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Reportaje:

El jardinero científico y el 'deucentisme'

Ferran Mascarell y Jordi Martí debaten el futuro de la política cultural

Se está poniendo interesante el debate sobre las políticas culturales catalanas. Ayer, en una de las charlas organizadas por el Instituto de Cultura de Barcelona (Icub) para celebrar el 15º aniversario de su creación, el actual consejero de Cultura, Ferran Mascarell (que se inventó el Icub en 1996), y el actual responsable de la entidad y de Cultura del Ayuntamiento, Jordi Martí, apuntaron algunas de las líneas de futuro de la cultura en la ciudad.

La sala estaba abarrotada y el debate no defraudó, aunque en un momento de enfrentamiento entre las dos instituciones sobre el impacto de los recortes presupuestario en los grandes equipamentos que comparten, fue mucho más plácido de lo que algunos esperaban. Lo mejor fue que, más allá del pasado, los dos explicaron cómo ven el futuro.

Para Martí, tras un periodo en el que el énfasis se ha puesto en los servicios (bibliotecas, museos...) y el reforzamiento de las industrias, llega el momento del "cultivo cultural de la ciudad y de los ciudadanos". Esto pasa, dijo, por dos aspectos. "No se trata ya tanto de divulgar y enseñar como de generar nuevos conocimientos, tanto creativos como científicos", señaló. "El otro punto es promover las prácticas artísticas de la ciudadanía, que ahora son muy bajas".

Según Mascarell, "el país necesita un movimiento profundo de renovación" y propuso bautizarlo como deucentisme, en oposición al noucentisme, cuyos planes, recordó, se están acabando ahora, 100 años después. "De vez en cuando, una generación tiene que saber cambiar sus parámetros", indicó, tras lo cual insistió en la necesidad de internacionalizar la cultura catalana y en la apuesta por la excelencia. Para Martí, el deucentisme es "más de lo mismo y lo que hay que hacer es cambiar el dibujo". "Ahora no es el momento de planes, sino de direcciones estratégicas; se trabaja en red, no en sistemas cerrados", añadió. Para explicarlo utilizó una metáfora (que abundaron en el debate) en el sentido de que si en los noventa se hablaba de ingeniería cultural, "ahora es el momento de la jardinería cultural". La metáfora tuvo fortuna. Mascarell, que reivindicó la necesidad del sistema y el plan para poder nutrir la red, "en todo caso optaría por un jardinero científico, porque hace falta un cierto orden".

Respecto a la relación entre capital y país, el consejero -que volvió a negarse a explicar si aceptará o no la oferta del alcalde de asumir este año los costes del recorte, aunque dijo que "todo acabará bien"- abogó de nuevo por acabar con "la guerra fría" entre Generalitat y Ayuntamiento. Martí opinó que también faltan más complicidades e insistió en que "para que Cataluña sea un punto de referencia es importante que Barcelona sea una capital de primer orden. Como decía Josep Ramoneda, Barcelona sin Cataluña sería Marsella, pero Cataluña sin Barcelona sería la Provenza".

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