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La felicidad está de moda

Joan Subirats

En pocos días han coincidido diversos estudios y noticias que nos hablan de la felicidad. La Unión Europea ha publicado un amplio estudio en el que el 87% de los más de 25.000 europeos entrevistados expresan su felicidad (http://ec.europa.eu/public_opinion/archives/ebs/ebs_ 273_en.pdf). A diferencia de lo que podríamos imaginar, son los países nórdicos, y en especial Dinamarca, los que muestran un mayor grado de felicidad. De hecho, sólo el 3% de daneses afirman no ser felices. En la Europa del sur, a pesar del sol y el aparente buen rollo, la cosa no va tan bien. Sólo España está por encima de la media, mientras que Italia, Portugal y Grecia se sitúan por debajo. Y es en la Europa del este, sobre todo en Bulgaria, donde los nuevos europeos se muestran más reticentes a declararse felices. Como bien sabemos, este tipo de encuestas adolece del inconveniente de que la gente tiene tendencia a sobrevalorar su situación ante extraños y a estar muy condicionados por hechos relativamente coyunturales. No es fácil confesar tu desconsuelo a un extraño que te aborda inquiriendo sobre si te sientes o no feliz. Como es lógico, si acabas de tener una trifulca en tu casa o en el trabajo, no irás por ahí saltando de alegría. Pero, matices al margen, lo que parece claro es que la gente expresa su felicidad de forma notablemente masiva.

Todo parece indicar que los asuntos más preocupantes son, con mucho, las perspectivas laborales y la previsión de recibir pensiones tras la jubilación. Es significativo constatar que la confianza en el sistema de pensiones es altísima en Dinamarca, Finlandia u Holanda, y en cambio el pesimismo es muy alto en Francia, Alemania (donde sólo uno de cada cuatro alemanes se muestra confiado en que el sistema de pensiones resista) y, una vez más, los países del este europeo. Resulta lógico que sean los más jóvenes, los desempleados o los trabajadores manuales quienes menos confianza muestran en recibir pensiones cuando alcancen la edad de jubilación. Es significativo observar que la seguridad física (miedo a circular sólo de noche por la calle) tiene mucho que ver con otras seguridades, y así los países con mayores cotas de desarrollo social son aquellos en los que menos gente se siente insegura. España se sitúa en este item ligeramente por debajo de la media europea. La percepción sobre el nivel de vida es otro aspecto interesante. Aquí se detecta que las personas que viven en pareja expresan mayor satisfacción que las personas que viven solas. Los asuntos que importan más a los europeos son, por este orden, salud, familia y amigos, y los que menos significativos aparecen son los de la religión y, sobre todo, la política, que aparece en el último lugar. Pero es significativo que sea España el que esté en el furgón de cola del interés europeo sobre la política, con el 26% de españoles afirmando que la política es importante en sus vidas, mientras que en la media europea la cifra es del 43% y en Alemania, Francia e Italia esa cifra supera o roza el 50%, y en Holanda alcanza la cifra récord del 68%.

En la cuestión de la familia y las labores domésticas, la significación de las mujeres sigue siendo apabullante, y España destaca precisamente por ser donde los hombres comparten menos las tareas de cocinar, limpiar o planchar. Un asunto tan importante como el trabajo concentra las mayores insatisfacciones. España es un país en el que ello es especialmente significativo, ya que sólo Portugal y los países del este europeo se muestran más insatisfechos con el trabajo que hacen y con las perspectivas laborales que tienen. Si bien los españoles no se muestran especialmente estresados por el trabajo que realizan, ni perciben muchos riesgos en perder el empleo, su sensación sobre que el trabajo les llene o que les permita aprender nuevas cosas, es muy baja. Destacamos asimismo por el bajo nivel de trabajo voluntario que se efectúa. Sólo el 18% de los españoles afirma colaborar en trabajos sociales y voluntarios, la mitad de la media europea, un tercio de lo que afirman hacer los holandeses.

Otros estudios han ido apareciendo sobre el mismo asunto, expresando así la preocupación que existe sobre la calidad de vida y la felicidad. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha hecho un extenso estudio sobre esta cuestión; también la consultora Append, o la misma Confederación Española de Religiosos, anunció un seminario para analizar "la felicidad al estilo de Jesús". Los estudios efectuados en España apuntan en la misma dirección que el eurobarómetro: felicidad genérica, insatisfacción laboral y concentración de problemas en la fase adulta, con especial énfasis en los problemas que expresan quienes viven solos, cuando es esa precisamente la franja poblacional que más crece. Visto todo lo cual uno se sorprende de la casi apabullante presencia de la crispación política en nuestra vida cotidiana, y la falta de canalización de los asuntos más preocupantes para la gente. Y aún se entiende menos que algunos se rasgaran las vestiduras cuando se anunció que el Gobierno de la Generalitat había encargado un estudio sobre los indicadores cualitativos acerca de la felicidad, como si ello no deba ser una preocupación de todo gobernante. Hace unos días, nos confesaba Mariano Rajoy, emocionado, que la manifestación del pasado 10 de marzo fue una de las cosas más bonitas que le habían pasado. Calificó el despliegue de banderas y personas por el centro de Madrid como una "manifestación serena, tranquila, pacífica y hermosa". El hombre se sentía feliz y emocionado. Como quizá nos explicaría el especialista en felicidad Boris Cyrulnik, ello seguramente era debido a que el nivel de serotonina de Rajoy estaba exageradamente alto, y que era ello lo que le permitía sentirse a gusto rodeado de gente abanderada y "decente" (Rajoy dixit). En fin, quisiera acabar con un ruego: ahora que se acercan "las elecciones de la proximidad", ¿no podríamos discutir aunque fuera sólo un poco de las cuestiones vinculadas a la precariedad y la seguridad laboral, las ayudas sociales a familias, la distribución de tiempos, o cómo encaramos las perspectivas de alargamiento de la vida? Un poquito de preocupación por la felicidad no nos iría mal.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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