Tu rostro mañana, Cataluña
El protagonista de la famosa trilogía de Julián Marías Tu rostro mañana, Jaime Deza, ha sido contratado por el servicio de inteligencia británico porque tiene el inapreciable y raro don de intuir cuál será el comportamiento futuro de un sujeto con el que el Gobierno se plantea negociar. Creo que tanto los políticos catalanes como los españoles en general darían un ojo de la cara, si no ambos, por poder contar con un Jaime Deza que les adelantara qué rostro ofrecerá Cataluña tras las próximas elecciones, tanto las autonómicas como las generales, y dentro de unos cuantos años más tarde.
Porque es evidente que el rostro de Cataluña está cambiando últimamente a un ritmo acelerado. Durante mucho tiempo (años, ¡siglos!) pudo parecer inmutado, como la esfinge de Guiza, algo desdibujada por la arena que no cesa de proyectarle el viento del desierto, pero conservando al fin y al cabo sus grandes rasgos fisonómicos, pero en estos últimos meses el cambio ha sido rápido y dramático. Y aún no ha terminado. Nos guste o no nos guste, y pese al Tribunal Constitucional (o gracias a él), eppur si muove. Hay momentos históricos en que lo que parecía duro y rígido como roca de basalto parece haberse vuelto arcilla, y si en el pueblo surge aquello que Maragall llamó un alzamiento, y si aparece un líder capaz de encauzar aquel movimiento, puede moldearse un rostro nuevo que poco antes parecía impensable. Ya sé que la palabra alzamiento suscita resonancias desagradables, porque los golpistas del 36, precisamente para maquillar su pronunciamiento militar, le dieron a posteriori este nombre, pero nosotros nos atenemos a la acepción genuina de movimiento popular generalizado.
Sucesivas encuestas detectan el desplazamiento de las capas tectónicas del país en una única dirección. Aquella primera consulta soberanista en la pequeña localidad de Arenys de Munt fue el disparo de salida de una carrera imparable. ¿Que los votos independentistas resultaron un reducido porcentaje de la población? Menos fueron los que salieron a defender la unidad de España ¿Que los españolistas no acudieron porque aquello no decidía nada? Lo mismo se dijeron muchos independentistas que tampoco votaron. Se ha discutido la importancia del volumen de participación en las votaciones, pero el efecto principal es que se ha perdido el miedo secular a hablar públicamente de independencia.
Quisiéramos ver tu rostro mañana, Cataluña; pero, aunque no dispongamos de un Jaime Deza, sabemos que en buena parte depende de cómo nos lo imaginemos y de que nos lo creamos.
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