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La patria ya está salvada

La crispación creciente preocupa a muchos y hay quien dice que esto recuerda el clima que precedió a la Guerra Civil. No voy a negar que se está deteriorando seriamente no sólo el ámbito político, sino aun la convivencia ciudadana, pero hay una distancia infinita entre lo que ocurría en la primavera de 1936 y lo de ahora. Quisiera explicarlo con unas anécdotas personales.

Después de las elecciones del 16 de febrero de 1936, la tensión se había agudizado. Se hablaba del oasis catalán, porque aquí no había la violencia física del resto de España, pero la violencia verbal era muy elevada. Yo era monaguillo en mi parroquia. Éramos una docena de muchachos, y para pelearnos no jugábamos a indios y vaqueros, ni a ladrones y policías, sino a derechas e izquierdas. Reflejábamos la tensión dominante en nuestras familias. Por cierto: sólo dos jugábamos a ser de derechas: el sobrino del párroco (este servidor de ustedes) y el hijo del dueño de la tienda del pueblo donde vendían cirios. Huelga decir cómo nos zurraban. Es impensable que ahora los chicos jueguen a derechas e izquierdas. Lo más parecido a aquellas peleas politizadas es lo que me contaron de un colegio de pueblo, donde después de la muerte de Franco los niños de preescolar jugaban a su entierro. Un pequeñajo se había tendido en el suelo del patio, tieso y con los ojos cerrados, mientras los demás desfilaban delante de él haciendo media genuflexión y santiguándose. Nadie se lo había enseñado: imitaban lo que habían visto en la televisión. Este juego no encerraba ninguna carga ideológica, y menos conflictiva. Otra cosa sería si hubieran jugado a descorchar botellas de cava.

Quiero dejar claro que si ahora los niños de escuela no juegan a derechas e izquierdas, no es porque haya perdido sentido la diferencia entre ambas tendencias, como algunos sostienen. Mi profesor Maurice Duverger decía que, cuando alguien afirma que ya no tiene sentido esta distinción, podemos tener por cierto que es muy de derechas. A veces los criterios de diferenciación son coyunturales. La guerra de España lo fue en su momento, como más tarde la del Vietnam. Tradicionalmente, el antisemitismo ha sido de derechas; ahora el antisionismo (que no es lo mismo, pero guarda alguna relación) es de izquierdas. En 1936, católico y de derechas eran prácticamente sinónimos, mientras que ahora hay católicos en todos los partidos. Pero persiste un dualismo de fondo. Cuando Goethe decía que prefería la injusticia al desorden, definía el meollo de la derecha eterna. Lo que pasa es que en España, a diferencia de los principales países europeos, no hay una amplia derecha conservadora firmemente arraigada en los valores democráticos, y a su vez en ocasiones las izquierdas hacen bandera de objetivos que no son la esencia del izquierdismo. Por eso, Pablo Iglesias criticaba a los que se daban al anticlericalismo en vez de acometer reformas sociales profundas.

Mientras estudiaba ciencias políticas en París, entre 1960 y 1962, se produjo el putsch de los militares franceses en Argelia, que amenazaban con lanzarse en paracaídas sobre la capital, derribar el régimen de De Gaulle y proclamar una dictadura militar. Me pasé la noche pegado a la radio, pensando que así había empezado la Guerra Civil española, con una insurrección militar en África. Al día siguiente, al ir a la universidad, resultó que los estudiantes franceses estaban muy tranquilos. Los únicos que no habíamos dormido éramos un griego y yo. Fui a ver a Josep Maria Trias Peitx, que había sido secretario general de Unió Democràtica de Catalunya durante la guerra y desde 1939 vivía exiliado en Francia, y me tranquilizó contándome la reacción de su secretario, un joven francés, que le había dicho que ellos no eran como los españoles y no tolerarían una dictadura militar. "¿Qué haréis?", le preguntó Trias. "Haremos la revolución", contestó. "¿Cuándo la haréis?". "Veamos. Hoy es viernes. Tendrá que ser el lunes". "Cuando la salvación de la patria tiene que esperar a que se haya gozado del fin de semana", comentaba Trias, "la patria ya está salvada". Ahora la gran mayoría de los españoles tienen el nivel de vida que entonces tenían los franceses. Por mucho que Rajoy monte manifestaciones y Jiménez Losantos persista en su radio borroka, los españoles no se lanzarán a otra guerra civil. La patria ya está salvada.

Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.

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