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Reportaje:

De fabricar monedas a ilusiones

El edificio de La Seca, en la Ribera, reabrirá en 2011 como el nuevo Espai Brossa

Blanca Cia

En la planta baja se ven todavía las columnas pintadas de colores y la barra de lo que fue una sala de fiestas que funcionó hasta principios de la década de 1980. Los puntales aseguran buena parte del techo de La Seca, que se alzó en el barrio de la Ribera en el siglo XIV como fábrica de moneda y que ha conseguido perdurar hasta estos días con toda suerte de usos. En noviembre iniciará una profunda rehabilitación para abrir en el primer semestre de 2011 como el nuevo Espai Brossa. Un nuevo equipamiento cultural de Ciutat Vella que aspira a tener vida dentro y fuera de sus paredes. Así lo concibe su director, Hermann Bonnín, que critica los espacios culturales que no se abren a su entorno.

La Seca está en la calle de Flassaders, una de las vías de la Ribera que ha sufrido una radical transformación en los últimos 15 años. La irrupción del turismo, por un lado, y la llegada de nuevos vecinos -muchos extranjeros que se han afincado, gentes de las artes y profesionales liberales- se nota en la calle. Sobre todo en los locales comerciales. La gran mayoría son tiendas de diseño: textil, zapatería y hogar. De las antiguas, apenas quedan dos o tres: el herbolario y la bodega que lleva el nombre de la calle y que abrió, reza la placa, en 1956.

"Es lo que hay", espeta con cierta sorna un parroquiano de la bodega. Con todo, en las mesas de una terrazita todavía se ve la mezcla del turismo y de los nuevos residentes y los vecinos autóctonos. Mientras unos escudriñan los mapas y guías turísticas, los de al lado se quejan de que con el PIRMI -el nombre popular de la renta mínima de reinserción- no se puede vivir.

Muy cerca las máquinas trabajan en el solar de lo que será la ampliación del museo Picasso. "La rehabilitación de La Seca y la ampliación del Picasso quieren abrir un nuevo recorrido peatonal en la Ribera, quieren mejorar la circulación del entorno", explica el delegado de Cultura del Consistorio, Jordi Martí. Una pieza clave en esa zona es el mercado del Born, que lleva más de 10 años empantanado. Pero de eso no quiere hablar nadie.

Descartado que La Seca se convirtiera en el local para los Gegants -no entraban por la puerta- hace dos años parecía que el caserón medieval se transmutaría en un local de magia, de la mano del Rey de la Magia. Finalmente, el Ayuntamiento lo incluyó en el proyecto de fábricas para la creación.

El Instituto de Cultura de Barcelona (Icub) convocó un concurso y la concesión del nuevo espacio -inicialmente por 10 años- se decidió en favor del Espai Brossa. La rehabilitación del edificio está calculada en torno a los 2,7 millones de euros. "Ganaremos espacio y posibilidades. La planta baja se dedicará a una sala polivalente con una capacidad para

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140 personas. Danza, circo, magia y espectáculos siguiendo el espíritu de Brossa", aclara Bonnín, el director del espacio. La primera planta será una sala de exposiciones -poesía visual de Brossa aunque abierta también a otros artistas- y un pequeño bar y en la tercera habrá una sala de dimensiones más pequeñas, además del espacio de oficinas.

El Espai Brossa se trasladará de la zona de Allada Vermell, en Santa Caterina. Cuenta Bonnín que en ese barrio han hecho representaciones en la calle, sobre todo infantiles: "Creemos en la complicidad con el barrio. No puede ser que los centros culturales estén encerrados en sí mismos y que gran parte de los vecinos del entorno lo vivan como algo extraño. Con esa idea, en La Seca también queremos que los espectáculos salgan a la calle".

Muros con seis siglos

Florines, ducados, escudos, luises, pesetas. La fábrica de La Seca -el origen es el nombre árabe de sekka, que significa donde se fabrica moneda- dejó de acuñar monedas aproximadamente a mediados del siglo XIX. Era mucho mayor que el edificio que ahora se rehabilitará, puesto que llegaba hasta la calle de La Seca y el callejón de las Mosques. Ocupaba cerca de 1.000 metros cuadrados. De aquellos tiempos todavía pervive una alta chimenea y un enorme escudo borbónico en la fachada de Flassaders. La Seca tuvo un "cierre político" cuando Felipe V prohibió acuñar moneda en 1717. Tras el cierre definitivo como fábrica de moneda, La Seca fue muchas cosas: taller de curtidos, almacén, bazar de productos de bajo precio y hasta sala de fiestas en una época de marcha de esa zona de la Ribera, con el antiguo Zeleste como buque insignia.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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