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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El 'concepto Can Zam'

Final de semana para un cambio de era. Lluís Llach se ha despedido en Verges de su carrera artística en olor de multitudes. Justo Molinero, patrón de Radio Teletaxi, emisora que celebra sus bodas de plata, ha dicho que su festival, celebrado ayer, también se despide de Can Zam, el parque de Santa Coloma junto a la margen izquierda del Besòs. Al parecer, el alcalde Hereu le ha ofrecido trasladar el sarao a Barcelona, al Fórum probablemente, y él se lo está pensando, en el convencimiento de que "el concepto Can Zam está agotado". El ying y el yang de la catalanidad musical se hallan, pues, en proceso de reformulaciones. ¿Qué será de todos nosotros?

Desde luego, nadie mejor que Justo Molinero para apreciar si el concepto Can Zam está agotado o no. El hombre ha edificado un verdadero imperio sobre ese concepto, dispone de varias emisoras de radio, un canal de televisión, una productora, una agencia publicitaria y una capacidad de convocatoria que para sí querrían los políticos en activo. Todo nació en 1982 cuando este líder de camisas y corbatas vistosas que a la sazón hacía el taxi pensó que lo suyo era la comunicación y creó una emisora de radio alegal, como tantas otras de la época, para informar a sus colegas taxistas del Mundial de Fútbol, aquel del Naranjito que, como de costumbre, ganó Italia.

Ha llovido desde entonces, pero al lego que ayer se acercara a Can Zam le resultaría difícil descubrir algún síntoma de desfallecimiento de la fórmula. El parque estaba lleno a reventar de canzamistas experimentados que con los años han perfeccionado sus técnicas de acampada. Sofisticadas mesas y sillas plegables -se impone el todo en uno, una mesa con bancos incorporados que ahorra los bultos separados-, neveras portátiles de última generación, una zona llena de tiendas de campaña modelo iglú, aquí y allá distintos modelos de avancés de roulottes, protegiendo del sol al personal. Y naturalmente, un mar de toallas extendidas para escuchar la música cómodamente estirados. En la página web Justo recomendaba a sus incondicionales acudir con crema protectora y ropa cómoda. Bueno, sol no hacía mucho, más bien un fresco pelón atravesando la vaguada fluvial, pero en lo de la ropa sí fueron atendidas sus recomendaciones: chándales, camisetas y tejanos caídos que dejaban asomar la parte superior del calzoncillo o del tanga configuraban la indumentaria mayoritaria de los presentes. No faltaban algunos más puestos, en atención a la festividad dominical, pero sin duda eran los menos. Mucho piercing, naturalmente, y también mucha pulsera y cadena de oro. En materia de peinado se diría que no hay norma que valga: los tocados a la brillantina más o menos sofisticados conviven pacíficamente con rasaduras más o menos radicales y azarosas.

La fiesta comenzaba a las diez de la mañana. Por el escenario estaba previsto que se acercaran 43 artistas, entre ellos Manuel Orta, Julieta Venegas, Andy y Lucas, Rosa, Ecos del Rocío, Estopa, etcétera. Justo sobre las 12.15 horas apareció en escena José Montilla, acompañado por el anfitrión, el cual le invitó a tomar contacto con "la Cataluña real" allí concentrada. Bueno, la noche anterior al presidente no le había ido demasiado bien con otra Cataluña no menos real, la que se dio cita en Verges y que le propinó un sonoro abucheo, junto con un genérico rapapolvo a toda la izquierda por parte del artista en retirada. En Can Zam el presidente jugaba teóricamente en casa, las periferias metropolitanas son mucho más lo suyo que las masías del Empordanet, pero la gente está como rara y más vale no tentar la suerte, de manera que Montilla se limitó a dar los buenos días "a todas y todos" y, a preguntas del radiofonista, a manifestar sus preferencias por Estopa, entre los varios grupos del programa: Cornellà obliga. Para despedirle, Justo se arrancó a corear "Presideng, presideng!", pero pocos siguieron en este caso su consigna y el presideng se esfumó tan raudo como había llegado.

Por lo demás, siguen habiendo los puestos habituales de butifarras, chistorras, churros y bebidas, así como tenderetes de gafas de sol y gadgets variados, entre los que destacaban el toro negro sobre la bandera española, la efigie del Ché y una amplia gama de complementos para ponerse ciegos: papel de fumar, pipas de varios modelos e incluso balanzas de bolsillo para pesar el costo.

¿En qué puede, pues, haber variado el concepto Can Zam para que su descubridor se plantee reformularlo? Le estuve dando vueltas al asunto y sólo se me ocurrió una respuesta: ya no hay barro en Can Zam. ¿Recuerdan? El recinto fue famoso por la cantidad de lodo que llegaba a acumular. En muchas zonas del parque ahora crece la hierba, en otras se impone el suelo de hormigón, otras aún se hallan recubiertas por una fina arena que filtra pulcramente el agua de la lluvia y hay un hermoso lago artificial que refresca el ambiente. La imagen de la bata de cola echada a perder por el fango -Can Zam nació como un festival de sevillanas- ha desaparecido de nuestro imaginario para siempre. Y con ella se ha esfumado el concepto compacto de la inmigración que teníamos hasta ahora, la de los españoles procedentes del sur en las décadas de 1950 y 1960. Cuando éstos ya presiden la Generalitat, Can Zam necesita otra cosa. Justo Molinero está dándole vueltas. A ver en qué para la cosa.

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