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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Las nuevas catedrales

Las nuevas catedrales no son góticas ni salen en las guías turísticas, pero merecen ser visitadas. Desde Barcelona, quedan muy cerca. La de Sant Feliu de Llobregat está a un kilómetro escaso de la parada final del Trambaix, y la de Terrassa, muy cerca de la estación de los Ferrocarrils de la Generalitat. Desde junio de 2004, el Obispado de Barcelona se limita a la capital y parte del Maresme. El Obispado de Sant Feliu de Llobregat comprende el Baix Llobregat, Garraf, Anoia, Montserrat y parte del Penedès y el de Terrassa, los dos Vallès.

La catedral de Sant Feliu de Llobregat es una iglesia parroquial construida al final de la Guerra Civil, un templo alto y espacioso que preside la plaza de la Vila, frente al Ayuntamiento. En el interior, una lápida recuerda la fecha del 12 de septiembre de 2004, en que tomó posesión el primer obispo. Agustí Cortés Soriano ha cambiado el entorno monumental de la catedral de Eivissa, sobre la bahía y el puerto, por esta modesta sede de la conurbación barcelonesa.

El nuevo ordenamiento episcopal ha hecho surgir dos nuevas catedrales cerca de Barcelona: Sant Feliu de Llobregat y Terrassa

El templo parece de piedra, con arcos y detalles de aire levemente románico. La aparente sillería es de cajas de cemento rellenadas con arena, traída en carros desde el lecho del río, en los primeros años de posguerra. De la destrucción de iglesias bajo el vendaval revolucionario de 1936, sólo se salvó aquí el alto campanario del templo erigido un siglo antes, en honor de Sant Llorenç. Sant Feliu es sólo el nombre antiguo del lugar.

Las letras de forja que anuncian la nueva condición catedralicia, en la fachada, en poco alteran la vida de la parroquia. Detrás del altar, el escudo y la silla del obispo presiden el templo, con brillo de novedad. De la puerta interior cuelgan anuncios de personas que se ofrecen para trabajos domésticos, clases particulares y tareas de compañía. En la mesa donde se expone la prensa diocesana y parroquial, una hoja amarilla invita a colaborar en la compra de túnicas para los escolanes. Cada una vale 40 euros y habría que reunir 1.000.

En la mañana de domingo, hay poco tránsito de paseantes por la zona peatonal, escondida para el visitante, tras la vieja carretera N-II, que sigue partiendo el centro con la dureza del asfalto. La capital del Baix Llobregat, que hoy se acerca a los 50.000 habitantes, no llegaba a 7.000 al final de la Guerra Civil. Los amplios terrenos agrícolas hasta el río y los bosques de encinas y pinos de las laderas de Collserola fueron invadidos por el desarrollo industrial y urbanístico de los años sesenta y setenta, por nuevas carreteras y la autopista. Pero Sant Feliu ha seguido siendo la ciudad de las rosas, su cultivo más característico, que proporciona una cita cada mes de mayo.

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En Terrassa, la parroquia del Sant Esperit es también catedral. Estamos en la plaza Vella, junto a la torre de Palau, que identifica el centro medieval. También esta basílica del siglo XVI, reformada a principios del XX, fue incendiada al inicio de la Guerra Civil. Mirando desde la plaza, se le adivinan varias pieles tras la fachada neogótica. En su interior hay un Cristo yacente del siglo XVII, una capilla modernista y un pequeño museo.

Antes de tener obispo propio, esta basílica había visto partir dos sacerdotes hacia destinos episcopales. Ramon Sanahuja fue obispo de Segorbe-Castellón y de Cartagena-Murcia y sus restos descansan desde 1993 en la capilla de la Virgen de Montserrat. Josep Castelltort fue obispo de Astorga y en el puesto de publicaciones se ofrece un libro suyo. El primer obispo de Terrassa, Josep Ángel Saiz, ex obispo auxiliar de Barcelona, tiene antecedentes bastante más remotos: los obispos de Egara, el obispado visigótico creado en 450, cuya catedral estuvo en el alto de la primigenia ciudad romana, sobre el torrente de Vallparadís.

El paseo hasta el conjunto de iglesias prerrománicas de Sant Pere ofrece una visión inesperada de esta densa ciudad industrial. Por las sendas y terrazas del parque ajardinado se asciende hasta un recinto monumental único en Cataluña, que se remonta a los iberos, donde los arqueólogos no dejan de excavar. En la iglesia de Santa María pueden contemplarse algunos restos de la catedral visigótica de Egara: la cabecera, una piscina bautismal, unos mosaicos y una tumba del siglo V. Un puente de piedra conduce hacia el centro y otro colgante, hacia el Museo Textil y el castillo cartuja de Vallparadís.

De la misma época que Egara fue el obispado de Empúries, también desaparecido, pero en Castelló d'Empúries aún llaman catedral al templo construido por los condes para recuperarlo. La última diócesis creada en Cataluña fue la de Solsona, en 1593. Sumaba ocho con las de Tarragona, Barcelona, Girona, Vic, Lleida, La Seu d'Urgell y Tortosa. Cuatro siglos después, para llegar a 10, se han dignificado con el título de catedral los templos parroquiales de dos ciudades industriales. No hay palacio episcopal, pero no constituye un problema. Hace años que hay obispos que viven en pisos.

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