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La presión musulmana arrincona el dátil israelí en Mercabarna

El veto de los fieles a comprar productos hebreos obliga a los mayoristas a cambiar los países proveedores

Jesús García Bueno

-¿Esos dátiles son judíos?

-Sí.

-Pues no los quiero.

Miquel Torres, mayorista de frutos secos en Mercabarna, ha oído comentarios como ese decenas de veces. Los musulmanes son grandes consumidores de dátiles, pero rechazan los que se cultivan en Israel. Este boicoteo cotidiano de los comerciantes musulmanes (principalmente de Marruecos y Pakistán, los principales compradores) se vuelve más intenso ahora, coincidiendo con la fiesta sagrada del Ramadán. "Enfocamos la campaña con dátil exclusivamente de Túnez, porque el de Israel no se vende", explica Torres desde su despacho, en una de las naves de frutas y verduras del mercado mayorista de Barcelona.

El dátil que crece en las palmeras de Israel representa casi el 20% del que llega a Mercabarna. Aunque su calidad es superior -es más sabroso, está mejor tratado y su tasa de desperdicio es muy baja- los musulmanes prefieren comprar el que se cultiva en Túnez y Argelia, que copa el 80% de un mercado aún minoritario en España. El sempiterno conflicto entre judíos y palestinos late tras el veto. Este año, el asalto a la llamada flotilla de la libertad ha llevado a varios colectivos a movilizarse -en las calles del barrio, pero también en las redes sociales de Internet- para extender el boicoteo.

"Se enfadan porque el fruto es de zonas que eran palestinas", dice un vendedor
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Un portavoz israelí censura que se prefieran productos de "dictaduras"

"Los israelíes no tienen respeto por nada", dice un paquistaní de barba negra y poblada que se detiene ante el puesto de Frit Ravich -una firma de frutos secos con sede en Girona- para preguntar precios del dátil. El de rama está a entre dos y tres euros el kilo. Todas las cajas que expone Francisco Guerra tienen sello de Túnez. "A muchos no les gusta comprarlo de Israel, por lo de la guerra. Eso dicen. Pero hay otros que miran más el precio", precisa el encargado.

Los musulmanes rompen su ayuno del Ramadán comiendo un número impar de dátiles. Los que se venden son de dos variedades: deglet (el de rama, más económico) y medjoul, que Guerra define como "el pata negra de los dátiles" por su carnosidad y sabor. Este último apareció en el mercado hace 15 años, se produce casi en exclusiva en Israel y Sudáfrica y solo está al alcance de bolsillos desahogados (más de nueve euros el kilo en Mercabarna). Amina, una mujer magrebí que luce hiyab y compara precios, ni se plantea comprarlo. "Es demasiado".

El dátil hebreo está arrinconado en Mercabarna, pero no desaparecido. Un encargado de Morales e hijos muestra una caja de medjoul israelí. "¡Huy! Estas no las quieren los musulmanes. Dicen que esos no, porque son del enemigo".

La presión musulmana ha llevado a algunas marcas comerciales a cambiar de nombre, confirman Guerra y Torres, que para eso viven del fruto seco. Así, los dátiles en rama King Solomon pasaron a llamarse, por pura supervivencia empresarial, Jordan River. Torres añade que otra marca envía primero los dátiles a Holanda para camuflar su origen real. Pero él sabe bien que en el país de los tulipanes no crecen dátiles.

"Los musulmanes se enfadan porque los israelíes cogen el fruto en zonas que antes eran palestinas. También, porque compran a agricultores palestinos, les dan una minucia y ellos se llevan la mayor parte", añade Guerra. Torres recuerda que la política es enemiga del comercio, pero o dice comprender el boicoteo de árabes y asiáticos y lo compara con el que sufrió el cava catalán. "Somos comerciantes, pero si una cosa no se vende, la dejamos de comprar", insiste. Pura lógica comercial.

La embajada israelí en España ha expresado su "condena" a esa actitud. "Esperamos que la alternativa de los dátiles israelíes no sean los de Irán, un país que asesina a homosexuales y lapida a mujeres. O los otros países de Oriente Próximo conocidos por sus regímenes dictatoriales y su falta de respeto a los derechos humanos", dijo un portavoz de la embajada.

Los efectos económicos no son devastadores porque el dátil apenas supone el 0,08% de todo lo que se vende y se compra en las galerías de Mercabarna, que son una exhibición de olores, colores y sabores. Para Torres y Guerra, sin embargo, todo lo que le ocurra al dátil tiene sentido e importancia. Y, la verdad, no está siendo una buena campaña de Ramadán. No por el boicoteo (ahí está el dátil tunecino), sino porque es agosto y muchos musulmanes están en sus países de origen.

Hay otro problema. La cosecha de dátil (magrebí o hebreo, da igual) llega a Barcelona a finales de octubre. Cuando, hace años, el Ramadán coincidía con la Navidad, "era perfecto", dice Torres. Pero ahora, al caer en pleno agosto, obliga a los mayoristas a conservar un producto fresco, durante meses, en cámaras frigoríficas. Este mayorista espera que el año lunar musulmán siga comiendo terreno de forma inexorable y vuelvan los buenos tiempos. Torres espera otra cosa: que el mercado interno crezca y se supere la etapa primitiva, que apenas pasa del beicon con dátil.

Dos compradoras musulmanas en un puesto de frutos secos de Mercabarna.
Dos compradoras musulmanas en un puesto de frutos secos de Mercabarna.MARCEL·LÍ SÀENZ

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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