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¿La gestión de los mejores?

J. Ernesto Ayala-Dip

Abro todos los días la prensa para ver si mi nuevo Govern me da alguna alegría, y todas son malas noticias. Malas noticias y una sensación de vendetta. Un día leo la fulminante derogación (que no fue más fulminante debido a un anticiclón) de la prohibición de los 80 kilómetros. Otro la velada amenaza de no abonar la cuenta de la luz en aquellos centros educativos donde solo saben gastar en bagatelas como libros de consulta o herramientas para que los alumnos de ciclos formativos hagan sus trabajos de aprendizaje. Un día me entero de la paralización de la ley de dependencia (en el tramo que le toca asumir a la Generalitat). Ayer se me informa sobre el fin abrupto de la dotación de ordenadores, hoy sobre la paralización de centros de atención médica o la supresión de paradas en el metro de la línea 9. Veo al consejero de Sanidad y comienzo a tener serias dudas de que este señor comulgue con el concepto de sanidad pública. Y hablemos de uno de los hombres fuertes de la nueva administración: Mas-Colell. Rezuma solidez teórica, y por eso no me extrañó cuando el economista Fabián Estapé decía de él que si hubiera sido inglés o norteamericano ya le hubieran dado el Nobel. Pero comienzo a tener dudas: lo veo por televisión desgranando recortes con esa imagen de profesor de Harvard y sabio despistado recién aterrizado en el planeta Tierra y de pronto me parece que se siente como alguien al que metieron en un berenjenal del cual no sabe cómo huir. Será por eso que de vez en cuando se le nota cierta inquietud en el rostro o torpeza en el manejo de las chuletas. No debe ser nada fácil salir del firmamento de los mejores y encararse ante la realidad pura y dura de una crisis. El día que no hay malas noticias, sale el consejero Felip Puig. Se le nota las ganas que le tenía a ley de los 80 kilómetros. Y ya no digamos al código interno de conducta de los Mossos d'Esquadra. Les tenía tantas ganas que su inteligencia quedó obnubilada ante la evidencia estadística que avala la relación directa entre la velocidad y los accidentes en carreteras y autopistas, curiosamente la misma ceguera que sufren algunos ante la científicamente comprobada relación entre tabaco y cáncer de pulmón... o entre las emisiones de CO2 y el cambio climático. Resignado ante la apisonadora antitripartito, confío en la intervención que más espero: la del consejero de Cultura. Parece también contaminado por la furia liquidadora del Gabinete. Habla de reducciones de entre el 15% y el 20% en partidas que no especifica, y dice que prescindirá de gastos superfluos: supongo que se referirá a puntas finas de varios colores y libretas de anotaciones y cosas por el estilo: pero entonces cuando surja alguna idea genial en política cultural, ¿dónde la anotará? Habló luego el señor Ferran Mascarell de pacto cultural (¿les suena? A mí sí). Lo que no me suena ya tanto es su fórmula matemática para explicar la planificación de su departamento: la ecuación se las trae: "Restar uno ahora para sumar uno al final de la legislatura y multiplicar por dos".

A algunos miembros de este Gabinete se les nota que vienen con la ambición de perpetuarse otros 23 años

En resumen. Resignación y a esperar los consabidos 100 días a los que este Gobierno tiene derecho. Pero mientras tanto a algunos miembros de este Gabinete se les nota demasiado que vienen con la muy humana ambición de perpetuarse otros 23 años. (No se me olvida que los socialistas llevan gobernando en Andalucía 30 años). A lo mejor otra adversa aritmética electoral los aparta por un momento del poder, pero ya se cuidarán (con el inestimable apoyo, que duda cabe, de ese diario centenario de nuestra capital que tanto hizo, día si y día también, por denostar y ridiculizar todo lo que oliera a tripartito) de que esta vez la travesía dure menos de lo que se tarda en eliminar el Departamento de Medio Ambiente o cambiar la consejería de Educación por una más tecnocrática consejería de Enseñanza.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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