimos meses

El último consejo de TMB, celebrado en julio, tuvo ya conocimiento de estos hechos, que en buena medida prefiguran las decisiones de futuro de la empresa: las cosas van mal y se espera que vayan peor. La explicación dada entonces por los principales dirigentes de TMB (Dídac Pestaña, vicepresidente ejecutivo, y Assumpta Escarp, presidenta) apuntaban a los cambios en la economía. Hay menos movilidad vinculada al trabajo porque hay menos empleados al aumentar el paro. El problema, hizo notar algún consejero en esa misma reunión, es que sólo los autobuses pierden pasajeros. No ocurre lo mismo con el resto del transporte urbano: ni el metro, ni Ferrocarrils de la Generalitat ni el tranvía han notado el impacto de la crisis económica. Al contrario, en los tres casos registran incrementos de pasaje, coincidiendo con los aumentos apuntados en los últimos años, tras el proceso de integración tarifaria. El único modo de transporte que retrocede es el autobús. Un portavoz de TMB rechazó de plano que la pérdida de usuarios pueda estar relacionada con la baja calidad del servicio, por ejemplo en lo que a falta de puntualidad se refiere. Todo lo contrario, señaló el portavoz: las encuestas que encarga la empresa dan a la calidad una nota muy alta. Es decir, mejorar es imposible.

Pero algo se hace. Hace unos días, con motivo de la presentación de nuevos vehículos, la empresa anunció reducciones de servicio en algunas líneas. Ayer lo negó de plano: "Con el abucheo al alcalde Jordi Hereu, todos lo entendieron mal", sostuvo el portavoz de TMB. "No hay reducción", insistió, "sólo hay ajustes de horarios que afectan a los conductores". Fuentes sindicales enviaron ayer a este diario una relación de 48 líneas en las que se produce el "ajuste" horario. En todas ellas el tiempo de conducción se reduce. Desde 17 horas y 4 minutos menos en la línea 7, por ejemplo, hasta seis horas en la línea 41. En todos los casos, señaló la empresa, se trata de "adaptaciones" que el usuario "casi no notará". La misma fuente se negó repetidamente a cuantificar el "casi". "El usuario ya sabe qué líneas se modifican porque lo pone en las paradas", añadió el portavoz oficial. Sí reconoció cambios en las líneas 11, 26 y 40, relacionadas con obras en las vías que recorren.

Los sindicatos promotores de la última huelga sostiene que la reducción del servicio es del 7% de media, contabilizando todas las líneas afectadas. A esto hay que añadir una segunda queja sindical: 81 conductores que han estado prestando servicio en los meses de verano perderán, al menos provisionalmente, el empleo. "No se trata de despidos", puntualizó el portavoz de la compañía. Lo que ocurre, apuntó, es que "no se les renuevan los contratos, pero pasan a figurar en una lista de espera y se les llamará en el futuro cuando haya plazas". Estos conductores realizaban suplencias de verano y también de fin de semana. La dirección de TMB tiene diversos proyectos de reforma de las líneas de autobuses que buscan recuperar el atractivo para el pasajero. "El problema es que están asustados y no se atreven a abordar los cambios por si la cosa empeora", explicó un miembro del Consejo de Administración de la compañía.

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