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El pulso de Barcelona

De la protección de Can Ricart a los sueldos de los concejales

El pleno de ayer del Ayuntamiento de Barcelona fue agitado. Se tomaron más de medio centenar de decisiones, muchas de ellas debatidas antes en las correspondientes comisiones. Pero el debate previo no evita que se reproduzca la polémica en el salón de plenos, un salón, por cierto, que ayer lucía recién pintado, con los frescos de la cúpula resplandecientes y de donde se han retirado dos placas que evocaban a Alfonso XIII y al general Martínez Campos. El escudo de la ciudad también se veía espléndido, coronado por un impoluto murciélago.

Bajo las pinturas y el murciélago, los concejales votaban, coincidían y discrepaban. En algún momento incluso dieron la apariencia de agresividad que, eso sí, se evapora cuando todos ellos abandonan el salón de plenos y recuperan la afabilidad.

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Ayer hubo especial virulencia al aprobar la protección para la zona de Can Ricart, en el barrio de Poblenou. Imma Mayol (IVC) reaccionó con irritación a una comparación hecha por Eduard García Plans (CiU). Habló éste de la apariencia de "ciudad bombardeada" para poner en duda la voluntad de conservar el patrimonio por el equipo de Gobierno. Mayol se lo recriminó muy enfadada, porque le pareció inadecuada la comparación pensando en ciudades verdaderamente bombardeadas. García Plans no se anduvo con chiquitas y recomendó a Mayol que tuviera la piel menos fina con las palabras y pensara más en lo que les pasa a los afectados de Can Ricart.

También hubo serias discrepancias en la aprobación del cambio de usos en un edificio de El Corte Inglés en Heron City.

'Efecto Martínez'

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El líder del PP en el Ayuntamiento, Alberto Fernández Díaz, es uno de los más agresivos en su discurso. A veces consigue irritar al personal. En especial a Jordi Portabella (ERC), que no tiene como fuerte el sentido del humor. Ayer, sin embargo, se las tuvo con Ricard Martínez y Pilar Vallugera (ambos de ERC) y con Josep Ignasi Cuervo. Vallugera, posiblemente la concejal más preparada y brillante de su grupo, le dijo varias veces que se dedicara a escuchar y entender. Martínez en cambio dijo que le aplicaba el "efecto Martínez", es decir, no hacerle caso.

Josep Ignasi Cuervo se las tuvo a partir de una moción del PP en la que Fernández Díaz defendió que el gasto de imagen del equipo de gobierno (11,7 millones en lo que va de año) es excesivo y sería preferible dedicarlo a objetivos sociales. Cuervo lo acusó de practicar "un populismo autoritario" primo hermano, dijo, del "victimismo de seriedad" de CiU para rematar sugiriendo que, según y como, se podría pensar que sus sueldos (el suyo y el de Fernández Díaz) también eran suprimibles porque no eran productivos, especialmente el del dirigente popular "dedicado a hacer chistes en el pleno".

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