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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El fotógrafo que quería ligar

Acaba de cumplir 80 años. Pero el fotógrafo Oriol Maspons (Barcelona, 1928) no ha perdido la jovialidad algo burlona que le ha acompañado toda la vida. La exprime a fondo cuando confiesa, por ejemplo, que se inició en el mundo de la fotografía "para ligar". Y aunque lleva 40 años felizmente casado, tampoco su pasión por las mujeres se ha descolorido con el paso del tiempo. Porque son ellas las que protagonizan muchas de las imágenes que presenta hasta el 28 de febrero en una exposición en la galería Kowasa de Barcelona.

Las féminas inmortalizadas son, en cualquier caso, sólo una parte del universo plural, teñido de lúcida ironía, que la exhibición recorre en cerca de 70 fotografías en blanco y negro, la mayoría copias de época, que dan cumplida cuenta de la mirada incisiva del autor.

La galería Kowasa muestra el universo plural de Oriol Maspons en sólo 70 instantáneas

Para situarnos. Son los tiempos del franquismo. Una pintada enorme exige decoro: "Nudismo no". Frente a ella, tumbada y en una pose descaradamente forzada, una joven exhibe toda la lozanía de su cuerpo. Y es que Maspons ha marcado siempre las distancias con la corrección política. En un camino de árboles podados de modo inclemente, el fotógrafo subraya el paralelismo entre la naturaleza y el poste de flechas falangistas colocado junto a los árboles. Frente al retrato de dos mujeres inglesas compartiendo porrón en la visita a unas bodegas, recuerda cómo décadas atrás las turistas acababan ciegas de alcohol en un tiempo récord...

La diversión y la libertad creativa han sido siempre la forma de Maspons de relacionarse con el mundo. Dos cualidades muy implicadas en su expulsión de la Agrupación Fotográfica de Cataluña en 1958, una entidad demasiado encorsetada que encajó mal su antipatía por el costumbrismo y el academicismo. La moda, la efervescencia de la gauche divine a la que estuvo bastante ligado, la relación con personalidades como Dalí, Tàpies y Gary Cooper ("Los fotógrafos de entonces nos colgamos de la oreja de la cultura y nos fue muy bien", apunta), son algunas de las líneas que refleja con nitidez la exposición.

Pero en ella tiene cabida también la sensibilidad del fotógrafo hacia temas mucho menos glamurosos. Las barracas del Carmel -el barrio barcelonés que dominaba el Pijoaparte de Marsé-, Las Hurdes y la Mancha son otros de los ámbitos que centraron el interés personal y fotográfico de un autor, que, en cualquier caso, ha vivido lo suficiente como para asistir a las profundas transformaciones del medio. "Si hoy fuera joven me dedicaría a otra cosa", afirma convencido. Pero entonces le llovían los encargos, "desde el principio cobrábamos como los más grandes" y la fotografía gozaba de un prestigio que, opina, hoy ha perdido completamente. Además, no se lleva nada bien con el mundo digital. "Se ha perdido la sorpresa, la espera con encanto en el laboratorio para ver cómo había quedado una imagen...".

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El Maspons más lúdico emerge en las felicitaciones navideñas que urdía junto a Julio Ubiña, su socio durante 14 años. "Otros habrían pensado que retratarse así era hacer el ridículo. A mí me encantaba hacerlo", asegura frente a las imágenes que muestran a ambos vestidos de torero, o ataviados como verdaderos atletas en un gimnasio de lo más vetusto. Ante prácticamente cada imagen, el fotógrafo evoca historias jocosas y las explica con una locuacidad envidiable. No hay duda de que su deseo de divertirse trabajando se ha cumplido con creces.

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