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El círculo vicioso que alimenta nuestros males

Antón Costas

Muchas personas se preguntan si a algunos bancos y cajas de ahorro españoles les puede suceder lo mismo que les está ocurriendo a instituciones similares de países vecinos y si, a la vista de esa posibilidad, deberían sacar sus ahorros de esos bancos o cajas.

El caso de Banif Inmobiliario, del Banco de Santander, que ante el pánico de sus inversores ha tenido que suspender por dos años las devoluciones del capital, ha contribuido a alimentar esos temores. Pero hay que recordar que en este caso se trata de inversiones y no de depósitos de ahorros.

No soy capaz de imaginar que pueda ocurrir una situación semejante con los depósitos de nuestros bancos y cajas. De hecho, la experiencia de países en que algunos bancos han quebrado en el último año nos muestra que no se ha producido pánico de depositantes ni retiradas significativas de dinero.

No hay razones para temer por nuestros ahorros, sea cual sea el banco o caja en el que los tengamos

No hay razones para temer por nuestros ahorros, sea cual sea la institución financiera en los que los tengamos. Hasta la cantidad de 100.000 euros por persona está garantizada por el Estado, pero aun más allá de esa cantidad me es difícil pensar que los ahorros colocados en cuentas o depósitos puedan tener algún riesgo para sus propietarios.

Otra cosa son las vicisitudes por las que van a pasar algunas cajas y bancos, sus accionistas y también sus acreedores.

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Porque, vamos ver: ¿qué razones pueden llevar a pensar que nuestras instituciones financieras no vayan a sufrir el efecto de la contaminación hipotecaria y las consecuencias del desplome de los precios inmobiliarios y de los valores de otros activos? ¿Acaso no hemos sido un país donde se produjo con más intensidad la burbuja inmobiliaria? No creo en el Spain is different. Sucede sencillamente que la economía española acostumbra a experimentar con un cierto retraso lo que otros experimentan antes.

Pero ¿por qué quiebran las instituciones financieras? ¿No es posible que las autoridades obliguen a los bancos y cajas a declarar de una vez todas sus pérdidas, aumenten su capital para absorberlas y, a partir de ahí, vuelvan a ser capaces de prestar a las empresas y familias? No es tan fácil como parece.

Cajas y bancos están experimentando el efecto bumerán de un círculo vicioso que ellas mismas han puesto en marcha.

Lo que ha ocurrido en el último año en el sistema financiero mundial no tiene precedentes. En este tiempo hemos sido testigos de un cambio dramático en el paisaje. Las bolsas de valores se han venido abajo en todo el mundo. Algunos de los mayores actores financieros, símbolos del capitalismo, como Lehman Brothers y City Bank han quebrado o se han colapsado. Algunos mercados financieros donde se negocian activos financieros sofisticados se han desvanecido. El valor de los fondos de pensiones ha sufrido una fuerte merma. El crédito prácticamente ha desaparecido.

Esta sequía de crédito y la crisis patrimonial causada por la caída de los valores de los inmuebles y de los activos bursátiles y financieros, y de las pensiones, han provocado una recesión prácticamente global, así como una severa revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento y de empleo en todo el mundo para, al menos, los próximos dos años.

Pero, a su vez, este empeoramiento de la economía real se ha vuelto como un bumerán sobre el sistema financiero. Al aumentar el desempleo y disminuir la riqueza y la renta de las familias y las ventas de las empresas, éstas tienen ahora más dificultades para devolver los créditos, con lo que la morosidad y las pérdidas de cajas y bancos aumentan.

Temerosos de que esas pérdidas crezcan en los próximos meses a medida que la economía real se deteriora, los gerentes de los bancos y cajas restringen aún más el crédito a las empresas y familias. Esto provoca quiebras de empresas por falta de crédito para el día a día, mayor desempleo y mayor morosidad. Y vuelta a comenzar.

Estamos, por tanto, ante un círculo vicioso que es la causa básica de nuestros males actuales y futuros. ¿Cómo se puede romper este círculo vicioso? Hay dos alternativas.

Una consiste en esperar que ocurra lo mejor, es decir, que las cajas y los bancos contaminados vayan, poco a poco y por sí mismos, limpiando de su balance los activos contaminados, del mismo modo que el riñón infectado de una persona puede hacerlo. Pero esto nos lleva a dos escenarios, a cual peor. Uno es que ese proceso será, en el mejor de los casos, muy lento, sometiendo a la economía a una recuperación en forma de U alargada. Otro es un escenario depresivo en forma de L, a la japonesa, en el que algunas cajas y bancos quebrarán, y otros subsistirán como "zoombies", incapaces de cumplir su función social de bombear crédito y dar vida a la economía.

La otra alternativa es actuar con las cajas y bancos zombis como hacen los médicos ante un paciente con una insuficiencia renal aguda que está contaminando al resto de sus órganos vitales: esperan que ocurra lo mejor, pero se preparan para lo peor. Ya sea para practicar diálisis externa que ayude al riñón a descontaminarse en menos tiempo o, en el caso peor, a un trasplante del órgano que no funciona.

¿Están nuestras autoridades preparadas para intervenir de forma decidida, radical y rápida en las instituciones financieras zombis? Creo que no. La mayor limitación es la intelectual.

Su actitud consiste en esperar que ocurra lo mejor, pero sin prepararse intelectual, económica y políticamente para lo peor. Y eso puede prolongar de forma peligrosa el círculo vicioso en el que hoy se encuentra atrapada la economía y el bienestar de gran parte de la población.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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