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La presión policial reduce la actividad de los carteristas en Ciutat Vella

Los hurtos denunciados en Barcelona caen el 5,4% - 2009 fue un año negro en seguridad, admiten las autoridades - 400 nuevos agentes patrullan en el distrito

Si una comisaría puede ser políglota, la de Ciutat Vella se lleva la palma. El hurto golpea a los turistas incautos, que a las puertas del centro policial de Nou de la Rambla cuentan, en una miríada de idiomas, cómo perdieron su dinero, su móvil (o ambas cosas a la vez) en alguna calle del centro histórico. Los carteristas continúan al acecho pero, al mismo tiempo, se sienten cada vez más acosados. La presión policial les obliga a fijar la atención en los agentes de paisano y no tanto en el bolso del turista de turno. El resultado es una caída del 5,4% de hurtos en la ciudad de Barcelona, reducción lograda en buena parte gracias al mayor descenso en Ciutat Vella, según los Mossos d'Esquadra, que, sin embargo, no ofrecen los datos por distritos.

"Esta reacción es importante porque nos afecta a todos", dice un productor

"Estamos razonablemente satisfechos. Hay una bajada desde el año pasado que se va consolidando", explica un mando de la policía autonómica. Nadie discute ya que 2009 fue un año negro para la seguridad en la capital, que contabilizó, solo en el primer semestre, 56.351 hurtos. Este año, la cifra se ha reducido en 3.000 en el mismo periodo. La prostitución callejera en el mercado de La Boqueria y el menudeo de drogas en callejuelas y plazas del Raval, Born y la Ribera dibujaron un panorama negro que tuvo su eco en la encuesta de victimización: el 25% de los barceloneses dijo haber sido víctima de un delito en 2009, una cifra que no se observaba desde la década de 1980.

La inseguridad, el incivismo y la sobreocupación del espacio público se aliaron para crispar a la ciudadanía. Los focos se pusieron en Ciutat Vella y las cosas han cambiado un poco, aunque el distrito más movido de la ciudad nunca podrá ser, admiten fuentes policiales, un remanso de paz. El refuerzo de agentes (400 desde junio), la reorientación de las patrullas y la mayor presencia de policías (de uniforme y paisano) han rebajado el clima de "crispación" e incluso cierta "alarma social" que, admite el mando, se generó entonces.

3No es que haya muchos más policías en la calle, pero el mimo con el que los servicios centrales y el área de investigación de Barcelona tratan Ciutat Vella ha tenido efectos. Lo que ocurre en el casco antiguo tiene un efecto multiplicador y de ello depende, en parte, la imagen de Barcelona como capital turística. Los Mossos han reforzado las relaciones con entidades vecinales y comerciantes que ya existían. "Nos anticipamos a los problemas para atender a sus necesidades concretas".

El carterista sigue siendo protagonista en el casco antiguo: siete de cada 10 faltas y delitos que se cometen en el distrito son hurtos. La inmensa mayoría, al descuido. La estrategia policial trata de cortarles las alas: además de reducir la actividad, algunos han tenido que buscarse la vida (al menos, en verano) en localidades de la costa, mientras que otros aprovechan los recovecos del metro para delinquir. La idea es que, sea donde sea, "el delincuente se sienta intranquilo". Las detenciones en flagrante, en ese sentido, también han aumentado y representan ya alrededor del 60%.

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A la acción policial y a la paz social (relativa) con vecinos y comerciantes se suma el respaldo institucional. Pese que sus necesidades no están del todo cubiertas, Ciutat Vella es la niña mimada de los políticos. En consecuencia (y tras el fiasco del año pasado), recibe atenciones especiales.

La mayor coordinación entre policía, fiscalía y demás autoridades, formalizada en la Junta Municipal de Seguridad de Ciutat Vella -promovida hace un año por la ex concejal del distrito, Itziar González- ha proporcionado más instrumentos para sacar de la calle a los carteristas multirreincidentes. Cuatro de ellos han ingresado en prisión por la repetición de hurtos, alguno de los cuales permanecerá entre rejas hasta el próximo año. Otros casos se enfrentan a una pena menor, pero al menos su encarcelamiento evita la sensación de impunidad que tanto irrita a vecinos y víctimas.

Los carteristas se benefician de que al robar objetos o dinero por valor inferior a 400 euros, no se enfrentan a la acusación de un delito, sino de una mera falta, lo que hace que en muchos casos ni ni siquiera lleguen a pasar por comisaría. Para combatir esta sensación de impunidad, los Mossos centran su atención para convertir la acumulación de delitos de la veintena de carteristas más activos de Barcelona -en especial en Ciutat Vella y el Eixample- en un delito que permita su condena e ingreso en prisión.

Este año, además, se han incorporado más agentes y han entrado en función nuevas unidades (de prevención, de drogas, de espacio público) de la Guardia Urbana. Eso sin contar que es el primer verano con cámaras de videovigilancia en La Rambla (siete) y en el Raval y el Gòtic (nueve). Con los Mossos ha ocurrido otro tanto: además del grupo de multirreincidentes, han creado una unidad de salud pública. Esta última ha logrado desmantelar los lugares de venta callejera fijos y convertir a los camellos en nómadas. El vecino se siente, así, más tranquilo. Los Mossos admiten que no saben dónde andan ahora exactamente los traficantes, aunque sospechan que se han desplazado a otras zonas.

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