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Columna
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Los cuarenta principales (revisitados)

El siempre brillante Esteban Linés entrevistó hace unos días al cantante Antonio Orozco. El motivo es que el artista acaba de publicar un disco llamado Cadizfornia, nombre que me parece de lo más poético. Me hace pensar en un circo que vino hace unos años a Barcelona. Sus dueños presumían de poseer al único "ligre" del mundo (y se llamaba así, porque era un cruce -decían- de león y tigre). Y también me hace pensar en el título del grupo Red Hot Chilly Peppers que, igual que Orozco, hacían un juego de palabras con el estado de California, aunque un poco más guarrote. Californikation. El caso es que, de entre todas las cosas que dice Orozco en la entrevista, hay una que me ha conmovido mucho: "Si quisiese vender un millón de copias, no hablaría de soldados, de la guerra, de la inmigración y de otros temas poco correctos".

Antonio Orozco, un hombre que no canta por el vil metal, presenta 'Cadizfornia', su último disco

Es maravilloso. Ojalá tuviese yo esta generosidad. Orozco no sólo se solidariza con los soldados, con los que sufren las guerras, con los inmigrantes y con otros temas poco correctos. Se solidariza sabiendo que al hacerlo pierde dinero. Y mucho. Renunciar a vender un millón de copias por tus ideas demuestra un corazón de oro. Suponiendo que Orozco gane medio euro por disco, tenemos que ha perdido medio millón de euros. Para que luego digan. Ni Sting es tan generoso.

Por suerte, Orozco no está solo. Entre los que pierden dinero por tocar estos temas espinosos, está Bruce Springteen, que publicó la canción War (guerra); Alejandro Sanz, que salía disfrazado de militar en su anterior disco, y Marta Sánchez que fue a cantar para los soldados de la guerra del Golfo. Y eso sin olvidar al autor de la banda sonora de Rambo III y a John Lennon, intérprete de Give peace a chance. Esta canción vendió millones de copias, sí, pero si en lugar de llamarse Give peace a chance (dale una oportunidad a la paz) se hubiese llamado Give peas a chance (dale una oportunidad a los guisantes) habría vendido un millón más. Por desgracia, lo de cantarle a la guerra y a los soldados y perder dinero es una cosa que hasta ahora se nos había silenciado. Ha tenido que ser el valiente Antonio Orozco el segundo en salir del armario. La primera fue Ana Obregón que, despreciando como él las leyes del mercado, dijo, cuando retiraron de la parrilla su serie televisiva: "Si quisiera tener audiencia habría seguido haciendo Ana y los siete".

Desde esta humilde columna quiero rendir un homenaje al autor de Tres corazones, un hombre que no canta por el vil metal. Y también quiero rendir un sentido homenaje a los que al ir a comprar su disco han visto que hablaba de los soldados y de las guerras, así como de otros temas incorrectos, y han decidido no llevárselo. A este millón de personas quiero recordarles que yo, a diferencia de Antonio Orozco, escribo libros que no tratan para nada de la guerra, ni de soldados, ni de otros temas incorrectos. Al contrario. Y es por eso por lo que espero de ellos, personas adocenadas y poco amantes de la incorrección, que corran a adquirir mis obras completas. Y más que nada pensando en Antonio, prometo que, con lo que gane, haré un donativo a la ONG Geógrafos sin fronteras.

moliner.empar@gmail.com

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