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Columna
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La familia en la política catalana

Joan Subirats

Ha vuelto la familia a la política catalana. No es que hubiera desparecido, pero en los últimos años no ha tenido el relieve que ahora se le quiere dar. La estructuración del nuevo Gobierno en el ámbito de las políticas sociales lo pone de manifiesto. Se ha cambiado ciudadanía por familia en el propio rótulo frontal del departamento, y una de las secretarías del mismo ha pasado de denominarse Secretaría de Políticas Familiares y Ciudadanía a un escueto Secretaría de Familia. También en el recuperado Departamento de Enseñanza se ha cambiado el nombre de la Dirección General de Atención a la Comunidad Educativa, para marcarla con la prioridad de atención a "la familia y la comunidad educativa". Cualquier estudio serio sobre políticas sociales en general y educativas en especial señala la importancia que tiene la esfera familiar en los procesos de socialización, salud, inclusión social o capacidad formativa. Y ello es más relevante aún en los países de la Europa del sur y en buena parte de los países de donde proceden los inmigrantes que han hecho recuperar nuestros frágiles índices de natalidad. Desde este punto de vista, nada que decir. El problema, entiendo, surge cuando tratamos de concretar a qué nos referimos cuando hablamos de familia, y más si manejamos ese concepto en singular, como si habláramos de un único modelo de convivencia familiar.

Corremos el peligro de recuperar un concepto singular e ideológico de familia tradicional cada vez menos frecuente

Los datos que se manejan sobre la situación de las familias en Cataluña en sitios tan serios como el Idescat, el Centro de Estudios Demográficos, el CIIMU o en el mismo Plan Estratégico de Servicios Sociales 2010-13 de la Generalitat, apuntan a una gran diversificación en la estructura familiar. A ello han contribuido la caída y el retraso de la natalidad y de la nupcialidad, el gran aumento de madres solteras, la inmigración, el incremento de la cohabitación como alternativa al matrimonio convencional, el crecimiento de los divorcios y separaciones e incluso el alargamiento de la esperanza de vida con muchas más personas mayores viviendo solas. Como pasa en el resto de Europa, en Cataluña cada vez hay menos gente en un mismo hogar. De casi cuatro personas como media en 1970 se ha pasado a poco más de dos y media en 2007. Si en 1981 las personas que vivían solas representaban el 10% de la población, hoy esa cifra es más del doble.

La encuesta demográfica de 2007 nos muestra un aumento significativo del pluralismo en los tipos de hogar y en las formas de convivencia familiar. En Cataluña, por otra parte, hay alrededor de un 10% de familias monoparentales, lejos del 16% de Francia o de cifras mucho mayores en el centro y norte de Europa. Pero todo apunta a que esa cifra crecerá. En un reportaje reciente, el rotativo francés Le Monde apuntaba que una de cada tres familias monoparentales estaba por debajo del umbral de la pobreza, tras ver afectada gravemente su economía después de la separación. Y en cualquier caso, la falta de adecuación de los dispositivos de apoyo a la heterogeneidad de situaciones aparecía como evidente. Como decía una de las madres consultadas por el periódico, "la sociedad y la Administración actuales no están adaptadas a las familias de hoy día".

Lo cierto es que todo apunta a una clara individualización y diversificación de los proyectos vitales, con todo lo que ello conlleva. Desde posiciones tradicionales de izquierda se tuvo mucho recelo a la institución familiar en su versión tradicional y se reivindicaba un reconocimiento de opciones de convivencia distintas que antaño eran minoritarias. Y ello impidió entender la evidente carga positiva que conllevan esos diversos y heterogéneos, pero fundamentales e insustituibles, espacios primarios de socialización y convivencia Ahora, corremos el peligro inverso. Tratar de recuperar un concepto singular e ideológico de familia tradicional que resulta cada vez menos frecuente. Una visión tradicional de la vida que contrasta con la creciente diversidad de modelos de convivencia, con la heterogeneidad de la concepción familiar de los recién llegados, con la gran pluralidad de los ciclos de vida.

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