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LA CRÓNICA
Columna
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¿Desde cuándo un poeta debe tener ideas?

¿Quién ha dicho que la tradición pugilística se ha extinguido en Barcelona? El pasado jueves el bar Original, delante mismo del Macba, organizó una velada de primera categoría, con dos boxeadores aguerridos, tortazos a mansalva y el aliciente de que el público tenía carta blanca para meterse con ellos, ya fuese para escupirles o lanzarles sillas a la cabeza. Por supuesto, estamos hablando de agresiones virtuales, verbales en este caso, pues la cosa iba de poetas, que son gente educada. Pero la tensión ambiental, la carga eléctrica alrededor de la figura de Josep Carner, no tenía nada que envidiar a cualquier asalto de las mejores noches del Price.

El ambiente llevaba unos cuantos días caldeándose, por lo que el debate no podía ser más oportuno. Resulta que los del Original, nuevos en el patio, acababan de montar una programación cultural que incluye un mano a mano el primer jueves de cada mes, y va la fortuna y les premia con una polémica que estos días ha sacudido los ambientes literarios del país. Fue el poeta y delegado del libro de la Generalitat, Sebastià Alzamora, quien el 18 de marzo destapó la caja de los truenos en el diario Avui, afirmando con vehemencia que Carner, sobrenominado el príncep dels poetes catalans, 'es un poeta mediocre sobrevalorado por parte de la comunidad literaria de una forma inexplicable y hasta extremos ridículos', para rematar con un estirabot espectacular sobre Nabí, su obra más conocida: 'Un nyap ilegible, que quiere ser un poema épico sin llegar nunca a parecer épico ni a ser un poema'. A partir de ahí empezaron los zapatazos en público; el editor de Empúries, Bernat Puigtobella, le replicó que no se podía cargar impunemente a Carner a garrotazos: 'Como si fueses el hombre de Cromañón, porque hoy en día ser carneriano no tiene nada de reaccionario ni de antirrevolucionario'. A éste le contestó el poeta Enric Sòria ('¿Es que Carner es un imperativo categórico de la patria catalana? ¿O es una cosa genética?'), pero su colega Sam Abrams ya extendió el asunto a las autoridades: 'Los carnerianos de segunda y tercera generación ocupan puestos de responsabilidad en las instituciones, el mundo académico, el sector editorial y los mass media, desde donde tratan de inclinar las balanzas de la ecuanimidad para favorecer a su maestro adorado'. A la línea Puigtobella se unen entonces los poetas Albert Roig desde este diario (Quadern, 4 de abril: 'A Carner le toca hacer un poco de Kavafis, de poeta arcaizante, de puente entre Verdaguer i Vinyoli i Blai Bonet') y Carles Hac Mor: 'Lo primero que debería ser abolido es el feo concepto de tradición, personificado en unos cuantos escritores, críticos, editores y algún besugo de los que se mueren por ser pescados o repescados'. También desde las ondas le llueven las protestas a Alzamora: Albert Manent afirma en Catalunya Cultura que no quiere entrar en polémicas con quien 'no se avergüenza de mostrar supina ignorancia con tal de ganarse un nombre'.

Boxeo en el Original. Combate sin cuartel entre poetas y críticos, con la participación del público

De hecho esto último ocurre ya el mismo día del debate, y las aguas terminan de revolverse con la deseada entrada en escena de un reticente Jaume Subirana, biógrafo del autor de Els fruits saborosos, ya escaldado por un enfrentamiento antiguo con Xavier Bru de Sala. Sus palabras sobre papel resuenan en la sala ('¿En cuántas literaturas los autores se dedican, como en la nuestra, a escabechinar a los predecesores?') cuando por fin los contendientes se saludan con los guantes. Alzamora: 'Alrededor de Carner se cierran filas como si fuese un tótem'; Jordi Gálvez, crítico literario y sparring ocasional: 'Tu posición no es creativa ni dialogante sino descalificadora'. Segundo round, directo al estómago: 'No está bien que se me reproche mi condición de funcionario: trabajar en la Administración pública no es incompatible con opinar' (Alzamora); 'Los políticos de la Generalitat son unos ignorantes absolutos en cultura' (Gálvez). A estas alturas el público ya no se podía contener y pasó de los murmullos a la voz alta. Josep Lluís Hernández, profesor de literatura: 'Más que de cánones aquí lo que hay son procesos de canonización'; Josep Piera, poeta y novelista: 'Tenemos todo el derecho a leer literatura sin leer lengua, independientemente del dominio lingüístico del autor'; Enric Casasses: '¡Sakespeare, Cervantes y Rodoreda! Y en poesía, ¡Carner y Papasseit!'. Una estudiante de filología: 'Verdaguer sí que es un poeta mediocre, no entiendo cómo se le puede reivindicar...'. Ante la merienda de negros en que se estaba convirtiendo aquello, otro poeta implicado, Hèctor Bofill, salió en defensa del primer polemista ('Lo que nos molesta de Carner es que es puro florilegio verbal, no tiene ideas'), pero sólo consiguió indisponer más al pueblo, personificado en un lector que se presentó como empleado en la industria metalúrgica: 'No se puede tachar de superficial a un poeta, en poesía la superficialidad puede ser cojonuda. ¿Desde cuándo un literato debe aportar ideas? ¡Eso es un filósofo!'.

La gente del gremio debe tener ganas de seguir zurrándose, porque hoy mismo (ayer para el lector) la polémica continuaba en los diarios, con sendos artículos de Rosa Delor y Oriol Izquierdo.

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