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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los urinarios

Jordi Soler

Quinientos expertos se reunieron no hace mucho en Londres para determinar cuál es la obra de arte más influyente del siglo XX. Del universo de pinturas y esculturas que fueron valoradas durante semanas por este nutrido grupo de expertos, la que ganó fue el célebre ready-made de Marcel Duchamp que, para quien no lo sepa, no es otra cosa que un urinario de porcelana blanca, muy similar, si no idéntico, a cualquier mingitorio de bar, cine, estadio o restaurante. La pieza más influyente del siglo XX fue enviada en 1917 a una exposición de artistas independientes que se celebraba en la galería Grand Central de Nueva York. El galerista descalificó esa obra argumentando que ese urinario artístico se parecía demasiado a un urinario, y efectivamente se parece tanto que en el año 1993, cuando ya la pieza era un urinario artístico consolidado y con mucha fama, el artista Pierre Pinocelli cambió de giro la obra, la resituó en el universo de los muebles para baño al orinarse dentro de ella cuando estaba exhibida en Nîmes. Como si aquello no hubiera sido majadería suficiente, una majadería de escasa higiene que salpicó el pantalón y el canapé de más de un convidado, el artista Pinocelli volvió a orinarse dentro de la obra de Duchamp a principios del pasado enero, durante una visita que hizo a la exposición que sobre el movimiento dada ha montado el centro Pompidou en París.

Barcelona está en lucha contra las micciones abusivas. Los urinarios tienen una densa historia artística que pasa por Duchamp y Pinocelli

Cabe aquí un breve paréntesis sobre el artista Pinocelli, que nació en Niza y, además de la copiosa obra que lleva almacenada en la vejiga, roció de pintura roja al ministro Malraux en 1969, y en el año 2002, en una faceta más social de su obra, asistió a un festival de performance en Colombia y durante su controvertido acto, un acto que buscaba condenar un sonado secuestro de las FARC, se amputó con un hacha el dedo.

El urinario de Duchamp obtuvo el 67% de los votos de la multitud de expertos ingleses, ganó a Las señoritas de Aviñón de Picasso y a las Marilyn coloreadas de Andy Warhol, que quedaron en segundo y tercer lugar respectivamente. Difícilmente puede imaginarse una obra más rompedora que el mingitorio en 1917 (para este siglo XXI ya tenemos el dedo de Pinocelli); quizá nada más aquella de la niña vestida de primera comunión que recitaba poemas obscenos en el baño de hombres de una galería, entre dos urinarios de porcelana blanca idénticos al de Duchamp. Pero aquello era una obra in progress, la niña fue creciendo y hoy debe de ser una viejecita muy alejada de la obra que fue, nada que ver con la juventud permanente del urinario, que, casi 90 años después, conserva su línea, su blanco profundo, su porcelana lozana. Un lúcido periodista del Daily Telegraph escribió refiriéndose al primer lugar obtenido por el urinario: no está mal "para este mundo extraño donde los bebés se fabrican en tubos de ensayo y la gente paga en los restaurantes por beber agua".

Ahora imaginemos el proceso que llevó a aquel mingitorio utilitario a convertirse en un urinario artistico: una noche Marcel Duchamp se coló dentro de un cine, esperó a que la gente estuviera distraída con la proyección de la película y, con la ayuda de una barra de acero y un destornillador, despegó un mingitorio de la pared y lo cargó fuera del cine y luego hasta su casa, siguiendo una ruta que ya era por sí sola una obra de arte, la del hombre de traje y bombín que va recorriendo el Boulevard Voltaire de París con un mingitorio chorreante entre los brazos. Una vez en casa lavó la pieza y la tituló La fuente, después escribió en un costado la firma R. Mutt. La historia del urinario de Duchamp puede insertarse en la triste historia de la gente que orina por las calles en Barcelona, un tumulto que a su vez puede insertarse en aquel poema de Lorca que se titula Paisaje de la multitud que orina y que dice en una de sus trepidantes líneas: "Todo está roto por la noche, abierta de piernas sobre las terrazas. Todo está roto por los tibios caños de una terrible fuente silenciosa".

Durante los últimos meses el Ayuntamiento de Barcelona ha intentado combatir esta "terrible fuente silenciosa" que ensucia las paredes y reblandece las aceras del Casc Antic, ha empezado a poner multas a los que sean sorprendidos en la calle con sus "caños tibios" en activo y también ha sugerido que se orine antes de salir de casa, y además se han instalado, en diversos puntos de esta zona, unas casetas con retrete dentro para cuando a la noche le dé por estar "abierta de piernas sobre las terrazas". En el caso de que estas medidas no funcionaran, sería conveniente que, a la luz de la historia del urinario de Duchamp, la "fuente silenciosa" se reconvierta en obra de arte, que antes de desenfundar los "tibios caños" se piense en la trayectoria del artista Pinocelli y en que esa copiosa obra que lleva cada cual almacenada en la vejiga no puede despilfarrarse de cualquier manera en una esquina, y también que, con la idea de calificar en el ranking de las obras influyentes del siglo XXI, se fuera pensando en enviar a la galería Grand Central una de las casetas con retrete dentro que ha puesto el Ayuntamiento, firmada con un seudónimo que tenga gancho y titulada La fuente II.

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