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Reportaje:ELECCIONES 16-N | La herencia del pujolismo

"¡Es la economía, estúpido!"

Los empresarios introducen en la agenda electoral la pérdida de pulso económico de Cataluña

"¡Es la economía, estúpido!" La célebre frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la exitosa campaña que en 1992 le impulsó desde su modesto sillón de gobernador de Arkansas hasta el Despacho Oval de la Casa Blanca, aterriza en las elecciones autonómicas más abiertas y disputadas desde el acceso de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat. Lo mismo que el rival republicano de Clinton, George Bush padre, se vio descolocado por este mensaje mientras buscaba renovar en la presidencia desde su condición de héroe de la II Guerra Mundial que acababa de liderar una fulminante victoria en la primera guerra del Golfo, a Artur Mas y su equipo, metidos en guerras varias, parece haberles pillado por sorpresa la rampante escalada del debate sobre el latido de la economía en la agenda electoral.

"Hoy no puede hablarse de un problema, pero dentro de 15 años el problema puede ser enorme si no se le pone remedio"
Cataluña va al revés de Europa: la industria crece más, de media, que los servicios, llamados a acaparar la actividad económica
Empresarios y expertos reclaman a los políticos liderazgo e ir más allá de las grandes ideas para planificar cómo potenciar sectores concretos con futuro

En Barcelona, el papel de Carville han venido a desempeñarlo los hasta ahora siempre prudentes y silenciosos empresarios catalanes, con la Cámara de Comercio a la cabeza y con el asentimiento de la gran patronal Fomento del Trabajo, que -espoleados sobre todo por los retrasos del AVE y la constatación de que el Estado ha evidenciado cierto menosprecio por Cataluña en sus inversiones con relación a su peso económico, y conscientes también de que el escenario poselectoral permite un ramillete de hipótesis muy distintas tras dos décadas largas de pujolismo- se han desmelenado para reclamar unas infraestructuras modernas, ya que las deficiencias de las existentes merman la competitividad de una comunidad fronteriza.

De Flandes a Florida

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Cataluña, tradicional locomotora económica de España y puntal de una industria que viene perdiendo terreno en la tarta de la actividad económica mientras las sedes empresariales se escapan al centro, ya no está sola en su liderazgo y rumia cómo completar la transición hacia un nuevo modelo económico, hoy ya iniciado pero con un largo trecho por recorrer, hacia los sectores punteros del futuro. La neurosis ha llevado a los responsables políticos, académicos y económicos a buscar espejos en Silicon Valley y Finlandia durante los años locos de la Nueva Economía, pasando por Florida, Flandes y, últimamente, Massachusetts.

Todos los partidos políticos han prestado oído a este lamento, hasta el punto de que el presidente Jordi Pujol salió a recriminar educadamente que llegara tarde, cuando en muchos momentos se ha llegado a sentir "solo" en sus batallas con Madrid. "Hoy la economía preocupa. Antes, menos", subraya el responsable de una empresa de gran consumo. ¿Por qué?

El disparo de salida es la pérdida de peso de la economía catalana en el conjunto de la española. Va a menos. Después de haberlo ganado de 1986 a 1996, ha caído medio punto y se ha situado por debajo del 19%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Este retroceso no lo niega ni el Gobierno catalán, que ha pedido por activa y pasiva a quien quiera escucharle que la solución no sea "autoflagelarse" y que, ya en la batalla política pura, ha advertido de que el poder político central del PP "amenaza" y "ahoga" el liderazgo económico catalán.

"Después de la segunda crisis industrial de finales de los ochenta, Cataluña dio un gran salto hacia delante, pero en la segunda mitad de los noventa no ha ido tan deprisa. Esto lo sabe todo el mundo. El problema no es de diagnóstico", afirma Jordi Canals, director general de la escuela de negocios IESE, quien intenta poner un poco de optimismo, atento a las señales de dinamismo de los emprendedores y convencido de que los debates sustentados en la queja son escasamente productivos.

Otras comunidades han corrido más. Madrid, Navarra y el País Vasco, y ello pese al problema del terrorismo, han pasado a registrar niveles de renta per cápita superiores al catalán. "Madrid se ha espabilado, más allá del efecto capitalidad que la beneficia y de contar con una mayor inversión del Estado", señala Canals. El ejemplo clásico de este trato distinto es el valor del stock de capital público aeroportuario de la Comunidad de Madrid, cinco veces superior al catalán, que, según los últimos datos disponibles, está el 7% por debajo del total español. El empresario catalán ya no habla con la boca pequeña sobre los sobrecostes derivados de exportar sus productos (de coches a televisores) sin una red viaria de mayor calidad y ferroviaria de alta velocidad.

Pero con una Cataluña tumbada en un psicodiván en el que el otro siempre es Madrid -aunque hacia la calle la referencia sea, cómo no, Europa-, a los empresarios no les basta con felicitarse porque otras comunidades hayan hecho mejor los deberes.

"Cataluña sufre un desajuste. Hoy no puede hablarse de un problema. Pero dentro de 15 años sí puede ser un problema enorme si no se le pone remedio", sentencia Jordi Comas, vicepresidente de The Boston Consulting Group (BCG). Esta firma elaboró recientemente para el Gobierno catalán un interesante trabajo en el que afloran muchas de las luces y sombras que permiten a los políticos enfrentarse, teniendo a menudo una parte de razón, y sirve de hilo conductor a los retos del próximo Gobierno autónomo. Aunque, como señala un alto directivo de una entidad financiera, "gane quien gane, no se esperan grandes cambios en la economía".

Entre los datos positivos figura el avance del PIB per cápita de Cataluña respecto del de Europa, que, sobre una base de 100, ha pasado de 78 en 1996 a 83 en 2001. La riqueza por habitante de Cataluña, el 21% superior a la media española, ha crecido el 2,8% de media anual, dos décimas más que la europea (2,6%) pero menos que la española (3,4%) y que la de comunidades más pobres, como Extremadura, y de otras ricas, como Madrid.

Además, advierte el BCG, este crecimiento se verá reducido entre el 0,3% y 0,4% en el futuro, en buena parte por la evolución de uno de los factores que más han tirado del carro del crecimiento: las exportaciones. Éstas han aumentado mucho: han pasado de suponer el 24% en el PIB catalán en 1996 al 30% en 2000 y representan el 27% de las exportaciones totales españolas, pero difícilmente podrán mantener su gran ritmo de expansión. En palabras de Comas, "ya están en niveles europeos y tienen un techo como locomotora económica". El traslado de plantas de bajos costes a otras zonas emergentes, como Europa del Este, el Magreb y Asia, tenderá también a frenar exportaciones que hoy se hacen desde Cataluña.

Otro aspecto que explorar es el avance con el paso cambiado de los servicios y la industria. Mientras que en Europa los servicios están llamados a pesar a finales de esta década el 67,5% en la economía, frente al 28,6% de la industria (desde 1995, los servicios han crecido a una media anual del 3,5%, cuando antes lo hacían al 1,3%), Cataluña sigue el camino contrario.

La tasa de crecimiento medio anual de la industria, en la que la comunidad aguanta el tipo, es del 3,7%, frente al 2,5% de los servicios, entre los cuales España sólo despunta en sanidad y educación privada. Cataluña está bien situada en sectores con un crecimiento que hasta 2010 se prevé inferior a una media del 3,3% (químico, plásticos, maquinaria). En los servicios empresariales y financieros, con Madrid a la cabeza, va rezagada. Ello puede penalizar el incremento relativo de la riqueza en Cataluña en el futuro y la fuerza de reacción en los sectores con una elevada tasa de crecimiento.

Por otra parte, "la inversión extranjera directa que va a Madrid es más de base tecnológica, mientras que en Cataluña sigue siendo de base industrial", añade Comas. La inversión extranjera directa que se aplica a la creación de nuevas empresas y actividades (IEDE), que incide de lleno en la riqueza y que no incluye la compra de empresas, se ha multiplicado por tres en los últimos seis años, pero está en la mitad de la media europea (4,6% del PIB y el 9,9% en la UE). En el caso de Madrid, es del 13,7%.

Si hay un axioma que suscita consenso es el de que toca mirar hacia el futuro y planificar con concreción. Sostiene Canals: "Hace falta definir un modelo con propuestas mesurables en el tiempo. Los empresarios reclaman el AVE, pero hay que aspirar a muchas otras cosas más, como a potenciar subsectores en los que ya contamos con un sustrato sólido, como la automoción, el sector químico-farmacéutico, la alimentación, la logística, el turismo o la actividad hospitalaria, con una apuesta por la formación".

"Aquí lo que hace falta es más liderazgo. Sin liderazgo, no salimos del atolladero": así ve las cosas Francesc Raventós, presidente de la sociedad de capital riesgo Catalana d'Iniciatives. Considerando que el ritmo de creación de empresas en Cataluña (4,3%), pese a ser ligeramente superior a la media española, está muy por debajo del de Madrid (6%) y de la media europea (6,9%), se revela esencial el impulso de las inversiones de capital riesgo llamadas de capital semilla o startup. En Massachusetts, foco de referencia y con una población similar a la catalana, el volumen de estos fondos es 25 veces mayor que el de Cataluña, según el sector.

Y sin alejarse del liderazgo, Ricard Ruiz de Querol opina desde Telefónica, en calidad de impulsor del lobby Barcelona Breakfast, que en Cataluña "no hay ni una causa, ni quien la coja, ni plataforma desde la que desarrollarla. En telecomunicaciones se multiplican las iniciativas con cierto patrocinio de la Generalitat sin que encajen en un diseño".

En este agotador debate, el tamaño de las empresas siempre tiene su lugar. Por número de compañías con más de 1.000 de trabajadores, Cataluña no va mal (concentra el 23,1% del total, por encima del peso del PIB catalán, frente al 42,6% de Madrid).

El problema se localiza en la dimensión por volumen de ventas. Según la Cámara de Comercio, Cataluña concentra 109 de las 500 mayores empresas de España, ocho menos que en 1994, y Madrid, con 263, ha aumentado la cifra en seis, además de acaparar el 90% de las sedes de empresas que cotizan en el Ibex 35. Barcelona ha rebajado su peso del 8,8% a un 5,5%. Cataluña "tiene una menor presencia de grandes empresas de la que quizá correspondería a su peso económico", señalan fuentes de la cámara, presidida por Miquel Valls.

El tamaño depende en parte de la mentalidad de los propios empresarios. Hay quien pide autocrítica. Un directivo de un grupo de infraestructuras señala que "falta ambición y menos obsesión por mantener el control del capital". La investigación y desarrollo (I+D) y las nuevas tecnologías -no tanto inventar un sector nuevo como lograr que las empresas existentes se den un baño de modernidad- son capítulo aparte. Cataluña, que genera el 60% menos de patentes que la media europea, según Idescat y Eurostat, ha evolucionado favorablemente en gasto de I+D (del 0,8% de 1996 al 1% de 2001). Pero estar 15 puntos básicos por encima de la media española no quita que el nivel se quede en la mitad de la media comunitaria (1,8%). Y, lo peor, hace cinco años que este gasto en Cataluña mantiene el mismo peso en el total español, el 21,4%. Los políticos tiran de las orejas a los empresarios, pero éstos subrayan que su apuesta por el I+D ha crecido el 12,9% entre 1997 y 2001. La de las administraciones, el 3,8%.

Pone el corolario al debate la contribución neta positiva de Cataluña a las arcas del Estado. Los expertos elevan del 5,9% al 8,4% la evolución de este déficit fiscal entre 1995 y 1998. El Gobierno de CiU y la oposición lo subrayan para pedir un nuevo pacto de financiación autonómica. La presión, y por ende el problema, se acrecentará a medida que las ayudas de la UE para España se encojan, en 2006.

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