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DIETARIO VOLUBLE
Columna
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¿Qué será de Lisboa?

Enrique Vila-Matas

1 - Llego a Lisboa en un día de invierno, casi primaveral, y como en los buenos tiempos retorno al rito de saludarla con los versos de siempre: "Otra vez vuelvo a verte, Lisboa, Tajo y todo".

Pasa el tiempo y veo que no evoluciono. Pessoa, por ejemplo, sigue siendo el poeta al que vuelvo siempre, como esa Lisboa a la que también regreso con puntualidad invernal todos los años. Me gusta muchísimo la terraza del bar Entretanto, donde ahora estoy. Tiene, de entrada, el nombre ideal para un bar lisboeta, quizás porque conecta con esa especie de actividad o pausa de espera o vacío no previsto que en Lisboa llaman fazer horas y que tienen en un bar un lugar ideal para ser practicada. Si el lugar encima se llama Entretanto, ya no hay por qué dudarlo: hemos dado con el sitio perfecto para esa actividad.

El Entretanto tiene una vista extraordinaria sobre la ciudad y en este viaje, además, es la terraza del bar de mi hotel, porque estoy en el Regency de la rúa Novo do Almada. Le escribo un mensaje de móvil a mi hermana Teresa para informarle escuetamente de que he viajado a Lisboa y de que aplazamos una cita en Barcelona, y al poco rato me contesta: "En la rúa Nova da Almada 114, si tienes tiempo, entra en el hotel Regency y sube al bar Entretanto, en el séptimo piso. Te gustará. Seguramente no lo conoces, porque es nuevo. Tiene una vista increíble".

Me froto los ojos. Lo que en verdad resulta increíble es que me escriba eso encontrándome yo frente a esa vista. Si fuéramos gemelos, ya no sé qué más pasaría. Tengo que mandarle un nuevo mensaje para decirle que me hospedo precisamente en ese hotel y estoy en la terraza y que me he llevado con su mensaje -quizá ahora se lo lleve ella con el mío- un susto de órdago.

Una hora después, salgo a pasear por los alrededores del Regency, por el barrio del Chiado, y enfilo la vecina rúa Garrett bajo un cielo azul imponente, que me recuerda una vez más esa "eterna verdad vacía y perfecta" de la que hablaba Álvaro de Campos. Entro en la mínima y antiquísima Luvaría Ulisses, donde compro para Paula unos guantes rojos y negros de carnaval. Después, en la Bertrand, la librería de Pessoa, encuentro carteles que hablan del 200 aniversario de Darwin. Me acuerdo de que en Gallup han preguntado a los americanos si creían en la Teoría de la Evolución y que el 60% de los encuestados ha dicho que no. Absurda la pregunta y también cualquier respuesta a ella, porque no se trata de creer o no. Con el tema de la evolución, siempre me viene a la memoria aquella vieja señora argentina que, al enterarse de la teoría de Darwin, hizo esta reflexión mientras tomaba su té: "Entonces, ¿descendemos del mono? Mi querida amiga, espero que no sea verdad, pero si es verdad espero que no se sepa".

2 - ¿Qué será de Lisboa? ¿Evolucionará? Desde hace unos días, se ha dado vía libre a un plan municipal para rehabilitar el barrio de Chiado, y eso tiene algo de preocupante. La especulación inmobiliaria -se piensa en muchos pisos de lujo- podría acabar con parte del encanto ruinoso de este barrio, que siempre me trae a la memoria aquellas palabras del viejo Temístocles al término de la segunda guerra del Peloponeso y que, por cierto, también son buenas palabras para tiempos de crisis: "Sólo la ruina nos defiende de una ruina mayor".

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Sin duda, habría que evitar que los intentos municipales de sacudirse cierto estado de ruina lo único que provoquen sea un estado de ruina mayor. Preferiría que no tocaran mucho el Chiado, y así el barrio pudiera continuar siendo el mismo que me maravilló hace 30 años y que todavía hoy mantiene su fascinante y elegante espíritu anticuado. Es formidable llegar al Chiado y ver que continúa ahí todo igual. Las librerías Ferin y Bertrand, la música que sale misteriosamente de la esquina de Novo da Almada con rúa Garrett, la guantería Ulisses, la Casa de Cafés Pereira, la lonja de fados, Casa dos Carimbos, todas esas tiendas reñidas con la famosa "evolución" de las ciudades europeas y que todavía pueden encontrarse en las mágicas rúas do Carmo, dos Douradores, Garrett, Novo do Almada, Ivens, do Alecrim.

Lo que me parece cada vez más evidente es que las evoluciones no son como saltos de un piso a otro -sería mejor decir: de un piso de lujo a otro- y que eso es lo que deberían preguntar los de Gallup a los americanos; deberían preguntarles, por ejemplo:

a)¿Qué será de Lisboa?

b)¿Creen que las evoluciones son como saltos de un piso a otro?

3 - "Está extraordinariamente bien efectuada su observación sobre la ausencia que hay en mí de lo que legítimamente pueda denominarse una evolución", le escribía Pessoa a un amigo. Y basándose en lo que él mismo llamaba el fenómeno de su despersonalización instintiva terminaba diciéndole: "No evoluciono. Viajo. Voy cambiando de personalidad, voy (aquí sí que puede haber evolución) enriqueciéndome en la capacidad de crear personalidades nuevas, nuevos tipos de fingir que comprendo el mundo, o, mejor, de fingir que se puede comprenderlo".

Cualquier evolución era para Pessoa un camino en planicie, seguramente porque no se sube de un piso a otro, sino que se camina por una llanura, de un lugar a otro. Y si acaso se notan, por ejemplo, cambios y mejoras en el estilo, no es por nuestra evolución personal, sino por el envejecimiento. Éstas son cosas que puede que haya que ir a Lisboa para, de la mano de Pessoa, pensarlas.

Al final, en la Bertrand, compro dos libros de Darwin y, mientras los hojeo, me acuerdo de un amigo que decía que el éxito de la Teoría de la Evolución venía no de lo que allí se decía, sino de cómo se decía, es decir, de lo hábilmente escrito que estaba. Han pasado los años y sigo creyendo -no evoluciono- que mi amigo llevaba la razón. También Pessoa se la habría dado, se la dio: "Paso horas, a veces, en Terreiro do Paço, a la orilla del río, meditando en vano".

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