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Crítica:TEATRO | ELS JUGADORS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un juego estupendo

¿Por qué el juego es peor que cualquier otro medio de procurarse dinero?, se preguntaba El jugador de Dostoievski. ¿Qué hay de inmoral en el deseo de ganar lo más posible y cuanto antes? ¿Cómo renunciar al deleite irresistible de ver crecer el montón de billetes? La nueva pieza de Pau Miró se alimenta de estas resonancias dostoievskianas para traspasar la mesa de juego y apostar por la vida como se apuesta a las cartas. La vida como juego de azar, con sus riegos, sus buenas y malas rachas, y el deseo desesperado de remontar antes de morir. Sus protagonistas han dedicado las suyas a otros intereses: son un barbero, un sepulturero, un actor y un profesor de matemáticas. Son también aficionados a los juegos de mesa: han apostado a la ruleta, han perdido sumas considerables de dinero, se han endeudado y siguen reuniéndose para jugar al póquer. Pero ahora rondan los 60 y las reglas han cambiado ya para ellos; se sienten desplazados y no encuentran su lugar en este mundo.

ELS JUGADORS

Texto y dirección: Pau Miró. Intérpretes: Andreu Benito, Jordi Boixaderas, Jordi Bosch, Boris Ruiz. Escenografía: Enric Planas. Teatre de Salt. Girona, 11 de noviembre.

Pau Miró teje un estilizado paralelismo entre los juegos de mesa y el gran juego, el de la vida. No hay más información de la necesaria, ni una voluntad de sobriedad excesiva; las cartas de cada jugador, por seguir con el símil, se van desvelando cuando toca, ni antes ni después; los diálogos quedan compensados y la mesura suena natural. El tono es voluble, como la suerte. Lo que apunta como un drama deviene de repente comedia para, al son de una canción, convertirse en musical, como si las posibles combinaciones del póquer encontraran en la cocina del profesor que acoge la acción sus equivalentes en la trama. Las discusiones entre ellos se traducen en parejas, tríos o dobles parejas de puntos de vista, y como el cuarteto de intérpretes es en sí un póquer de ases, se hacen, como tales, con el montaje recaudando un montón de aplausos finales. Andreu Benito, el matemático, viene a ser el que da en cada escena y establece la puja inicial; Jordi Boixaderas, el actor, es la voz disonante y presta su voz maravillosa nada menos que a Dean Martin; Jordi Bosch, el sepulturero, remacha el tono cómico, y Boris Ruiz, el barbero, es el increíble hombre menguante hasta que crece con el cinematográfico final. Y es que la sombra del Rat pack, de los Ocean's eleven y de los Reservoir dogs se cierne cada tanto desde ellos sobre el público.

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