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AL CIERRE
Columna
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El destino de Lina

Rafael Argullol

Entre las muchas cosas inexplicables que le habían sucedido a Carolina Codina la que más le dolió, según sus palabras, fue ver que su vida había sido reinventada por completo y que la autora de tal reinvención había sido ella misma. En efecto, un día de 1965 se encontró con la sorpresa de que una editorial soviética había publicado en Moscú sus memorias. Ella no había intervenido en su redacción y se sintió ofendida ante una impostura de tal calibre.

Para explicarnos el fraude de 1965 es necesario remontarnos al día 10 de diciembre de 1918. Aquel día la joven Liona, hija de la moscovita Olga Nemiskaia y del cantante barcelonés Joan Codina, asistió a la velada musical del Carnegie Hall de Nueva York en la que Prokófiev interpretó su Primer concierto para piano. Lina se enamoró de la música y del músico. Tras varios encuentros, Lina paso a ser en la imaginación del compositor la Princesa Linette y se incorporó al elenco fantasioso de El amor de las tres naranjas, la ópera más conocida del artista ruso. A partir de ahí el destino trabajó implacablemente, sin apenas dar respiro a la hermosa aspirante a soprano Carolina Codina.

Convertida en Lina Prokóvief vive los esplendorosos años de la vanguardia parisina en compañía de su marido, uno de los músicos más estimados del momento tanto en Europa como en Estados Unidos. La vida parece ir en la buena dirección durante dos décadas. En 1937, en plenas purgas estalinistas, el nostálgico Serguéi decide volver a Rusia con Lina, cree que su fama será un escudo contra la represión. Moscú ve con desconfianza a Lina: una "burguesa extranjera". Repentinamente la vida va en dirección contraria. Los Prokóvief se separan en medio del clima de sospecha que se apodera sangrientamente de la Unión Soviética. Tras los años de la guerra viene lo peor: Lina, transformada en "espía extranjera", es enviada al gulag (península ártica de Komi). Al retornar, ocho años después, experimenta la afrenta más grave, la reinvención de su existencia. Hasta su muerte luchará contra esto. Una ayuda póstuma y decisiva, el reciente libro de la escritora rusa Valentina Chemberdji: Lina Prokóvief.

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