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Reportaje:

El 'blog' de una bibliotecaria del 36

Sant Andreu recupera su historia a través de los cuadernos de Francesca Farró, que anotó entre 1935 y 1959 las anécdotas del barrio y el centro Ignasi Iglesias

Francesca Farró vivió la República, la Guerra Civil y los primeros años del franquismo en el barrio de Sant Andreu de Barcelona. No fue política, ni historiadora, ni periodista, pero trabajó entre cuatro paredes, donde ahora se reúne la historia de esos años. Las bibliotecas no eran simples almacenes de información. En ellas había vida, pasaban cosas. Y la encargada de contarlas era la bibliotecaria. La señora Farró rellenó varios cuadernos con las anécdotas, las incidencias y los cambios que durante 24 años (1935-1959) moldearon el fondo y la forma de la biblioteca pública Ignasi Iglesias, ubicada en la antigua fábrica Can Fabra. Un cuaderno de a bordo que recupera la historia de la biblioteca y, con ella, la de una mujer que dedicó toda su vida a la cultura. Para conmemorar el 75º cumpleaños del centro, una de las bibliotecas públicas más antiguas de Barcelona (empezó con 5.000 volúmenes), se ha digitalizado el primer tomo del diario, que abarca el periodo comprendido hasta 1944.

"Será un domingo que recordaré siempre mientras tenga memoria", escribió Farró el 1 de febrero de 1938. "Nos fue imposible venir a causa del bombardeo. Mejor dicho, venir sí, lo que pasó fue que el bombardeo nos encontró a medio camino y tuvimos que meternos en un refugio durante mucho tiempo. Cuando terminó, no pudimos encontrar ningún tranvía y, andando, volvimos a casa".

Con una caligrafía exquisita, sin tachaduras y en un perfecto catalán, Francesca Farró no se limitaba a dar cuentas de la gente que iba a la biblioteca y los libros que leía. Además del inventario, redactaba un sincero diario de vida. "Es difícil precisar el fin de esta lucha espantosa entre hermanos. Actualmente, en Barcelona, el movimiento militar está sofocado y hoy (...) hemos reemprendido el trabajo". Son las primeras líneas después de casi un mes de silencio: "Durante estos días, España y Cataluña han sufrido y están sufriendo las horribles escenas que comporta una guerra civil (...). El pueblo está todo en armas", sigue la bibliotecaria el 10 de agosto de 1936.Las bibliotecas públicas empezaron su andadura en Cataluña a principios del siglo XX de la mano de la Mancomunitat y, especialmente, de Eugeni d'Ors. El impulsor de la política cultural y del cambio inspirado en las ideas noucentistes se planteó la renovación de la sociedad catalana a partir de la educación. "El objetivo era hacer llegar la cultura a todo el pueblo y entonces la cultura se significaba en el libro, de ahí la importancia de las bibliotecas", explica Maria Teresa Miret en Una aportació a la lectura pública del segle XX. Les biblioteques de La Caixa (1923-1993). Eugeni d'Ors tejió la red de bibliotecas populares y fundó la Escuela de Bibliotecarias para preparar al personal cualificado que debía dirigirlas.

Francesca Farró estudió tres años en ese centro y en 1927 estrenó el diario de la biblioteca pública Can Pedrals de Granollers. En sus páginas retrató, en catalán, la dictadura de Primo de Rivera -que otorgó la gestión de las bibliotecas a las respectivas diputaciones provinciales- y la proclamación de la República, que devolvió la dirección centralizada a Barcelona.

La bibliotecaria era rigurosa y muy detallista en sus explicaciones. Durante la guerra, Farró cuenta que la gente joven "no lee demasiado en catalán" y que los más pequeños "rechazan los libros en castellano", y se refiere a la censura: "Muchos lectores piden revistas extranjeras ilustradas, interesados en conocer la opinión de países extranjeros respecto de los acontecimientos políticos de España, pero (...) la censura ha privado la entrada de estas revistas". El Manifiesto comunista, de Marx; la revista Foc Nou, del ateneo obrero de Sant Andreu, y varios títulos de Maragall y Verdaguer son frecuentes en las hojas de los años de la guerra, y conviven con el relato de las despedidas de jóvenes llamados al frente, los saqueos, las consecuencias de los bombardeos y la crueldad del hambre. Aunque no era habitual en los diarios que se escribían en la mayoría de las bibliotecas catalanas, el de Farró destilaba sentimiento. En abril de 1938 perdió a su hermano en el frente de Balaguer. "Dios lo tenga en su gloria, que ya lo merece su martirio y resignación (...). No tengo energía para nada", confiesa. Con el tiempo, los diarios perdieron la impronta personal. El de la biblioteca Ignasi Iglesias dejó de escribirse en 2000. "Ya no tiene sentido", reconoce la encargada de ponerle el punto final, Laura Padrós.

Después de la guerra y tras una página en blanco en el diario de Farró, llegó la nueva etapa: "El año de la victoria". A partir de julio de 1939, el catalán desaparece -es momento de las vidas de santos, la historia militar de la guerra en España y libros sobre "los deberes de las casadas"- y Farró empieza a hablar del nuevo director de la biblioteca: "Finalmente, el señor Mateu nos orientó claramente respecto a los libros cuyo ideario exige que sean retirados de la sala de lectura". La biblioteca popular Ignasi Iglesias pasó a llamarse "biblioteca nacional", un cambio que se reflejó también en los usuarios del centro. Además de los obreros de las fábricas Hispano-Suiza y La Maquinista, había "bastantes agentes de policía, tanto secreta como armada".

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Tras años y páginas de quejas por el "frío inhumano" que pasaba en la biblioteca, Farró celebró la llegada de la calefacción central en 1943. Pudo disfrutarla durante 14 años. A finales de 1959 dejó la biblioteca y se despidió del diario. A pesar de las directrices del señor Mateu, lo hizo en catalán.

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