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Columna
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Los mundos paralelos de Salud

Francesc Valls

El jueves, la mayoría de la ciudadanía se acostó con la idea de que ETA había dejado de matar. Menos mal que al día siguiente algunos titulares corregían esta percepción: "Mil asesinatos después, ETA ni se disuelve ni entrega las armas", señalaba un respetable rotativo. Otro de vetusta solera titulaba: "ETA ni se disuelve ni entrega las armas". Un tercero, más moderno y como tal original, subrayaba: "ETA alardea de sus asesinatos y emplaza al Gobierno a negociar". Nada había cambiado. Todo seguía como el miércoles. Estaban equivocados aquellos que creían que la organización terrorista había cesado su actividad. Era como si los tres tipos con chapela y la cara cubierta, que leían un comunicado ante una cámara anunciando que dejaban las armas, formasen parte de una comparsa que se preparaba para las fiestas del Aste Nagusia Bilbo, la Semana Grande de Bilbao.

El viernes en Vall d'Hebron era el día de la no consulta, similar a la fiesta de no cumpleaños de Alicia

Quizá por ello, el anuncio de ETA no mereció puestos de honor en la programación de TVE y TV-3. Los primeros canales de estas televisiones se inclinaron por la normalidad. ¿Para qué dar el tostón al telespectador con el fin de la violencia etarra? Un buen reportaje de calle sobre las multas a los sufridos propietarios de perros de Marbella por no recoger las defecaciones de sus animales en la calle o la inauguración de La Masia del Barça eran material mucho más desengrasante. Para estar en consonancia, el presidente de la Generalitat tampoco quiso aguar la fiesta. El corazón de unas cuantas almas cándidas que seguían con atención la intervención de Artur Mas ante la afición barcelonista dio un respingo cuando el presidente dijo: "Un momento, que me he olvidado una cosa". Y, cuando todos pensaban en un recuerdo para las víctimas de Hipercor o en unas palabras para esa señal de esperanza que supone el fin del terror, agregó: "Visca el Barça i visca Catalunya". Vamos, que el asesor del presidente de la Generalitat debe de ser pariente cercano del que aconsejó al lendakari Patxi López viajar a Estados Unidos en vísperas de un alto el fuego más que anunciado.

Era como si todo siguiera el guión de un complot para que nada cambiase. El mundo paralelo urdido por la actitud de algunos políticos y medios solo se veía amenazado por las ganas de celebración de algunos ingenuos que vivían en otro universo.

El viernes, la distancia entre mundos se mantuvo. Si el ciudadano decidía dirigirse al hospital de Vall d'Hebron -pensando que aquel era un viernes como cualquier otro- resultaba que no era así. En el mayor centro del Instituto Catalán de la Salud, el viernes era domingo. Es decir, ni consultas externas, ni operaciones, ni extracción de sangre. María Fernández, una jubilada de 68 años, estaba citada para una analítica. Después de esperar que su nombre fuera voceado durante media mañana, se le notificó -todavía en ayunas, como si de un primer viernes de mes se tratara- que la extracción de sangre quedaba pospuesta para el mes de abril. Algún analista avezado podría inferir de este hecho que en Cataluña el domingo cristiano ya no es fiesta de guardar, porque ha sido sustituido por el viernes musulmán. ¿La pesadilla de una Cataluña poblada de minaretes tomaba cuerpo? No. Se trataba simplemente de las medidas de ahorro del Departamento de Salud, consistentes en modificar la realidad: convertir los días laborables en festivos. Si Alicia participa junto al Sombrerero Loco en la fiesta de no cumpleaños, el usuario de la sanidad es sorprendido por el día de la no consulta, que le invita a vivir el departamento del ramo.

Estamos en el prólogo de las líneas que está trazando la cúpula del ICS para trocear hospitales y ambulatorios en sociedades y proceder a la privatización de servicios de la sanidad pública. De otra manera, no se entendería que en el dossier La gobernanza del ICS, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se explicitara que el objetivo de toda la operación es que las empresas creadas tengan afán de lucro. Es una práctica respetable, pero que casa difícilmente con la búsqueda de la equidad de lo público. El departamento ha negado que vaya a hacer todo lo que el papel dibuja en el horizonte. El universo de las realidades paralelas gana adeptos. El Departamento de Salud es uno de sus entusiastas propagandistas: de momento ha logrado convertir los viernes en domingo y negar lo que ha dejado escrito en sus papeles.

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