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Columna
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El futuro del PSC y el de Cataluña

Cataluña sería hoy muy distinta de no haber existido el PSC y su futuro dependerá mucho del futuro del PSC. El país construido en 30 años ha sido en gran parte obra de CiU y del papel clave que ha desempeñado el PSC, con una contribución inicial del PSUC. La existencia de un solo partido de centro izquierda, de dimensión parecida a la de CiU, con gran experiencia de gobierno y con un peso electoral comparable o superior, ha dibujado el mapa político.

El PSC ha dado al socialismo catalán un carácter claramente catalanista, de defensa de la identidad y reivindicación del autogobierno, alejado de posiciones independentistas o españolistas. Ha reunido en su seno ideas diversas, desde un catalanismo identitario hasta un catalanismo de adopción, fruto de la positiva experiencia de integración de varios millones de personas y de sus intereses de futuro.

El predominio de una corriente en perjuicio de las demás lleva a una pérdida de espacio político o a una fragmentación

Esto ha generado un país cohesionado, distinto al de otras experiencias del Estado en las que los no nacionalistas son antinacionalistas. En Cataluña, con la única excepción de una parte de la derecha, hay una aceptación general del la opción catalanista. Esto ha marcado la construcción del país. Sin el PSC, por ejemplo, no creo que se hubiera podido adoptar, siendo mayoritariamente aceptada por la población, la inmersión lingüística en la escuela, algo básico para evitar un país con dos comunidades separadas o enfrentadas.

Sin el PSC como líder, era imposible, como se vio en los noventa, intentar la mejora del Estatuto. Algunos errores del PSC -empujados primero por la irresponsabilidad de otras fuerzas y combinados luego con el oportunismo de CiU y del presidente español- impidieron un final más satisfactorio. El recurso anticatalán del PP, la irresponsabilidad del Tribunal Constitucional y la pasividad del PSOE -que el PSC fue incapaz de vencer- deterioraron el Estatut refrendado, así como la relación con España. El PSC ha tenido buena parte del mérito en estos logros y una parte de culpa en los fracasos. El balance de 30 años es muy positivo, pero los bandazos recientes han producido mucha desilusión y provocado una derrota histórica.

Para un país en paz y con futuro la clave está en recuperar lo que yo llamo el "invento PSC", con dos objetivos:

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1. Evitar que, además de una derecha soberanista y otra españolista -cosa difícil de cambiar a tenor de los aires que soplan por el PP-, se cree una izquierda catalanista y otra españolista. Si ocurriera, iríamos, como en otras partes, hacia una fractura social que dificultaría continuar construyendo el futuro.

2. Evitar un mapa con un gran partido de centro derecha y un conjunto de cinco o más partidos menores como comparsas. Los peligros de este escenario son claros. En primer lugar, una tendencia a la identificación de un partido con el país y de sus intereses con los de Cataluña, peligro conocido y que puede reaparecer. En segundo lugar, el bloqueo que traería suponer que, solo cuando este partido gobierna, el país funciona, y que no hay alternativa porque las coaliciones son ineficaces (falso, pero con parte de razón, cuando falta un liderazgo potente). Este bloqueo dejaría un país, cuyo centro de gravedad se sitúa en la izquierda moderada, gobernado normalmente por un partido moderado, pero de derecha. Necesitamos un partido grande en el centro izquierda.

El PSC ha cumplido el objetivo de ser "la alternativa" y ha "materializado la cohesión social" a partir de una opción socialdemócrata claramente catalanista, ni independentista ni antiespañola. Ha sido el partido situado en la posición coincidente con la composición sociológica de la actual población catalana, como se refleja en los estudios recientes de opinión. Es necesario que siga siendo un partido indudablemente catalán, independiente del PSOE, que refleje la pluralidad sociológica y que evite una inclinación excesiva hacia las tesis de ninguna de las corrientes que lo conforman. Todo intento de predominio forzado de alguna de ellas llevaría a una pérdida de espacio político -así ha ocurrido- o a una fragmentación.

Con nuevas ideas, con nuevas caras y adaptado a las realidades del siglo XXI, el invento del PSC debe recuperarse, no por el bien del partido, sino por el bien de Cataluña, que me preocupa mucho más.

Joan Majó es ingeniero y exministro de Industria.

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