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Reportaje:Chequeo a la Ley de Barrios

Un empuje en Santa Caterina

El Ayuntamiento urbaniza el Forat de la Vergonya y va con retraso en la reforma de la Penya Barcelonesa

Àngels Piñol

"Suelo enseñar el Forat de la Vergonya como un ejemplo de la victoria vecinal: impedimos que se construyera un aparcamiento", dice un joven de la Asociación de Vecinos del Casc Antic.

"Cuando viene alguien de visita a Barcelona, lo llevo al Pou de la Figuera. Es un sitio magnífico", señala Carles Blanco, director de Fomento de Ciutat Vella.

Pues aquí y paz y después gloria. El Pou de la Figuera, conocido como el Forat de la Vergonya, que desencadenó una enérgica protesta en Santa Caterina en 2005 por los escombros abandonados en la plaza, se ha convertido en un símbolo de la pacificación del Casc Antic de Barcelona, alumbrado ahora, en su puerta de entrada, por el espectacular estallido de luz y colores del nuevo mercado de Santa Caterina. Tras un largo tiempo de obras, movimiento de tierras y paso de excavadoras para soterrar la nueva canalización de agua, luz y gas, el Pou o el Forat se han convertido en una explanada con árboles y parterres con plantas, columpios, porterías que permiten improvisar un campo de fútbol y superficies para instalar huertos urbanos. Las obras totales han costado casi tres millones de euros.

El Pou de la Figuera se ha convertido en una zona de paseo
El equipamiento de la Penya Barcelonesa está retrasado

"Eso son Pitus porum, eso santolina, más allá...", dice con paciencia proverbial un jardinero señalando los parterres al tiempo que lamenta: "No sé qué pasa por las noches. Pero muchas mañanas, cuando llegamos, las plantas están rotas". "Muchos vecinos avisan de que esta plaza va a durar dos días", agrega escéptica Mercedes, de 58 años, que despacha en una verdulería del Pou. Pero sea como sea, Santa Caterina, con pocas zonas verdes, ha tomado aire con el nuevo espacio y Maria Mas, dirigente de la Asociación de Vecinos del Casc Antic, una de las más críticas, afirma que la plaza gustará más o menos, pero que los vecinos la han hecho suya. "La gente pasea, los niños juegan...", dice. Es el caso de Amina, ayudante de cocina de 25 años, con pañuelo en la cabeza, que un lunes vigila como se columpian sus hijos Fátima y Mohamed, de cinco y tres años. No tendrá ya que ir hasta la Ciutadella. Pese a su origen marroquí, añade una queja sorprendente: más allá de esa mejora, lamenta que haya demasiados extranjeros en Santa Caterina. No muy lejos, en la plaza de Sant Agustí Vell, un grupo de inmigrantes se enzarza en una aparatosa pelea, con carreras incluidas.

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El plan de mejora de barrios ha sido un instrumento ideal del Ayuntamiento para dar un nuevo impulso a este barrio que clamaba contra su degradación. Los responsables municipales están satisfechos: dicen que han ejecutado ya el 82% del proyecto, que prevé una inversión de 14 millones de euros. En un extremo del Pou, sobre Sant Pere més Baix, se ha erigido un centro cívico para uso de los vecinos, con una inversión de 970.000 euros, y en el otro, sobre la calle de Carders, está en obras un miniedificio, que abrigará unos arcos y una lonja gótica y será un equipamiento de refuerzo, así como unos urinarios públicos.

Con una sola planta, el centro cívico quizá no tenga una larga vida. Rompe la armonía del entorno -"parece un gallinero, pero esperamos que no se lo apropie nadie", dice Maria Mas- y, además, está enclavado justo delante del espléndido edificio de la Penya Cultural Barcelonesa, en Sant Pere més Baix. La Penya, habitada hasta no hace mucho por okupas, es la estrella indiscutible del plan -se lleva la mitad del presupuesto- y acogerá un Casal de Joves, una escuela de adultos -es el único barrio de Ciutat Vella que carece de ella-, la Escola Bressol Puigmal y unas dependencias de comercio justo.

"Aquí empezó el montaje", se lee en una pintada en la fachada de la Penya en alusión al agitado pasado del edificio y de Santa Caterina, donde queda un rastro de pancartas contra la especulación. El Ayuntamiento va con retraso en esta obra: debía estar lista en 2007 y la acabará entrado el año que viene. "No pudimos entrar en la Penya hasta febrero de 2006 tras la salida de los okupas y el laborioso acuerdo con los diversos herederos", justifica Josep Maria de Torres, gerente del Instituto Municipal de Urbanismo. Por el momento, se ha vaciado y desmontado el teatro donde se representaban zarzuelas. La idea es recuperar un jardín para que sea el patio de la guardería.

Con la única construcción del centro cívico, Maria Mas señala el retraso en la ejecución de equipamientos, y recuerda que la residencia para las personas mayores no está acabada. Pero el Ayuntamiento replica que el programa sólo establecía la expropiación del suelo para esa dependencia y que ya lo ha hecho con seis fincas de la calle de Mestre Casals y otra en el Arc de Sant Cristòfol. No es esa la única intervención en inmuebles: 1,5 millones de euros se destinarán a la rehabilitación de edificios, de los que se han beneficiado 51 fincas para la reforma integral y se han subvencionado 14 ascensores.

El centro cívico de Sant Agustí vivió el sábado un día especial: celebró unas jornadas de puertas abiertas para mostrar las obras que se han realizado en su interior tras invertir 1,6 millones de euros. Se han creado nuevos espacios en su segunda planta y el claustro gótico muestra todo su esplendor después de que se haya cambiado el pavimento y limpiado la piedra, además de estrenar una nueva iluminación. Se llevaron a cabo talleres de cocina, exposiciones, una jam-session -el centro está enfocado a las nuevas tecnologías musicales- y una nueva obra de teatro. La fiesta contrasta con la austeridad en la inauguración del nuevo Pou o nuevo Forat. "¡No se atreven a venir!", exclama José Luis Rojo, de 53 años, comerciante de ropa de Sant Pere con un memorial de agravios como que la recogida de basuras neumática esté situada junto a la puerta del centro cívico. "¡La gente ya usa el Pou! ¿Para qué inaugurarlo?", zanja otro ciudadano.

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